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1 Reyes 3:3-15
Si yo les preguntara cuantos de ustedes pagarían $50 por comer sushi, ¿cuántos dirían que sí? Aunque el sushi es mi comida favorita, reconozco que es una comida costosa (en comparación con otras) y que no es la favorita de muchas personas. Aun así, para mí vale la pena ir a comer sushi, y gastar mi dinero en esta comida; aunque solo lo pueda hacer en ocasiones especiales. No hay duda de que todos/as tenemos un listado de las cosas, actividades o escenarios en que no tenemos mayores inconvenientes para gastar e invertir nuestro tiempo, energías y dinero. Estas cosas, actividades o escenarios en las cuales invertimos sin mayores obstáculos se llaman prioridades. Para un matrimonio que acaba de tener un bebé, muy probablemente ese/a hijo/a será una prioridad; para un atleta, un buen par de tenis; para un profesor, la compra de libros.
Los seres humanos no siempre decidimos conscientemente cuáles serán nuestras prioridades. Incluso, en ocasiones podemos decir que tenemos unas prioridades, pero cuando analizamos cómo invertimos nuestro tiempo, energías y dinero, podemos descubrir que tenemos otras prioridades diferentes a las que pensábamos. Por lo que las prioridades son cosas, actividades o escenarios que se llevan lo mejor de nosotros/as, ya sea consciente o inconscientemente. El mismo Jesús tuvo prioridades: orar al Padre, sanar, salvar, educar, confrontar, entre otras cosas. Si fuéramos a hacer un listado de aquellas cosas, actividades o escenarios que los/as cristianos/as deberíamos tener como prioridades, ¿qué escribiríamos en ese listado?
No hay duda de que habría diversidad de cosas. No obstante, hay algo que conectaría todas esas prioridades: serían cosas, actividades o escenarios directamente relacionados con amar a Dios, amar al prójimo, amarnos a nosotros mismos, y amar la creación; porque eso es el evangelio de Cristo. Serían cosas, actividades o escenarios que tengan que ver con la nueva vida en Cristo, tal y como nos dice Colosenses 3:1-2: “Puesto que ustedes ya han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. 2 Pongan la mira en las cosas del cielo, y no en las de la tierra.”
La nueva seria de predicaciones que comienza hoy, VALE LA PENA, será precisamente un espacio para analizar cuáles son nuestras prioridades en la vida, y cómo podemos administrar nuestro tiempo, energías y dinero, para que nuestras prioridades estén directamente relacionadas con nuestra fe cristiana. Existen muchos temas que pudiéramos tocar, pero les adelanto que en las próximas cuatro semanas afirmaremos que vale la pena invertir nuestro dinero en hacer el bien, que vale la pena buscar a Dios por medio de las disciplinas espirituales, y que vale la pena cuidar nuestro cuerpo. Hoy comenzaremos hablando del dinero, y he titulado el mensaje: No necesitamos dinero, necesitamos sabiduría.
Cuando hablamos de dinero, es importante establecer que el dinero no es un fin en sí mismo, sino un medio que nos ayuda a alcanzar una meta. El dinero nos ayuda a alimentarnos, proveerle educación a nuestros/as hijos/as, tener una casa o un carro, tener vacaciones o suplir alguna necesidad en la comunidad. El dinero tampoco es malo ni bueno, sino que nosotros usamos el dinero para propósitos que valen la pena o que no lo valen, para hacer el bien o hacer el mal. El dinero no tiene propósito en sí mismo, sino que nosotros/as le damos propósito al dinero. Ante esta realidad de que somos nosotros/as los que le damos propósito al dinero, es importante tener algo más que dinero: sabiduría.
1 Reyes 3 nos presenta a Salomón, hijo del rey David, quién sustituyó a su padre en el trono. Un día, Jehová se le apareció a Salomón en un sueño y le dijo: “Pídeme lo que quieras que yo te conceda.” ¿Qué usted hubiera pedido, si hubiera estado en la posición de Salomón? De todas las cosas que Salomón pudo haber pedido, solo pidió una: “Te pido que me des un corazón con mucho entendimiento para gobernar a tu pueblo y para discernir entre lo bueno y lo malo”. En una sola palabra, Salomón pidió sabiduría.
