Filipenses 4:4-8
Hoy continuamos con la segunda predicación de nuestra serie Regocíjate y canta. El pasado domingo definimos el gozo como la celebración de la presencia de Cristo en medio nuestro por medio de las acciones de gracias. El gozo es la disciplina espiritual que nos rescata de una vida cristiana sosa y fría enfocada en el futuro, y nos da la oportunidad de disfrutar la vida con Cristo en el presente. No hay duda de que uno de los mayores obstáculos para celebrar y disfrutar la presencia de Cristo en medio nuestro es la tendencia a vivir en el futuro. Hoy, a través de Filipenses 4:4-8, veremos que el gozo es la experiencia de vivir un día a la vez.
Lo contrario a estar gozoso/a, es estar preocupado/a. La preocupación es la acción de poner nuestro pensamiento en el futuro, intentando controlar el mismo. La preocupación es dañina por todos lados, porque nos lleva a pensar que algo negativo puede suceder en el futuro. En el lenguaje de la psicología, la preocupación lleva el nombre de ansiedad. Para explicar lo que es la ansiedad, es importante entender lo que es el miedo. El miedo es una respuesta natural de nuestro sistema a un evento que identificamos como peligroso. El miedo nos lleva a escondernos, gritar, quedarnos quietos, entre otros mecanismos. El detalle importante del miedo es que se activa ante el evento peligroso, y luego del evento desaparece.
La ansiedad, por otro lado, es mucho más que miedo: es un miedo exagerado e irracional a un evento que todavía no ha ocurrido. La ansiedad crea un mundo imaginario de eventos futuros que representan peligro, lo que trae desesperación y tensión en el presente. Walter Riso, psicólogo clínico, define la ansiedad de esta forma: “La persona ansiosa no reacciona a los hechos, sino a lo que imagina de ellos; está atrapada en una especie de realidad virtual amenazante de la que no puede escapar. La ansiedad es la consecuencia lógica de poseer una mente marcadamente inclinada al futuro, incapaz de procesar el presente.”
La ansiedad tiene consecuencias muy dañinas para nuestra mente y cuerpo: pérdida de memoria, problemas digestivos, insomnio o problemas de la presión. Además, la ansiedad constante puede tener repercusiones en la salud mental, como lo es el desarrollo de depresión. ¿Cómo sabemos si estamos ansiosos/as? Los síntomas de la ansiedad son la preocupación constante, ataques de pánico, fobias, timidez, temor a hablar en público, obsesiones, compulsiones, preocupación constante acerca de tu salud, palpitaciones, tensión muscular, sudoración en las manos, mareos, náuseas, entre otros. Según el Centro para el Estudio y Tratamiento del Miedo y la Ansiedad (CETMA) de Puerto Rico, el 25% de las personas en Puerto Rico sufre de trastornos de ansiedad.
Si la ansiedad obstaculiza el gozo, ¿cómo un/a creyente maneja la ansiedad? Filipenses 4:4-8 nos da la respuesta: “Regocíjense en el Señor siempre. Y otra vez les digo, ¡regocíjense!5 Que la gentileza de ustedes sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. 6 No se preocupen por nada. Que sus peticiones sean conocidas delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias, 7 Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. 8 Por lo demás, hermanos, piensen en todo lo que es verdadero, en todo lo honesto, en todo lo justo, en todo lo puro, en todo lo amable, en todo lo que es digno de alabanza; si hay en ello alguna virtud, si hay algo que admirar, piensen en ello.” La ansiedad se maneja regocijándonos en el Señor siempre. ¿Cómo logramos eso?
“Regocijarnos en el Señor siempre” pudiera verse como una serie de pasos; así que vayamos a cada uno de ellos. Primer paso: No se preocupen por nada. La ansiedad está fundamentada sobre lo que se llama el pensamiento mágico: si me preocupo por algo, se resolverá. Eso es una mentira de la mente. Las cosas no se resuelven al preocuparnos por ellas, sino por enfrentar las situaciones que están en nuestro control, y dejar en las manos de Dios las que no lo están. La ansiedad lo que busca es controlar, para evitar peligros. Sin embrago, el control es una ilusión; la mayoría de las cosas (por no decir todas) no se pueden controlar. Por tanto, el primer paso para regocijarnos es dejar la preocupación, porque la misma no resuelve nada. Lo único que produce la preocupación es quitarnos calidad de vida.
