Apocalipsis 20:11-15; Mateo 25:31-46
En las pasadas dos semanas hemos tenido la oportunidad de explicar el significado general del libro de Apocalipsis. En la primera predicación entendimos el significado que tuvo el libro para la iglesia del primer siglo, y en la segunda entendimos el significado que tiene para la iglesia hoy. En resumen, vimos que Apocalipsis tiene el mismo significado para nosotros/as, que tuvo para la iglesia del primer siglo: ESPERANZA. El Apocalipsis es como un amanecer para la iglesia cristiana de hoy que sufre injustamente a causa de los poderes del mal. Ante este sufrimiento, Juan nos recuerda que la noche es pasajera, y que el amanecer hará su entrada. El sufrimiento será pasajero, porque Cristo vendrá, destruirá el mal, y reinará sobre la tierra. Si esto es así, solo es cuestión de esperar. Apocalipsis es un libro de esperanza, porque nos consuela en el sufrimiento, nos invita a ser fieles a Cristo en medio de las tentaciones de adorar otros dioses, y nos inspira a denunciar el mal y buscar la justicia en el mundo.
Hoy hablaremos acerca de una dimensión muy importante del Apocalipsis que nos llena de esperanza: El juicio final. Ante las fuerzas del mal que parecen tener poder sobre el mundo, Juan nos recuerda que habrá un tiempo de juicio y justicia definitiva en el mundo, en donde todos/as rendiremos cuentas ante Dios por nuestras obras. En ese momento, aquellos/as que hemos sido fieles recibiremos la recompensa del gozo eterno, mientras que aquellos/as que no lo hemos sido recibiremos la recompensa del fuego eterno. Hoy, al hablar del juicio final, prestaremos mucha atención al detalle de que esta recompensa de la cual nos habla Apocalipsis viene como consecuencia de nuestras obras. En el Apocalipsis, la fe en Cristo es suficiente para perdonar nuestros pecados (justificación), pero esa fe debe dar frutos o demostraciones concretas de amor a Dios y al prójimo.
Para hablar del juicio final, y la recompensa que tenemos por nuestras obras, es importante entender que esta creencia no es original del cristianismo. Los persas, quienes tuvieron una gran influencia en el pensamiento judío, creían que el alma tenía un juicio final, en donde se recibiría una recompensa de acuerdo a los actos. Por su parte, los griegos creían que había dos sendas eternas después de la muerte, una a la izquierda y otra a la derecha. Los judíos recibieron toda esta tradición persa y griega dentro de su fe monoteísta, y creían en un Dios creador y juez que tenía poder absoluto. En el Antiguo Testamento vemos ejemplos de lo que se llama el Día del Señor o el Juicio a las Naciones, en donde llegaría un tiempo de paz y bienestar junto con el juicio de Dios.
Los profetas comenzaron a hablar del Día del Señor como un día triste, porque el pecado del pueblo le llevaría a un juicio negativo de parte de Dios. Amós 5:18 dice “¡Ay de los que anhelan que llegue el día del Señor! ¿Para qué quieren que llegue el día del Señor? Será un día de tinieblas, y no de luz.” Desde los profetas, se comienza entonces a ver el Día del Señor como uno de juicio, ira y terror. Por eso vemos que se presentan imágenes de coraje y violencia de parte de Dios, en donde Dios llegará como una tormenta: “Ese día las estrellas y los luceros de los cielos no darán su luz; el sol se oscurecerá al amanecer, y la luna no dará su resplandor” (Isaías 13:10).
En el Nuevo Testamento, también se presenta este entendimiento judío del Día del Señor como algo terrible y tormentoso. Además, se presenta este día como uno que traerá salvación a los creyentes y perdición a los enemigos de Dios. Jesús mismo dijo: “Por tanto les digo que, en el día del juicio, el castigo para Tiro y para Sidón será más tolerable que para ustedes” Mateo 11:22, “En aquellos días, después de esa gran aflicción, sucederá que el sol se oscurecerá y la luna dejará de brillar” Marcos 13:24, y “Yo les digo que, si la justicia de ustedes no es mayor que la de los escribas y los fariseos, ustedes no entrarán en el reino de los cielos.” Mateo 5:20.
Un detalle muy importante a la hora de analizar el día del juicio según los profetas en el Antiguo Testamento y Jesús en el Nuevo Testamento, es que el criterio principal que Dios utilizará para juzgar es la conducta o la obras. Quienes se salvan son quienes viven según el mensaje de Jehová o Jesús, respectivamente; y quienes se pierden son quienes no lo hacen. Tanto en el Antiguo y Nuevo Testamento el juicio viene a partir de la obediencia al mensaje; siendo el mensaje el amar a Dios y al prójimo como a nosotros mismos, teniendo un énfasis particular en los pobres, desposeídos, enfermos, presos, y hambrientos del mundo. El resultado o la recompensa de nuestra obediencia al mensaje es entonces el gozo eterno, el descanso o la unión perfecta con Dios, o las tinieblas, el llanto, el crujir de dientes, el fuego, la perdición o separación absoluta de Dios. Mateo 25 refleja muy bien esta creencia cuando dice:
“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, se sentará en su trono de gloria, 32 y todas las naciones serán reunidas ante él. Entonces él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos. 33 Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda, 34 y entonces el Rey dirá a los de su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y hereden el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo. 35 Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me recibieron; 36 estuve desnudo, y me cubrieron; estuve enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a visitarme.”