Cuando hablamos de dinero, no hay duda de que necesitamos sabiduría para discernir cómo administrarlo. Proverbios 3:13-14 dice: “¡Dichoso el que halla la sabiduría y se encuentra con la inteligencia! 14 ¡Son más provechosas que la plata! ¡Sus frutos son más valiosos que el oro refinado!” Ya sea que tengamos mucho o poco, según nuestros estándares, necesitamos dirección a la hora de tomar decisiones financieras. Evidencia de que necesitamos sabiduría son nuestras tarjetas de crédito con deudas impagables; gastos grandes que en muchos casos son innecesarios; artículos de gran valor en nuestra casa, pero no tenemos dinero para comer o ropa; préstamos mal tomados de los cuales todavía nos arrepentimos; entre otras cosas. Dinero sin sabiduría es un peligro. Pregúntenle a Hitler, la iglesia católica en la edad media, las mega iglesias evangélicas con doctrinas falsas, y los múltiples casos de corrupción que hemos visto en el gobierno.
Si la sabiduría es necesaria, ¿dónde la encontramos? Santiago 1:5 dice: “Si alguno de ustedes requiere de sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios se la da a todos en abundancia y sin hacer ningún reproche”, mientras que Proverbios 1:7 dice “El principio de la sabiduría es el temor al Señor”. Dios es la fuente de sabiduría, y la sabiduría es temor a Dios, o el reconocimiento de que necesitamos de Dios en todo los que hacemos en la vida. Al hablar de dinero, la sabiduría financiera es usar nuestro dinero de maneras que vayan a la par con los propósitos de Dios. ¿Cuáles son esos propósitos de Dios para el dinero? ¿Qué nos dice la Biblia en cuanto al dinero?
“Los que aman el dinero nunca tendrán suficiente. ¡Qué absurdo es pensar que las riquezas traen verdadera felicidad! Cuanto más tengas, más se te acercará la gente para ayudarte a gastarlo. Por lo tanto, ¿de qué sirven las riquezas?…” Eclesiastés 5:10-11; “Diles que usen su dinero para hacer el bien. Deberían ser ricos en buenas acciones, generosos con los que pasan necesidad y estar siempre dispuestos a compartir con otros.” 1 Timoteo 6:18; y «Sé vivir con limitaciones, y también sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, tanto para estar satisfecho como para tener hambre, lo mismo para tener abundancia que para sufrir necesidad; 13 ¡todo lo puedo en Cristo que me fortalece!» Filipenses 4:12-13.
¿Qué dijo Jesús en cuanto al dinero? “Manténganse atentos y cuídense de toda avaricia, porque la vida del hombre no depende de los muchos bienes que posea” Lucas 12:15; “Vendan sus posesiones y den a los que pasan necesidad. ¡Eso almacenará tesoros para ustedes en el cielo!” Lucas 12:33; “Ningún siervo puede servir a dos señores, porque a uno lo odiará y al otro lo amará. O bien, estimará a uno y menospreciará al otro. Así que ustedes no pueden servir a Dios y a las riquezas.” Lucas 16:13; y “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, a que un rico entre en el reino de Dios” Marcos 10:25.
Al analizar la Biblia, y en particular las palabras de Jesús, los propósitos de Dios para el dinero son: El dinero, en sí mismo, no trae felicidad (Eclesiastés 5); el dinero es un medio no un fin, y ese fin es hacer el bien (1 Timoteo 6); hay que vivir de forma sencilla, porque prosperidad no es tener mucho, sino lo necesario para vivir (Filipenses 4); hay que evitar el acumular riquezas innecesariamente, cuando hay personas en necesidad (Lucas 12); hay que cuidarse del dinero, porque podemos apegarnos a él más de lo que quisiéramos (Lucas 16); y tener dinero es una gran responsabilidad (Marcos 10).
