Por: Pastor Daniel Rodríguez Figueroa
Hechos 8:26-40
En el día de hoy le damos continuidad a nuestra serie Una fe real. Tema que ha sido seleccionado para este año 2016. Teniendo como meta: Una fe auténtica, relevante y madura que nos inspire servir a la comunidad y testificar de forma personal acerca de Cristo, orgullosos/as de nuestra identidad cristiana metodista. Es por eso que durante estas seis semanas hemos afirmado y seguiremos afirmando que Una fe real es aquella que: Nos lleva a hablar con naturalidad, trasparencia y autenticidad a las personas de nuestra fe cristiana. (Testificar) De igual forma, Una fe real es aquella que: Nos inspira a mantener relaciones saludables con las personas no cristianas, y a aprovechar las oportunidades para testificarles acerca de Cristo produciendo así Una evangelización real.
Hoy a través del encuentro de Felipe y el etíope eunuco destacaremos que Una fe real es aquella que: Busca aprender y madurar, de manera que el conocimiento acerca de Cristo y el Evangelio sea relevante a nuestra vida.
La historia que leemos en Hechos 8, 26 expone otro ejemplo de la actuación de los siete varones nombrados por los apóstoles para ayudar a las viudas en Jerusalén. Los capítulos 6, 7 y 8 forman claramente una unidad literaria. El autor las coloca juntas por razones prácticas, pero son sucesos que acontecieron en tiempos distintos. Por consiguiente no podemos decir cuánto tuvo lugar el encuentro de Felipe con el etíope. Tampoco podemos determinar qué relación temporal tiene esta historia con el contenido de los capítulos siguientes.
Lo cierto es que la conversión del tesorero etíope tiene una gran importancia para la Iglesia primitiva. Gracias a este evento, el evangelio de Cristo es trasmitido hasta nuestros días. El libro de los Hechos no habla de la persecución que se desató contra los primeros cristianos, aunque no nos dice específicamente por qué Dios permitió esta persecución. Una explicación posible es que los creyentes se sentían muy cómodos con el éxito que estaban teniendo en Jerusalén, y Dios usó esta persecución para forzarlos a llevar el evangelio más allá de los lugares conocidos. En consecuencia, las buenas nuevas fueron esparcidas por Judea, incluyendo Samaria. En realidad era Dios que estaba cumpliendo el mandato que había dado en Hechos 1:8.
En las sociedades patriarcales de la Biblia y la antigüedad, “eunucos” era un término despectivo que describía a los varones carentes de la capacidad o la voluntad de procrear. Algunos son eunucos porque nacieron así; a otros los hicieron así los hombres (esterilizaron); y otros se han hecho así por causa del reino de los cielos. (Mt. 19:12) Es importante recalcar que la ley mosaica prohibía que aquellos que estaban manchados por la castración entraran en la congregación. (Dt. 23:1) Pero casi sin entender el pasaje que leía, para el etíope, probablemente, esto sonaba como si el siervo de Isaías 53 hubiese sido también un eunuco.
Lo que hasta ahora hemos hablado está sumamente interesante pero regresemos al lugar del comienzo de esta historia. El ángel le da instrucciones a Felipe para que haga arreglos para un viaje. Cabe decir que, un viajero podía tomar uno de dos caminos para ir de Jerusalén a Gaza. El primero corría recto en dirección hacia el oeste (mano izquierda), hacia las planicies costeras vía la aldea de Lida. La otra corre hacia el sur de Jerusalén a Hebrón para luego tomar al oeste hasta llegar a Gaza (bajar y luego a la izquierda). La segunda opción fue la que el ángel le dio, un camino poco transitado. Debido a lo poco usual de la dirección que debe tomar, Felipe se da cuenta que algo extraordinario está por ocurrir.
Una vez había iniciado su viaje, ve un carruaje y dentro había un hombre de color viajando de Jerusalén a Gaza. (El viajero es de Etiopía, una nación africana al sur de Egipto) El etíope es un oficial de la corte de Candace, reina de Etiopía. En Jerusalén es posible que el oficial haya comprado un ejemplar de la traducción al griego de la profecía de Isaías y, en camino a casa, haya ocupado el tiempo leyéndola. Indudablemente, los rabinos eran de la opinión que leer en voz alta ayudaba a la memorización y por el otro lado, una lectura silenciosa ayudaba a olvidarla. Felipe sabiamente entiende que se trata de un hombre temeroso de Dios que busca el camino de la salvación.
El eunuco que lee no puede entender el mensaje de Isaías y además, está leyendo del griego, que es la lengua nativa de Felipe. Lo curioso del caso es que parece como si el oficial decidiera ir por el camino más largo para poder leer con calma las escrituras. Vemos un ser humano que con ansias lee la palabra desde su realidad de vida, buscando respuestas a sus preguntas, buscando que esas letras se hagan relevante a lo que él necesita, se encuentra cuestionando su fe de una forma saludable, sin duda alguna, lo que él busca es entender la vida. Por el otro lado vemos a Felipe guiado por el Espíritu que se encuentra con él para servirle de guía conduciéndolo a los pies del maestro. Realmente, fue un encuentro divino, una oportunidad para hablar de las buenas de salvación.
Felipe le hace una pregunta penetrante al etíope eunuco: “¿Entiendes lo que lees?” Esta pregunta es básica para confirmar la fe cristiana, porque el cristiano conoce a Cristo solo a través de las Escrituras. Por la lectura de la Palabra de Dios, aumenta su conocimiento de Jesús, su Salvador. Así, Felipe comienza con las Escrituras, explica su cumplimiento en Cristo, y guía al oficial al arrepentimiento, la fe y el gozo. Nótese que no le hace cualquier pregunta, sino una que sugiere estar de buena disposición para ayudarle a aprender y entender las escrituras.
¿Con qué interrogantes nos dirigimos hacia la Palabra de Dios? ¿Cuál es nuestra realidad de vida? Son algunas preguntas que nos tenemos que hacer tomando de ejemplo este relato. Del mismo modo que el etíope no estaba entendiendo lo que leía, a nosotros nos pasa igual. Porque pasamos por diferentes procesos los cuales nos ponen a mirar y cuestionar nuestra fe cristiana. Pero es hermoso entender que la palabra de Dios nos sigue por todos los caminos, incluso la ruta solitaria que conduce desde Jerusalén a Gaza el cual es desierto. Y todo porque el que conduce la Palabra es el mismo Dios, su Ángel, su Espíritu.
Sin duda alguna el producto de dicho encuentro fue instantáneo. Y yendo por el camino llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿Qué impide que yo sea bautizado? (RVR60) El evento fue tan impactante para el etíope que además de que entendió lo que leía, entendió el mensaje de salvación. Y es que cuando la Palabra de Dios se encuentra contigo, ocurren cosas maravillosas. Cambias tu forma de pensar y cambia tu forma de vivir.
Para Felipe el choque de las culturas o religiones no fue ningún percance, sino todo lo contrario, una nueva oportunidad para expresar las buenas nuevas. Gracias a este evento ocurrieron muchos procesos de rompimientos culturales. Además, en este pasaje vemos como la figura de Jesús se ejemplifica de una forma extraordinaria, lo vemos en un estado de sufrimiento, humildad y obediencia, pero a la misma vez en un estado de poderío total. En el cual nos demuestra que si él venció, nosotros también venceremos. Es por eso que debemos seguir testificándole al mundo sobre su poder.
Culmino diciendo, cuando nos proponemos leer la biblia desde nuestra realidad de vida, la misma se hace relevante a nosotros/as, produciendo así una trasformación absoluta y por consiguiente, un crecimiento real.