Hechos 9:1-21
Luego de seis semanas, hoy llegamos al final de la serie La esperanza tiene manos: las tuyas. El fin de esta serie ha sido entender que nosotros no vamos a la iglesia: nosotros somos la iglesia. Esta diferencia es fundamental, porque al vernos como la iglesia, nos vemos a nosotros mismos como el cuerpo de Cristo que tiene una misión en el mundo: colaborar con Dios en su deseo de transformar integralmente al ser humano. Decir que “vamos a la iglesia” es pensar que cumplimos la misión al congregarnos, cuando la misión se cumple cuando somos los instrumentos de Dios en el mundo, y no solo en nuestro templo.
¡Qué mejor forma de cerrar esta serie que con la celebración del Día del Laicado! Laicado significa pueblo; por lo que hoy es el día del pueblo, la iglesia, la congregación. Hoy celebramos que tod@s somos parte de la misión y que tod@s somos útiles para construir el Reino de Dios aquí y ahora. Hoy, al celebrar el Día del laicado, quisiera celebrar que Dios usa todo lo que somos, nos usa a todos, y nos usa en todo. Para esto, veremos la vida, conversión y ministerio de Pablo.
El libro de los Hechos nos narra la conversión al cristianismo de un hombre llamado Saulo (nombre hebreo); a quién también conocemos como Pablo (nombre latín). Esta historia es contada tres veces por Lucas, muy probablemente para afirmar la importancia que tuvo Pablo en el desarrollo de la iglesia cristiana, y en la meta de que evangelio llegara desde Jerusalén hasta lo último de la tierra. Saulo era el principal perseguidor de la iglesia cristiana, y luego de convertirse al evangelio, pasa a ser el principal predicador del cristianismo. De camino a Damasco (una ciudad muy importante en lo que hoy llamamos Siria), este perseguidor de la iglesia es encontrado por Cristo:
“Pero sucedió que de pronto en el camino, ya cerca de Damasco, lo rodeó un poderoso haz de luz que venía del cielo 4 y que lo hizo rodar por tierra, mientras oía una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» 5 Y él contestó: « ¿Quién eres, Señor?» Y la voz le dijo: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues. [Dura cosa te es dar de coces contra el aguijón. 6 Él, temblando de temor, dijo: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” Y el Señor le dijo:] Levántate y entra en la ciudad. Allí se te dirá lo que debes hacer.”
A raíz de este encuentro, Pablo quedó ciego; pero tuvo una visión de que un hombre llegaba hasta él y le imponía sus manos para que recobrara la vista. Al llegar a la ciudad, Dios envió a un hombre llamado Ananías para que llegara hasta Pablo y le impusiera las manos, de manera que Pablo recobrara la vista y fuera lleno del Espíritu Santo. Ananías recibe entonces el llamado de Dios para ir hasta Pablo y ésta fue la conversación:
“Ananías respondió: «Pero, Señor, he sabido que este hombre ha tratado muy mal a tus santos en Jerusalén. 14 También sé que los principales sacerdotes le han dado autoridad para aprehender a todos los que invocan tu nombre.» 15 Y el Señor le dijo: «Ve allá, porque él es para mí un instrumento escogido. Él va a llevar mi nombre a las naciones, a los reyes y a los hijos de Israel. 16 Yo le voy a mostrar todo lo que tiene que sufrir por causa de mi nombre.”
Ananías respondió al llamado de Dios y fue un instrumento para que Dios sanara y comisionara a aquel que sería el personaje más importante del cristianismo luego de Jesucristo. Ananías fue el instrumento que Dios usó para que Pablo pasara de perseguidor a predicador. Es importante señalar que Ananías dudó que Dios pudiera usar a Pablo como un instrumento suyo. Ananías pensó que era muy difícil que Dios usara a una persona como Pablo.
¿Qué podemos aprender de esta experiencia? ¿Por qué es tan especial esta conversión de Pablo? En primer lugar, esta experiencia afirma que Dios le regala la salvación a todo ser humano, no importa quién sea o qué haya hecho. En segundo lugar, este regalo de salvación cambia radicalmente la vida de los seres humanos. En este caso, Pablo pasa de ser el principal perseguidor al principal predicador del cristianismo. En tercer lugar, Dios usó todo lo que era Pablo para usarlo como instrumento suyo en el mundo.
¿Quieren saber cómo Dios usó todo lo que era Pablo? Pablo tenía nacionalidad doble. Era hijo de judíos que se habían movido hasta Roma; por lo que nació en Tarso de Cilicia y obtuvo también su ciudadanía romana. Hablaba arameo y griego. Tuvo una formación académica y religiosa rigurosa. Estudió en una universidad de renombre en Tarso, en donde fue expuesto a las corrientes filosóficas de su época, convirtiéndolo en un filósofo e intelectual. Además, por sus raíces judías se unió a los fariseos en Jerusalén; teniendo así la oportunidad de conocer profundamente la ley judía. Se dice que era contemporáneo con Jesús, y pudo estar en los mismos lugares que él.
