Mateo 2:1-12
Esta será la última predicación del año. Dios ha sido bueno con nosotros/as, y nos regaló un año extraordinario como iglesia. En particular, nos regaló que 22 personas afirmaran su deseo de dejar atrás la vieja vida, comenzar una nueva vida en Cristo y comprometerse a vivir su fe cristiana en la Iglesia Metodista Samuel Culpeper. Hoy recibiremos 11 de estos nuevos miembros, ya que los otros 11 miembros ya fueron recibidos en junio. Además, hoy seremos testigos de dos bautismos, símbolo de esta nueva vida en Cristo y la incorporación al cuerpo de Cristo.
Para celebrar este recibimiento de nuevos miembros, utilizaremos el pasaje de Mateo 2:1-12 que nos habla de la visita de los sabios de oriente al niño Jesús. Tanto para quienes se bautizan y se reciben como miembros, como para aquellos/as que ya hemos sido bautizados y somos miembros de la iglesia, esta historia nos dará la oportunidad de reafirmar nuestro deseo de transitar el camino de la vida, y no el de la muerte. Será una oportunidad para reafirmar nuestro deseo de que el Espíritu Santo continúe trabajando en nuestras vidas, ya que somos pecadores en recuperación. Por último, será una oportunidad para reafirmar nuestro compromiso con nuestra iglesia, el hospital que nos sana en medio de nuestra recuperación.
Mateo nos presenta la historia de unos sabios del oriente que llegaron hasta Jerusalén para adorar al rey de los judíos. Estos sabios, también llamados magos, eran personas con mucha capacidad astrológica, lo que les permitió ser guiados por Dios por medio de las estrellas, para poder llegar hasta Jerusalén. Antes de llegar a Belén, estos sabios hicieron una parada en Jerusalén. El rey Herodes, quién sufría de una paranoia increíble, oyó esto y se turbó. Herodes ya había matado a dos de sus hijos, y estaba por matar al mayor, por miedo a que éstos le quitaran su reinado.
Herodes convoca a sus asesores, quienes le dicen que Jesús nacería en Belén. Al tener esta información, Herodes llama en secreto a los sabios y los envía a Belén, con la condición de que le avisaran para él tener la oportunidad de adorarle también. Los sabios salieron hasta Belén, llegaron hasta donde estaba Jesús, y le rindieron regalos de oro, incienso y mirra. Ahora bien, el detalle que más deseo resaltar en esta mañana, es que “pero como en sueños se les advirtió que no volvieran a donde estaba Herodes, regresaron a su tierra por otro camino”. Todos/as sabemos que Herodes no quería adorar al niño, sino matarlo; por eso es que un ángel del Señor se le apareció a José y le dijo que huyera con María y Jesús a Egipto. Si los sabios regresaban a donde Herodes, podían morir ellos, Jesús o ambos. El camino de regreso a Herodes era un camino de muerte, literalmente, y por eso Dios les invitó en sueños a regresar por otro camino. Así lo hicieron los sabios, y fueron sabios doblemente al escoger otro camino.
Una de las grandes experiencias que tenemos los seres humanos, es la invitación de parte de Dios de dejar a un lado los caminos de muerte. Por infinidad de medios, y no solo de sueños, Dios nos invita cada día al camino de la vida. El camino de la muerte, no siempre es (aunque lo incluye) aquello que nos causa la muerte literalmente hablando; sino todas aquellas cosas que nos alejan de Dios y hacen daño a los demás. Por otro lado, el camino de la vida es aquel que nos acerca a Dios y bendice a los demás.
Escoger el camino de la vida, aunque siempre trae mejores resultados, no siempre es el camino fácil; y por consiguiente, tampoco es el camino que siempre escogemos los seres humanos. Además, no siempre tenemos claridad de lo que es el camino de la vida y el de la muerte. Proverbios 14:12 dice “Hay caminos que el hombre considera rectos, pero que al final conducen a la muerte.” Incluso, pudiéramos haber escogido el camino de la vida, y todavía seguir actuando como lo hacíamos en el camino de la muerte; porque hay malas costumbres que toman tiempo en ser transformadas. Lo que quiere decir que escoger el camino de la vida es un momento y un proceso. Es un momento porque es necesario decidirnos por el camino de la vida; pero es un proceso porque esa decisión la tendremos que tomar todos los días de nuestra vida.
Pablo conocía muy bien esto del camino de la muerte y el de la vida. Pablo mismo era testigo de cómo Dios lo había sacado del camino de la muerte, para llevarlo al camino de la vida. Pablo mismo expresó cómo continuaba luchando con el pecado, aun luego de su conversión al cristianismo. Romanos 7:19 dice “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. 20 Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que habita en mí.” En Colosenses 3, Pablo también nos habla de estos dos caminos, cuando habla de la antigua y la nueva vida. En esta ocasión, Pablo es más específico, y nos habla de cuáles son aquellas cosas que caracterizan al camino de la muerte, y al de la vida.