Al ver a Dios como juez a lo largo del Antiguo y Nuevo Testamento, se nos podría hacer difícil creer que Dios nos juzgará por nuestras obras, ya que nuestro entendimiento es que Dios es amor. ¿Cómo reconciliamos ambas visiones de un Dios de amor y de juicio? Yo les tengo una respuesta: el juicio es necesario porque permite juzgar y destruir el mal, lo cual es la esperanza de la iglesia. ¿Cómo puede haber justicia si un juez que omita un juicio? ¿Cómo puede ser el mal destruido sin un Dios juez todo poderoso que lo juzgue primeramente? No hay justicia, sin juicio; y no hay juicio sin juez. Si queremos que haya justicia en el mundo, tenemos que estar dispuestos/as a aceptar la visión de Dios como juez, y a entender que nosotros/as también seremos juzgados/as.
Por otro lado, también se nos podría hacer difícil creer que existirá un infierno en donde las personas sufrirán eternamente. ¿Existe un lugar así realmente? Para entender el significado del infierno, es importante recordar que el Apocalipsis y el género literario de apocalipsis, utiliza símbolos para explicar las cosas. En el AT no se presenta la palabra infierno, sino el seol; y en el NT se presenta el hades. La palabra infierno viene de la palabra inferior, ya que se creía que la tierra tenía tres pisos: por encima de la tierra, la tierra y los lugares inferiores de la tierra. El gozo eterno o el cielo, y el fuego eterno o el infierno, son símbolos de lo que significa estar en eterna compañía con Dios o en eterna lejanía de Dios, y no lugares literalmente hablando.
¿Cómo es que Apocalipsis presenta el tema del juicio final? Apocalipsis recoge toda la tradición presentada en el AT y NT y afirma que Dios es juez, que seremos juzgados por nuestras obras, y que habrá un lugar más allá para los fieles e infieles; todo esto mediante la visión del gran trono blanco:
“Vi también un gran trono blanco, y al que estaba sentado en él. De su presencia huyeron la tierra y el cielo, y no se volvió a hallar su lugar. 12 Vi entonces de pie, ante Dios, a los muertos, grandes y pequeños. Unos libros fueron abiertos, y después otro más, que es el libro de la vida. Los muertos fueron juzgados conforme a sus obras y conforme a lo que estaba anotado en los libros. 13 El mar entregó los muertos que yacían en él; también la muerte y el Hades entregaron los muertos que yacían con ellos, y cada uno fue juzgado conforme a sus obras.14 Luego la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Ésta es la muerte segunda.15 Todos los que no tenían su nombre registrado en el libro de la vida fueron lanzados al lago de fuego.”
¿Qué quisiera resaltar hoy de esta visión del juicio final? Que en el juicio final seremos juzgados/as conforme a nuestras obras. ¿Qué quiere decir esto? ¿Qué no somos salvos por fe? Esto quiere decir que la fe en Cristo es suficiente para perdonar nuestros pecados (justificación), pero esa fe debe dar frutos o demostraciones concretas de amor a Dios y al prójimo. Es decir, nuestros pecados son perdonados por los méritos de Cristo, y no por los nuestros (nuestras obras), pero una vez justificados/as somos llamados/as a obedecer y ser fieles al mensaje de Jesús; y en el juicio final seremos juzgados/as por esa obediencia o desobediencia, fidelidad o infidelidad. Apocalipsis nos enseña que creer en Cristo como Salvador no es un asunto solo de fe o solo de obras, sino de ambas. ¿Acaso podemos creer si actuar? ¿Existe una fe sin obras?
Estamos acostumbrados/as a separar la fe y las obras, pero Apocalipsis nos recuerda que no existe tal división. Apocalipsis nos recuerda lo que Santiago nos dijo también: “Hermanos míos, ¿de qué sirve decir que se tiene fe, si no se tienen obras? ¿Acaso esa fe puede salvar? 15 Si un hermano o una hermana están desnudos, y no tienen el alimento necesario para cada día, 16 y alguno de ustedes les dice: «Vayan tranquilos; abríguense y coman hasta quedar satisfechos», pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve eso? 17 Lo mismo sucede con la fe: si no tiene obras, está muerta.”
¿A qué somos invitados/as hoy? Les comparto algunas citas que recogí esta semana: «No somos salvos por obras, sino por gracia; pero el que tiene la gracia divina la demuestra sirviendo a los demás» (Eddie Ramos); “Creer es un estilo de vida” (Rvdo. Héctor Ortiz); “La única parte de la Biblia que crees es la que obedeces.” (Redentor 104FM); “Jesús es verbo no sustantivo” (Ricardo Arjona). Hoy somos llamados/as, a vivir nuestra fe. La fe es algo que se vive. ¿Cómo esta época de Adviento me está llamando a vivir mi fe?
Esa es la realidad: obediencia, amor y vivir sirviendo al prójimo. DLB
El Juicio de Dios, es una acto Supremo para todas las generaciones antes y despues de los diez mandamientos. Fiel, solo Jesucristo. Por ser todos pecadores tenemos que ser juzgados y nuestro Creador por su gracia nos ubicará, quienes distingan su voz serán los bendecidos para estar en su presencia por toda la eternidad.