Hechos 5:1-11
A tan solo un par de semanas celebraremos nuevamente otro aniversario de la Reforma Protestante. Liderados/as por Martín Lutero, y el Espíritu Santo, surge un movimiento que provocó el nacimiento de una nueva iglesia: la iglesia protestante. Celebrar un año más de la Reforma Protestante es afirmar que la iglesia ha podido superar, con la ayuda de Dios, aquellas debilidades que provocaron que la iglesia se desenfocara de su misión, y buscara ser servida, más que servir. Hoy, a solo días de celebrar una vez más este gran evento, quisiera afirmar que la Reforma Protestante no ha culminado, y que la iglesia sigue siendo vulnerable ante la tentación de desenfocarse de su misión de servir y transformar el mundo, y por el contrario, servirse a sí misma.
Cuando Martín Lutero afirmó en su primera serie de tesis que la justificación (la salvación) venía por la fe en Jesucristo, y no por las obras, su expectativa era atraer la atención de toda la iglesia. Sin embargo, la historia nos dice que solo el círculo académico de Wittenberg afirmó las tesis de Lutero. La iglesia no se conmovió con su discurso, aunque el mismo tenía el potencial de revolucionar el sistema penitencial de la iglesia, que afirmaba que la salvación no era un regalo de Dios. Para su sorpresa, es cuando Lutero presenta una segunda serie de tesis el 31 de octubre de 1517, en donde ataca la venta de indulgencias, que la iglesia le persigue. El Papa León X había autorizado a Alberto de Brandeburgo la venta de indulgencias, ya que quería ocupar puestos en la iglesia; además de que también vendía indulgencias en Alemania para terminar la Basílica de San Pedro. El encargado de vender la salvación por medio de las indulgencias fue Juan Tetzel, quién era inescrupuloso al vender, y afirmaba que «dejaban al pecador más limpio que al salir del bautismo» y «tan pronto la moneda sonara en el cofre, el alma del pecador salía del purgatorio».
Al darle un vistazo a estos datos históricos, podemos ver que uno de los problemas principales (quizás el principal) que tenía la iglesia era que buscaba ser servida, en vez de servir al mundo. La iglesia buscaba lucrarse de las personas por medio del fraude y la mentira, lo que convertía a la iglesia en corrupta; la iglesia carecía de transparencia y autenticidad. Cuando hablamos de “iglesia”, reconocemos que no era la totalidad de la iglesia. La iglesia siempre es homogénea y diversa. Sin embargo, la historia evidencia cómo el liderato de la iglesia abusó del poder político y religioso para mentirle a las personas, enseñando doctrinas que no iban a la par con los valores del Reino de Dios modelados por Jesucristo. El liderato de la iglesia se desenfocó, y prefirió autopresevarse en el poder, antes que cumplir con su misión de salvar, sanar y transformar al ser humano. Es decir, la iglesia inclinó su balanza hacia el “yo”, hacia el individualismo, hacia la ganancia personal, antes que servir a los demás como Jesús lo hizo. La iglesia prefirió poner la tradición de la iglesia por encima de la Palabra de Dios encarnada (Jesucristo) y de la misión que Jesús mismo les dejó.
Esto parece todo un escándalo, y efectivamente lo fue. Sin embargo, no es la primera vez que sucede. Hechos 5 nos narra la historia de dos discípulos de Jesús, Ananías y Safira, que lamentablemente cayeron en el mismo error de la mentira, el fraude, la corrupción, y el buscar al lucro personal por encima de cumplir con la misión. Lucas nos narra que esta pareja vendió un terreno, y en vez de dar ese dinero a la iglesia para que lo distribuyera entre los más pobres, decidió quedarse con una parte de la ganancia. La expectativa era que ambos siguieran los pasos de personas como Bernabé, quién vendió sus posesiones y entregó el dinero a los apóstoles, según nos narra el capítulo 4 de Hechos.
La realidad es que no era obligado que la comunidad cristiana vendiera sus propiedades y dieran ese dinero a los apóstoles. El mismo Pedro le dice a Ananías que era su decisión la de vender el terrero y la de dar el dinero a la iglesia. Sin embargo, Ananías y Safira decidieron vender la propiedad, pero no fueron transparentes ante el liderato de la iglesia. Ananías y Safira le mintieron a la iglesia cuando decidieron quedarse con parte del dinero de la propiedad. El pecado de esta pareja fue de mala administración o de corrupción, porque rompieron el pacto que habían hecho con la comunidad, de que al vender la propiedad, el dinero iba a ser dado para los más necesitados. Repito: esta pareja no estaba obligada a vender su propiedad, pero sí estaba obligada a cumplir con el pacto de vida en comunidad. Ananías y Safira cometieron fraude financiero al ponerse a ellos mismos como recipientes de la ganancia que debía ser para la comunidad; se pusieron a ellos mismos por encima de la misión de la iglesia de servir, y no ser servidos.
