Juan 21:15-19
Hoy culminamos la serie de predicaciones Creeré; serie que ha estado basada en la resurrección de Jesús. La resurrección es el evento que nos recuerda que de la misma forma en que Jesús resucitó y pasó de la muerte a la vida, nosotros también podemos resucitar con Cristo, y pasar de la muerte a la vida. Esa fue la experiencia de los discípulos cuando Jesús se acercó a ellos en medio del estado de muerte en que se encontraban luego de la crucifixión; y pudieron pasar del miedo a la paz, del sin sentido al propósito, y de la duda a la fe. Creer en Jesús cambia la vida. ¡Cristo es real!
Hoy, veremos el momento en que Pedro también pasa de la muerte a la vida, con la ayuda de Jesús. En el caso de Pedro, veremos que ante la posibilidad de que Pedro se quedara en un ciclo caracterizado por la autocompasión, el lamento y la culpa (por haber negado a Jesús), Jesús perdonó a Pedro; y le invitó a perdonarse, aprender del error y volverlo a internar. Para Pedro, volver a la vida, era volver a creer en él mismo, y retomar su llamado. Hoy, al estudiar el encuentro entre Pedro y Jesús, aprenderemos a no paralizarnos ante nuestros errores y a volverlo a intentar.
En el capítulo 20 nos encontramos con un grupo de discípulos que estaban escondidos por miedo a ser encarcelados o asesinados por ser seguidores de Jesús. Estaban en un estado de confusión, incertidumbre y desesperanza. Entre ellos había un caso particular: Pedro. Pedro había negado a Jesús. No sabemos el detalle de cómo Pedro estaba manejando este error, pero no hay duda de que aun luego de haber visto al Jesús resucitado, Pedro estaba lidiando con la culpa y la incertidumbre de cuál sería su rol en esta nueva etapa de los discípulos. Pedro había recibido, al igual que el resto de los discípulos, la encomienda de predicar el evangelio; pero probablemente dudaba si sería nuevamente el líder entre ellos.
En el capítulo 21 ocurre algo extraordinario: Jesús se acerca nuevamente a los discípulos, y en particular a Pedro. Había unos asuntos pendientes entre Pedro y Jesús. Luego de la pesca milagrosa, los versos 15 al 19 nos presentan lo que ocurrió entre encuentro entre Pedro y Jesús:
15 Cuando terminaron de comer, Jesús le dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?» Le respondió: «Sí, Señor; tú sabes que te quiero.» Él le dijo: «Apacienta mis corderos.»16 Volvió a decirle por segunda vez: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?» Pedro le respondió: «Sí, Señor; tú sabes que te quiero.» Le dijo: «Pastorea mis ovejas.» 17 Y la tercera vez le dijo: «Simón, hijo de Jonás, ¿me quieres?» Pedro se entristeció de que la tercera vez le dijera «¿Me quieres?», y le respondió: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.18 De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te vestías e ibas a donde querías; pero cuando ya seas viejo, extenderás tus manos y te vestirá otro, y te llevará a donde no quieras.» 19 Jesús dijo esto, para dar a entender con qué muerte glorificaría a Dios. Y dicho esto, añadió: «Sígueme».
Muchos nos preguntamos por qué Jesús le hace la pregunta en tres ocasiones. Aunque existen muchas opiniones, no hay duda de que Jesús le hace esta pregunta en tres ocasiones, porque le estaba dando la oportunidad a Pedro de que de la misma forma en que él lo había negado tres veces, ahora tuviera la oportunidad de afirmar su amor por Jesús en tres ocasiones. Las tres preguntas son símbolo de la oportunidad que Jesús le estaba dando a Pedro de ser perdonado, por las tres veces en que lo había negado. Una pregunta importante sería, ¿por qué Jesús se tomó el tiempo para perdonar a Pedro? Les comparto tres razones.
En primer lugar, Jesús quería enseñarle a Pedro cómo es que los seres humanos debemos manejar nuestros errores: con misericordia, gracia y perdón. Jesús quería hacerle ver a Pedro que él entendía su humanidad desde que lo llamó para seguirle. Jesús le quería enseñar a Pedro que su humanidad no era una mala noticia y que lo importante no era la gravedad o la frecuencia de sus errores, sino cómo manejarlos. Con su acto de perdón, Jesús invitó a Pedro a recibir el perdón, a perdonarse a sí mismo y a dejar a un lado la culpa y la autocompasión. Jesús le estaba enseñando a Pedro que cuando los seres humanos cometemos errores, necesitamos recibir el perdón de otros, perdonarnos a nosotros mismos, aprender y volverlo a intentar.