Esta mezcla que tenía Pablo en términos de nacionalidad, formación religiosa y académica, hacían de Pablo una persona que conocía y dominaba lo judío como lo gentil. Cristo vio esto, y dijo: “Yo necesito a Pablo del lado de acá…”. Como cristiano, Pablo entonces se convierte en el principal instrumento que Dios usó como puente entre el mundo judío y el gentil. Pablo es quién lucha en la iglesia cristiana para que el evangelio llegara del mundo judío al gentil. Pablo fue el principal misionero del cristianismo por toda Asia Menor, fundando iglesias que luego le darían fuerza al cristianismo en el mundo gentil. Las cartas que Pablo dirigió a estas iglesias son las que hoy tenemos en el Nuevo Testamento como libros que nos explican lo que es el cristianismo: Corintios, Gálatas, Filipenses, Colosenses, Tesalonicenses, entre otras.
¿Qué nos enseña la vida de Pablo? Que Dios quiere salvar a toda la humanidad, no importa quién sea para la sociedad, o el pasado oscuro que pueda tener; y que al salvarnos, nos convierte en sus instrumentos, usando todo lo somos: Dios lo usa todo. En las manos de Dios, todas nuestras experiencias de vida tienen propósito. La crianza, formación académica, formación religiosa, capacidades que hemos desarrollado; Dios lo usa todo para que seamos instrumentos para cumplir con la misión de ayudar a otras personas a aceptar y experimentar el amor de Dios. Dios usa lo que sabemos hacer y lo que nos gusta hacer, aunque pensemos que eso no tenga cabida en los propósitos de Dios.
¿Por qué Dios usa todo lo que somos? Porque tod@s somos necesarios y útiles en el cuerpo de Cristo. 1 Corintios 12 dice “El cuerpo humano tiene muchas partes, pero las muchas partes forman un cuerpo entero…Lo mismo sucede con el cuerpo de Cristo. ¡Qué extraño sería el cuerpo si tuviera solo una parte! 20 Efectivamente, hay muchas partes, pero un solo cuerpo. 21 El ojo nunca puede decirle a la mano: «No te necesito». La cabeza tampoco puede decirle al pie: «No te necesito». 22 De hecho, algunas partes del cuerpo que parecieran las más débiles y menos importantes, en realidad, son las más necesarias.”
Dios no solo usa todo lo que somos, nos usa a tod@s; aun aquellos/as que pensamos que son menos importantes. En el cuerpo de Cristo tod@s cabemos, y tod@s tenemos una función que cumplir. Dios lo hace así porque la diversidad es necesaria y buena para poder cumplir con la misión de testificar al mundo del amor de Dios y construir su Reino. El cuerpo de Cristo es un equipo, en donde nos complementamos unos a otros, y nos ayudamos unos a otros a cumplir con el llamado o la función particular que tenemos en el equipo. Por eso es que hay que tener cuidado de excluir a la gente, y de creer que hay personas no tienen algo que aportar.
En la psicología hay algo que se llama profecías autorrealizables: predicciones que hacemos que por tanto repetirlas se hacen una realidad. Si usted le recuerda a alguien que no sirve, que no es suficiente y que no podrá, usted estará colaborando para en efecto eso pase. Si usted le recuerda a alguien que su vida tiene propósito y que Dios le va a usar con poder, usted estará colaborando para que eso suceda. Como Dios nos usa a tod@s, a la gente que está empezando a servir, en vez de recordarle su pasado oscuro o que no son lo suficiente para servir, hay que recordarles que en Cristo ahora disfrutan de una nueva vida y que cuentan con todo nuestro apoyo. Marcos 9:42 dice “A cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, más le valdría que le colgaran al cuello una piedra de molino, y que lo arrojaran al mar”. Por otro lado a la gente más madura en edad y en la fe cristiana, tampoco se le puede excluir pensando que ya no tienen algo que aportar. La Biblia está llena de ejemplos de personas que fueron instrumentos de Dios en su madurez. Proverbios 20:29 dice: “La gloria de los jóvenes es su fuerza; las canas de la experiencia son el esplendor de los ancianos.”
Por último, Dios nos usa en todo, y no solo para grandes tareas. En la mayoría de los casos, Dios nos usa para pequeños actos de amor en la vida cotidiana y en la iglesia. En el cuerpo de Cristo no hay tareas grandes o pequeñas: toda tarea es importante. En el cuerpo de Cristo no hay jerarquías, solo siervos/as de Cristo. Jesús dijo en Mateo 20:26-27 “El que quiera ser líder entre ustedes deberá ser sirviente, 27 y el que quiera ser el primero entre ustedes deberá convertirse en esclavo.” Sirvamos sin vergüenza en donde Dios nos invite; toda tarea es digna.
No nos subestimemos, no creamos que somos poco. Dios tiene propósito para nuestras vidas. Dios usa todo lo que somos, Dios nos usa a tod@s, y Dios nos usa en todo; así como usó a Pablo, quién pasó de ser el gran perseguidor al gran predicador de la iglesia cristiana. Dios lo usa todo.
Hermoso mensaje que nos ayuda a entender que tod@s somos útiles y necesarios en la obra del Señor. Espero que la actividad del Día del Laicado haya sido una motivación para que la Iglesia se entusiasme a trabajar. Dios lo bendiga Pastor por su esfuerzo y gran labor.
Motivador mensaje que nos anima a servir no importando nuestra condición. Dios te bendiga !!!