Hechos 10
Hoy continuamos con la segunda predicación de nuestra serie Una fe real. Esta serie responde a nuestro tema para el 2016, y tiene la meta de ayudarnos a vivir Una fe auténtica, relevante y madura que nos inspire a servir la comunidad y testificar de forma personal acerca de Cristo, orgullosos/as de nuestra identidad cristiana metodista. El domingo pasado comenzamos la serie recordando que cuando la iglesia recibe el Espíritu Santo en el evento de Pentecostés, la misma recibe el poder para testificar acerca de Cristo en todas partes. Además, afirmamos que testificar acerca de Cristo es un asunto de palabras y acciones. Hoy, hablaremos de lo importante que es testificar con nuestras palabras, y que el Espíritu Santo nos da el poder para hablar de Cristo a otras personas, y así ser instrumentos para la salvación de quienes nos rodean.
Continuamos en el libro de Hechos; y en esta ocasión en la hermosa experiencia que tuvieron Pedro y Cornelio según Hechos 10. Para entender Hechos 10 es importante entender que la misión que Cristo le da a la iglesia fue a testificar a todas las naciones; y durante el libro de Hechos vamos viendo cómo la iglesia comienza predicando a los judíos, pero termina con los gentiles. Sin embargo, es importante entender que la iglesia tuvo conflictos internos en este proceso de testificar a todas las naciones. Entre el liderato de la iglesia había diferencias; en particular, existía la creencia de que los gentiles tenían que convertirse al judaísmo para ser incorporados a la iglesia. Había dificultad para aceptar a la gente no judía; y el milagro más grande del libro de los Hechos es cómo la iglesia, guiada por el Espíritu Santo, puede abrirse a aceptar a los gentiles sin tener que pedirles que se convirtieran al judaísmo. El Espíritu Santo mueve a la iglesia de ser exclusiva, a ser inclusiva. Lo que nos recuerda que la inclusividad es la dirección en la que se mueve el Espíritu Santo.
Se dice que uno de los eventos más importantes que movió a la iglesia a abrirse a los gentiles, y tener así una identidad universal y no exclusivamente judía, fue este evento entre Pedro y Cornelio. En este evento, el Espíritu Santo es el protagonista principal. Primero, se nos presenta a Cornelio, un gentil, ciudadano romano y capitán del ejército, como un hombre servicial, de oración y temeroso de Dios. Cornelio tiene una visión en donde Dios le afirma que ha escuchado sus oraciones, y que envíe hombres a donde un hombre llamado Pedro. Al otro día, mientras Pedro oraba, le dio mucha hambre y tuvo una visión del Espíritu Santo, en donde vio animales impuros y escuchó una voz que le dijo: “levántate, mata y come”. Pedro se resiste, porque era un animal impuro, pero Dios le dice: “Lo que Dios ha limpiado, no lo llames impuro”. Esto se repitió en tres ocasiones.
Pedro no lograba entender la visión, mientras llegan a su casa los hombres de Cornelio. El Espíritu Santo le dice a Pedro que fuera con ellos, y al día siguiente Pedro llega a casa de Cornelio. Cornelio estaba esperando a Pedro con toda su familia y amistades cercanas. Cornelio sale a recibir a Pedro y se postra ante él, y Pedro le dice que no lo hiciera porque él era no era superior. Parece que Pedro ya había comenzado a entender la visión, porque cuando entra a casa de Cornelio les dice: “para un judío es muy repugnante juntarse o acercarse a un extranjero, pero Dios me ha hecho ver que no puedo llamar a nadie gente común o impura”. Pedro estaba entendiendo que la visión de “levántate, mata y come”, era un simbolismo referente a Cornelio. Dios había invitado a Pedro no declarar impuro a Cornelio, por ser gentil.