Si la preocupación no resuelve nada, ¿qué hacemos? Pablo nos dice “Que sus peticiones sean conocidas delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”. Pablo nos invita a convertir nuestras preocupaciones en oraciones. Efesios 3:20 nos dice que Dios es “Aquel que es poderoso para hacer que todas las cosas excedan a lo que pedimos o entendemos”. Jesús mismo dijo “Pidan, y se les dará, busquen, y encontrarán, llamen, y se les abrirá. 8 Porque todo aquel que pide, recibe, y el que busca, encuentra, y al que llama, se le abre” (Mateo 7:7-8) y “Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan todo lo que quieran, y se les concederá” (Juan 15:7).
Ante las situaciones amenazantes de la vida, somos invitados/as a asumir responsabilidad por lo que nos toca hacer, y dejarle a Dios lo que no está en nuestro control. La oración es la experiencia de confiar, descansar y esperar porque “Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios” (Lucas 18:27). Si creemos en Dios, hay que dejarle nuestro futuro en sus manos. No podemos vivir el presente y el futuro a la vez. Además, ¿por qué preocuparnos por un futuro que todavía no ha pasado? Cuando oramos hay un efecto extraordinario en nosotros/as: “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús”.
Y luego de orar, ¿qué hacemos para mantener nuestra mente en el presente, y no dejarnos arrastrar nuevamente por la preocupación? Pablo nos deja un último paso: “piensen en todo lo que es verdadero, en todo lo honesto, en todo lo justo, en todo lo puro, en todo lo amable, en todo lo que es digno de alabanza; si hay en ello alguna virtud, si hay algo que admirar, piensen en ello”. El gozo es mucho más que un momento, es un estilo de vida en donde diariamente decidimos abrir nuestros ojos para ver a Cristo en nuestra vida. El gozo es más que una emoción; es la decisión de pensar en todo lo bueno.
No hay duda que mantener nuestra mente en todo lo bueno es un reto para muchos/as de nosotros/as. Por diferentes razones tenemos una tendencia hacia predecir el futuro, pero de forma negativa. Es como si prefiriéramos esperar lo peor, en vez de lo mejor de la vida. Me pregunto, ¿por qué pensar en lo malo que va a ocurrir, en vez de pensar en lo bueno que puede ocurrir? ¿Por qué torturarnos mental y físicamente con eventos que no han ocurrido? ¿Por qué vivir en el futuro, si todavía no ha llegado?
Jesús nos dijo en Mateo 6 “Por eso les digo que no se preocupen por la vida diaria, si tendrán suficiente alimento y bebida, o suficiente ropa para vestirse. ¿Acaso no es la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa? 26 Miren los pájaros. No plantan ni cosechan ni guardan comida en graneros, porque el Padre celestial los alimenta. ¿Y no son ustedes para él mucho más valiosos que ellos? 27 ¿Acaso con todas sus preocupaciones pueden añadir un solo momento a su vida?… Así que no se preocupen por el mañana, porque el día de mañana traerá sus propias preocupaciones. Los problemas del día de hoy son suficientes por hoy.”
Si fuéramos a resumir la mejor estrategia para experimentar el gozo y evitar la ansiedad, pudiéramos decir que es vivir un día a la vez. Vivir con gozo es disfrutar la presencia de Cristo en medio nuestro y enfrentar las situaciones que lleguen a nuestra vida cada día de la mano de Dios. Es invertir nuestras energías en disfrutar y enfrentar la vida con Cristo hoy, porque mañana será otro día. Disfrutemos, demos gracias, oremos, descansemos en Su providencia y mantengamos nuestros pensamientos en todo lo bueno. El futuro todavía no ha llegado.