¿Qué cosas caracterizan al camino de la muerte? La inmoralidad sexual, la impureza, las pasiones desordenadas, los malos deseos, la avaricia, la idolatría, la ira, el enojo, la malicia, la blasfemia (calumnia), las conversaciones obscenas y las mentiras. ¿Qué caracteriza al camino de la vida? La misericordia, la bondad, la humildad, la mansedumbre (gentileza), la paciencia, la tolerancia, el perdón, el amor, la paz, la gratitud, instruirnos y exhortarnos unos a otros con sabiduría, cantar con gratitud de corazón y hacerlo todo en el nombre de Jesús. Pablo nos exhorta a revestirnos de aquellas cosas que caracterizan el camino de la vida.
Juan Wesley, fundador del movimiento metodista, también habló del camino de la muerte y la vida, y nos dejó lo que hoy se conocen como sus tres reglas sencillas: No hagas el mal, haz el bien y mantente enamorado/a de Dios. Wesley dijo “Que cada uno se convierta de su mal camino. Deja de hacer el mal; aprende a hacer el bien. Y cuida que esta transformación sea total, porque no se puede servir a Dios a medias. Apártate de todo lo malo, y haz el bien a todos, de otro modo te estarías engañando a ti mismo. Preocúpate, asimismo, para que este cambio sea de corazón” y “La condición mínima de la santidad es hacer el bien a todas las personas, y no practicar el mal por palabra ni por acción.”
Tomando en consideración a Pablo y Juan Wesley, ¿cuál es el mal que no debemos hacer? ¿Cuál es el camino de la muerte que debemos dejar atrás? Aquellas cosas que nos separan de Dios y hacen daño a otras personas: Conductas autodestructivas (conductas adictivas, pobre cuidado propio), conductas morales (mala conducta sexual, glotonería, deshonestidad), egoísmo y orgullo, malicia (resentimiento, enojo, chisme) y malgasto de recursos (recursos de la iglesia, tiempo, talento, finanzas). Por otro lado, ¿cuál es el bien que debemos hacer? ¿Cuál es el camino de la vida que debemos transitar? Aquellas cosas que nos acercan a Dios y bendicen a otras personas: Vivir una vida de amor, compartir nuestra fe dentro y fuera de la iglesia, cuidar de nuestra familia, fortalecer a otros/as y estar comprometidos/as con aquellos/as en necesidad, tanto dentro como fuera de la iglesia.
Tal y como mencioné, hoy vamos a recibir a 11 nuevos miembros, y a bautizar a dos de ellos. Tanto el bautismo, como la recepción de miembros son dos decisiones muy importantes que nos llevan a dejar el camino de la muerte, y transitar el camino de la vida. En el caso del bautismo, es una señal física y pública de nuestro deseo de dejar atrás la antigua vida, y comenzar una nueva vida en Cristo. El agua es el símbolo que se utiliza para la purificación o el lavamiento que Dios hace de nuestra vida; aquello que quita el pecado. El color blanco que usamos al bautizarnos es precisamente símbolo de purificación. No significa que dejamos de ser pecadores, sino que ahora somos pecadores en recuperación; hemos entrado a la sala de operaciones del Espíritu Santo para que nos quite todo aquello que es parte del camino de muerte, de la antigua vida.
Ahora bien, si entramos a la sala de operaciones del Espíritu Santo, ¿cuál es el hospital en donde seremos cuidados/as mientras se nos opera? La iglesia. El bautismo es también un ritual de incorporación o entrada al cuerpo de Cristo o la iglesia. El bautismo también nos recuerda que necesitamos de una iglesia y que la iglesia nos necesita a nosotros/as. Sin el apoyo de la iglesia, no podremos lograrlo, y sin nuestro apoyo, la iglesia no podrá lograrlo. Por eso, no solo nos comprometemos con Dios, sino con nuestra iglesia.
¿Cuál es el compromiso que tenemos como miembros de la iglesia? Tomar tiempo diariamente para la oración y el estudio personal de las Escrituras; asistir a cada culto, excepto cuando estamos enfermos/as o fuera de la comunidad; comprometernos con amistades cristianas a participar de experiencias para el crecimiento espiritual como los discipulados, clases y grupos pequeños; sirva a Dios con nuestro tiempo y talento, y en al menos un ministerio; dar en proporción a nuestro ingreso, con el diezmo como meta; y testificar de nuestra fe a otras personas e invitarlas a la iglesia. Estos seis compromisos también nos ayudarán a mantenernos enamorados/as de Dios, lo cual es la tercera regla sencilla de Wesley.
Hoy seremos testigos de dos bautismos y el recibimiento de 11 nuevos miembros. Para quienes se bautizan será un nuevo comienzo, y para los 11 nuevos miembros será el comienzo de una relación con la iglesia que les apoyará en su jornada de fe. Ahora bien, para quienes ya hemos sido bautizados/as, es la oportunidad para reafirmar nuestro deseo de que el Espíritu Santo continúe trabajando en nuestras vidas, ya que somos pecadores en recuperación; a la misma vez que reafirmamos nuestro compromiso con la iglesia que se ha convertido en nuestro hospital mientras estamos en la sala de operaciones del Espíritu Santo. Hoy será una oportunidad para dar gracias por el otro camino que Dios nos ha provisto, un camino de vida y no de muerte, que nos acerca a Él, bendice a los demás y nos hace bien.