Juan Wesley, fundador del movimiento metodista, desarrolló tres reglas generales para el uso del dinero, basadas en estos principios bíblicos: Gana todo lo que puedas, ahorra todo lo que puedas, da todo lo que puedas. Cuando hablamos de ganar todo lo que podamos, Proverbios 10:4 nos dice: “Las manos negligentes llevan a la pobreza; las manos diligentes conducen a la riqueza.” Siempre que sea de manera honesta, no está mal ganar todo el dinero que podamos. Ahora bien, Wesley pone tres condiciones a la hora de ganar dinero: 1) cuidar el cuerpo: “ninguna ganancia debe inducirnos a participar en cualquier clase de labor que esté acompañada de tan arduo trabajo, o por tan largas jornadas, que dañen nuestra constitución física”; 2) cuidar la mente: “debemos ganar todo lo que podamos sin dañar nuestra mente, más que nuestro cuerpo; porque tampoco debemos lastimar ésta. Debemos preservar a toda costa el espíritu de una mente sana.”; y 3) cuidar al prójimo: “debemos ganar todo lo que podamos sin perjudicar a nuestro prójimo…¿no son partícipes de la misma culpa, ya sean cirujanos, boticarios, o médicos, quienes juegan con las vidas o la salud de las personas para aumentar su propia ganancia? ¿Quiénes a propósito prolongan el dolor y la enfermedad que pueden curar con prontitud? ¿Quiénes prolongan la cura del cuerpo de sus pacientes para saquearles el dinero?”
Cuando hablamos de ahorrar todo lo que podamos, Proverbios 13:11 dice: “Las vanas riquezas pronto se gastan; el que trabaja y las guarda las hace crecer.” Miseria no es lo mismo que ahorro; miseria es no gastar en lo necesario, mientras que ahorra es gastar en lo necesario y tener para emergencias o tiempos de escasez. Para Wesley era importante ahorrar, para tener dinero para cosas más importantes: “Cuando sacas dinero del bolsillo para satisfacer la vista, pagas mucho para aumentar tu curiosidad y por un apego mucho más fuerte a estos placeres, que perecen en el mismo momento de practicarlos. Cuando compras cualquier cosa que la gente usa como motivo de aplauso, estás comprando más vanidad. ¿No tenías ya suficiente vanidad, sensualidad o curiosidad? ¿Había necesidad de agregar más? Y, ¿pagarías también por ello? ¿Qué clase de sabiduría es ésta? ¿No sería una tontería menos loca tirar literalmente tu dinero al mar?”
Cuando hablamos de dar todo lo que podamos, Proverbios 11:25 nos dice: “Da todo lo que puedas: El generoso prosperará, y el que reanima a otros será reanimado.” Wesley dijo: “cuando el dueño del cielo y la tierra te creó y te puso en este mundo, no te instaló como propietario, sino como mayordomo…Si deseas ser mayordomo fiel y sabio de la porción de los bienes del Señor que ha depositado en tus manos…primero, provee lo necesario para ti; segundo, provee lo mismo para tu esposa, tus hijos, y para cualquier otra persona que viva bajo tu techo…tercero, haz bien a los de la familia de la fe.”
En resumen, Wesley dice: “Gana todo lo que puedas, sin perjudicarte a ti mismo o a tu prójimo… ahorra todo lo que puedas, evitando cualquier gasto que sirva sólo para cultivar deseos absurdos…da todo lo que puedas, o en otras palabras, da a Dios todo lo que tienes. Da a Dios, no el diez por ciento, ni la tercera parte, ni la mitad, sino todo lo que es de Dios.”
Todos/as tenemos prioridades: aquellas cosas, actividades o escenarios que se llevan lo mejor de nuestro dinero. ¿Cuáles son estas prioridades? ¿Invierto mi dinero en cosas, actividades o escenarios que valen la pena? ¿Gano el dinero cuidando mi cuerpo, mente y el prójimo? ¿Vivo de forma sencilla, ahorrando sin llegar a la miseria? ¿Puedo desprenderme de mi dinero para hacer el bien a quienes tienen necesidad? Si Dios nos preguntara que quisiéramos, ¿qué diríamos? No necesitamos dinero, necesitamos sabiduría…