Luego, Cornelio explicó a Pedro la visión que había tenido, y Pedro comenzó a hablar y testificar acerca de Jesucristo, y da un resumen de las buenas nuevas del Evangelio. Entre todo lo que dice, Pedro afirma que “Jesucristo es el Señor de todos” (v.36), y no solo de los judíos. Mientras Pedro hablaba, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que escuchaban, y al igual que en Pentecostés, todos los gentiles que estaban allí comenzaron a hablar en lenguas y a adorar a Dios. Viendo que el Espíritu Santo había sido derramado sobre los gentiles también, Pedro toma una decisión que transforma la iglesia para siempre: bautizó a estos gentiles, sin que éstos se hubieran convertido al judaísmo.
Lo que ocurrió aquí es un evento que cambió la historia de la iglesia cristiana. El Espíritu Santo guio a Cornelio hacia Pedro, y a Pedro hacia Cornelio, para que ambos, gentiles y judíos, entendieran que compartían el mismo Espíritu Santo. Muchos afirman que lo que ocurrió aquí fue la conversión de Pedro, y luego, la conversión de Cornelio. Pedro tuvo una conversión, porque fue libre de los prejuicios judíos que limitaban a cualquier persona seguir a Cristo y ser bautizada, sin tener que convertirse al judaísmo. Al abrir esa puerta, Cornelio entonces tiene su proceso de conversión y bautismo, con toda su familia. Ya no había distinciones entre judíos y gentiles: ahora había una sola iglesia, una sola fe, un solo bautismo, un solo Espíritu…
Lo que ocurrió aquí tiene múltiples formas de interpretarse. Hoy quiero afirmar que esta fue una experiencia de evangelización; en donde Pedro fue instrumento, por medio de su iniciativa de ir hasta Cornelio y testificar acerca de Cristo, para la salvación de toda una familia. Esta historia de evangelización nos lleva a entender unos principios básicos acerca de cómo debemos hablar a las personas acerca de Cristo.
El primer principio es: Dios ama a cada ser humano y está actuando en sus vidas. El mayor deseo de Dios es tener una relación con el ser humano; por lo que Dios es experto en demostrarle su amor a cada ser humano, independientemente de la respuesta del ser humano hacia Dios. Esto es lo que Juan Wesley llamó GRACIA PREVINIENTE, o el amor incondicional de Dios hacia el ser humano que no depende de nuestra respuesta hacia Dios. Esto implica que aunque nosotros/as no nos demos cuenta, Dios está actuando en las vidas a nuestro alrededor. Un ejemplo perfecto de esta GRACIA PREVINIENTE lo es Cornelio, que sin ser un seguidor de Cristo, estaba experimentando el amor de Dios en su vida. Pedro no vino a traerle a Dios a Cornelio, ya Dios estaba con Cornelio; por lo que Dios no es exclusivo de los/as cristianos/as.
Esto es un principio muy importante a la hora de testificar acerca de Cristo. Como cristianos/as necesitamos valorar y respetar a cada ser humano, independientemente de cuál ha sido su respuesta al amor de Dios. No tenemos razón alguna para juzgar negativamente a alguna persona, y mucho menos para afirmar que Dios no está presente en su vida. Todo lo contrario, somos llamados/as a hacerle ver a las personas el amor incondicional de Dios que ha estado presente a lo largo de toda su vida, e invitarles a responder afirmativamente al mismo.
Por otro lado, el entender que Dios ama a cada persona es una invitación a no alejarnos de quienes no han tomado una decisión de seguir a Cristo, y por el contrario, ser instrumentos de ese amor. Pedro fue tentado a mantener distancia de Cornelio, pero el Espíritu Santo le invitó a acercarse. ¿Podrá la iglesia testificar acerca de Cristo si mantenemos distancia de quienes no le siguen? No hay duda de que somos llamados/as a una vida en comunidad con aquellas personas que también han decidido seguir a Cristo, pero nunca hemos sido llamados/as a alejarnos del mundo. En Marcos 2 se nos dice que “Cuando los escribas y los fariseos lo vieron [a Jesús] comer con cobradores de impuestos y con pecadores, les preguntaron a los discípulos: ¿Cómo? ¿Éste come y bebe con cobradores de impuestos y con pecadores? 17 Jesús los oyó, y les dijo: «No son los sanos los que necesitan de un médico, sino los enfermos. Y yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.” Seguir a Cristo es valorar a cada ser humano, mantener relaciones saludables con personas no cristianas, y aprovechar las oportunidades para testificar acerca de Cristo.