Ante esta realidad, Pedro los confronta. Pedro afirma que el Espíritu Santo no pudo haberlos guiados hacia esa decisión. Ante esta confrontación, ambos mueren; primero Ananías, y luego Safira. ¿Cuál fue el resultado de la corrupción, la mentira, el fraude, el lucro personal, y poner la misión de la iglesia y la vida en comunidad en segundo plano? La muerte. No quiero ser exagerado, y mucho menos dramático; pero en efecto fue la muerte. Lo que me lleva a pensar que el resultado de la corrupción, la mentira, el fraude y el lucro personal en la iglesia es precisamente la muerte de la misma. El contexto que existía en la iglesia en el siglo 16 cuando Lutero presenta sus tesis fue precisamente de muerte. La iglesia estaba muerta, no porque no existiera, sino porque no tenía razón de existir. Existía, pero sin misión, y eso es como estar muerta. Una iglesia que escoge ser servida en vez de servir, es una iglesia que está muerta, y al estar muerta, no puede sanar, salvar y transformar el mundo. Por el contrario, ese estado de muerte es el que le lleva desesperadamente a otros medios, como el poder, para mantenerse viva, aunque sea sin tener el impacto que debe tener en la sociedad.
Si el resultado de la corrupción es la muerte (o existir sin misión y relevancia en el mundo), ¿qué debemos hacer como iglesia hoy día, si no queremos morir o existir sin misión? Necesitamos entender que la iglesia está para servir la misión que Jesús nos dejó, y no caer en la tentación de usar la misión de Jesús para servirnos a nosotros mismos. En una ocasión, Jesús y sus discípulos comieron las espigas de un campo de trigo durante el día de reposo. Ante la crítica de los fariseos por no cumplir la ley, Jesús le dio una contestación demasiado de extraordinaria: “yo les digo que aquí está uno mayor que el templo. 7 Si ustedes supieran lo que significa Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenarían a los inocentes; 8 porque el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo.” Jesús les afirmó que por encima de la ley, estaba Jesús mismo y su misión de sanar y transformar al ser humano.
¿Cuántas veces convertimos las tradiciones humanas en leyes que nos impiden cumplir con la misión? ¿Cuántas veces la tradición nos lleva al legalismo? ¿Cuántas veces le damos más poder a la tradición humana que a Jesucristo mismo y sus enseñanzas? La tradición cristiana, en la mayoría de los casos, tiene el fin de cumplir la misión; pero no podemos ignorar que en muchas ocasiones, como le ocurrió a Ananías y Safira, y a la iglesia del siglo 16, la tradición nos puede llevar a la corrupción y al lucro personal. ¿Cómo? Cuando creamos tradiciones no Cristocéntricas que buscan que la misión sirva a la iglesia, más que la iglesia a su misión.
¿Quieren algunos ejemplos de tradiciones cristianas no Cristocéntricas del siglo 21 que buscan más que la misión sirva a la iglesia, que la iglesia a su misión? La creación de programas y actividades en las iglesias que giran alrededor de sus cultos de adoración, ignorando su misión en la comunidad. Las redes apostólicas que promueven la idea de que los profetas y apóstoles gobiernan la iglesia. La construcción templos lujosos para albergar la presencia de Dios. Administraciones financieras cerradas que nadie puede cuestionar. El uso de plataformas y redes sociales que giran alrededor de los/as líderes de las iglesias, y quitan a Cristo del centro. Las mentiras que decimos al ofrendar de que tan pronto pongan su ofrenda en el platillo, Dios les va a multiplicar sus bienes. El comprar los últimos libros del/a predicador/a más famoso/a sin primero haber leído lo que Cristo dijo en los evangelios. El buscar que nuestros gobiernos sean cristianos, en vez de creer en la libertad religiosa y en que el poder de la iglesia no viene por estar respaldada por un gobierno, sino por el Espíritu Santo y por predicar la Palabra de Dios. Las jerarquías familiares en donde en donde solo algunas personas con ciertos apellidos pueden aspirar a ser pastores/as.
A pesar de que hemos crecido mucho como iglesia desde la Reforma Protestante, no hay duda de que la Reforma Protestante dio vida a una nueva iglesia, pero no a una iglesia perfecta. Todavía seguimos luchando con la mentira, el fraude, la corrupción, y el buscar el lucro personal por encima de cumplir con la misión. La Reforma todavía no ha terminado, por lo que es necesario un espíritu de humildad, transparencia y autenticidad en la iglesia. El resultado de la Reforma Protestante fueron rebeliones que dividieron la iglesia católica, hasta el punto que en 1532 se tuvo que firmar la paz en católicos y protestantes. Si Martín Lutero estuviera hoy en la iglesia, ¿qué diría sobre el efecto de la Reforma en nuestra iglesia? ¿Es la iglesia protestante la iglesia por la cual él y muchas más personas lucharon? ¿Somos la iglesia que Jesús nos llamó a ser? La Reforma no ha terminado…
Mensaje muy pertinente para nuestro tiempo. DLB.