El segundo principio es: La evangelización es un proceso, y no un evento. Una vez reconocemos que Dios ama a cada ser humano, entendemos que nosotros/as no somos quienes iniciamos el proceso de evangelización, sino Dios. 2 Corintios 5:18-20 dice “Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo a través de Cristo y nos dio el ministerio de la reconciliación. 19 Esto quiere decir que, en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, sin tomarles en cuenta sus pecados, y que a nosotros nos encargó el mensaje de la reconciliación. 20 Así que somos embajadores en nombre de Cristo, y como si Dios les rogara a ustedes por medio de nosotros, en nombre de Cristo les rogamos: «Reconcíliense con Dios».”
Evangelizar es colaborar con Dios en su acción de invitar al ser humano a una relación con Él. Nos unimos a Dios y hacemos parte del trabajo, porque Dios lo ha estado haciendo antes, durante y después de nuestra intervención. Como en el caso de Cornelio, en muchas ocasiones Dios ha estado trabajando en las personas, y nuestro testimonio llega a sus vidas cuando más receptivas están. Nuestra responsabilidad entonces no es convencer, imponer u obligar a las personas a seguir a Cristo; sino testificar acerca de nuestra relación con Cristo y lo bueno que ha sido para nuestra vida. Y como partimos de la premisa que ya Dios está actuando, tenemos diálogos, no monólogos con las personas. A diferencia de los monólogos, en los diálogos escuchamos cómo las personas han experimentado a Dios en su vida, y escuchamos sus reacciones a lo que estamos testificando. Escuchar es una forma concreta de valorar la persona y afirmar que no somos superiores a ella.
Por último, el tercer principio es: La evangelización tiene diferentes estrategias. Luego de Pentecostés (Hechos 2), Pedro predica a los judíos, y tres mil personas fueron bautizadas. Sin embargo, en Hechos 10 Pedro se levantó de donde estaba, llegó hasta la casa de Cornelio y le predicó junto a sus allegados. Ambas estrategias fueron válidas y necesarias, al igual que hoy. Ahora bien, en ocasiones la iglesia ha descansado en esta primera estrategia de evangelización a las masas (que usualmente es realizada por una persona que testifica), y hemos evadido la responsabilidad que cada uno/a de nosotros/as tenemos de levantarnos, testificar e invitar a las personas a una relación con Cristo. La evangelización no es algo opcional, o que ha sido delegado a algunas personas en la iglesia: la evangelización es tarea de toda la iglesia. Por eso, sin restar méritos a la estrategia de evangelización a masas, nuestra iglesia ha decidido que este año daremos prioridad a asumir responsabilidad por esa evangelización más personal e íntima que todos/as podemos realizar. ¿Queremos que la iglesia evangelice fuera del templo? Comencemos por nuestras familias, amistades, vecinos/as y compañeros/as de trabajo que no siguen a Cristo; eso es evangelización fuera del templo.
¿Qué es lo único que necesitamos para evangelizar? El poder del Espíritu Santo; y al seguir a Cristo, ya lo hemos recibido. El protagonista principal de la misión de la iglesia es el Espíritu Santo. Bajo la dirección y con el poder del Espíritu Santo seremos colaboradores/as con Dios de lo que ya Él está haciendo: el ministerio de la reconciliación. Lo que necesitamos es estar receptivos a la voz de Dios cuando nos llame a testificar y hablar de Cristo a otras personas. Muy probablemente llegamos a la iglesia y fuimos invitados/as a seguir a Cristo por invitación de alguna persona. Nos toca a nosotros/as ser también instrumentos de salvación para otras personas, por medio de una evangelización real. ¿A quién invitarás a la iglesia este año? ¿A quién le hablarás de Cristo? Levántate, testifica e invita…