En segundo lugar, Jesús sabía que mientras Pedro se mantuviera en el ciclo de la culpa y la autocompasión, Pedro no iba a poder cumplir con la misión que le había encomendado. Mientras Pedro no se perdonara, Pedro no iba a poder enfocarse y cumplir con su llamado, porque sus energías no iban a estar dirigidas hacia la misión, sino hacia la culpa, el lamento y la pena. ¿No es así como los seres humanos a veces nos pasamos la vida? ¿Invirtiendo nuestras energías en recordarnos nuestros errores, en vez de perdonarnos y enfocarnos en el siguiente paso? En ocasiones nos recordamos tanto nuestros errores, que nuestra visión de nosotros mismos cambia, y se afecta nuestra autoestima. Llegamos a pensar que somos fracasados e incompetentes. Al perdonarle, Jesús encarrila nuevamente a Pedro en lo que verdaderamente valía la pena: su llamado. Evidencia de esto es que luego de que Jesús perdona a Pedro, le dice: Apacienta mis ovejas. Luego del perdón, Pedro estaba listo y enfocado para retomar su llamado: pastorear.
En tercer lugar, Jesús perdonó a Pedro para que él mismo tuviera la experiencia de haber sido restaurado y sanado por Jesús. Para Pedro poder predicar la salvación, la sanidad y el poder del Espíritu Santo, necesitaba un encuentro personal con Jesús. Ese encuentro sería el punto de partida de su ministerio. En el caso de Pedro, su encuentro fue uno caracterizado por el perdón. ¿Cómo iba a impactar esta experiencia de perdón en su ministerio de pastorear? Pedro sabía lo que era ser perdonado y tratado con misericordia; y ahora sabía cómo él debía tratar a los demás cuando fallaran: con misericordia, gracia y perdón. El encuentro personal con Jesús no solo le enseñó a perdonarse a sí mismo, sino a perdonar a los demás. Pedro no solo aprendió que debía aprender de sus errores y volverlo a intentar, sino que no debía juzgar a los demás por sus errores, sino darles la misma oportunidad que Jesús le ofreció a él.
El encuentro entre Jesús y Pedro hizo que Pedro resucitara de la muerte a la vida. Pedro resucitó cuando fue perdonado y cuando se le dio una nueva encomienda de pastorear. Ante la posibilidad de una vida caracterizada por la culpa, la autocompasión y el lamento, Pedro pasó a una caracterizada por el perdón, el llamado y la compasión. Con la ayuda de Jesús, Pedro no permitió que su error le paralizara. Eso es vida plena y abundante: que nuestros errores no nos paralicen.
La realidad es, que no siempre recibimos el perdón de Dios, nos perdonamos, aprendemos y tratamos con misericordia a los demás. No siempre volvemos a creer en nosotros mismos y lo volvemos a intentar. Por el contrario, a veces somos muy duros con nosotros mismos y con los demás, e invertimos nuestras energías en recordarnos nuestros errores y castigarnos por ellos. En ocasiones nos definimos por nuestros errores, y en vez de mirar nuestras fortalezas y debilidades de una forma saludable, lo único que vemos son nuestros errores. Este error mental afecta nuestra autoestima, al punto de que nuestros errores nos mantienen en estados continuos de vergüenza que nos hacen sentirnos inferiores a los demás. Pero lo peor de todo, es que le damos a nuestros errores el poder de paralizarnos. Nuestros errores, en vez de ser oportunidades para nuestro crecimiento y desarrollo como personas, los convertimos en cadenas que nos atan a intentarlo nuevamente; dejando de asumir nuevos riesgos por miedo a fracasar. El problema es aún peor, porque de la misma forma en que nos tratamos a nosotros, tratamos a los demás: definiendo a las personas por sus errores, castigándoles por éstos y negándoles nuevas oportunidades.
¿Qué nos enseña Jesús en este encuentro con Pedro? Que de la misma forma en que Jesús trató a Pedro, es que debemos tratarnos a nosotros mismos y a los demás. Que ante nuestros errores y los errores de los demás debemos practicar la misericordia, gracia y perdón. Que debemos darnos la oportunidad de retomar nuestros llamados, ministerios y metas, así como Jesús le dio la oportunidad a Pedro; y darle esa misma oportunidad a los demás. Jesús nos enseña que debemos darle una nueva definición a la palabra error: una oportunidad para aprender y volverlo a intentar.
Quisiera compartir con ustedes algunas citas que van a la par con lo que Jesús nos enseñó en este encuentro:
- “El único error verdadero es aquel con el que nada se aprende”-John Powell
- “En dos palabras puedo resumir cuanto he aprendido acerca de la vida: Sigue adelante” -Robert Lee Frost
- “Lo que aprendemos a hacer lo aprendemos haciendo”–Aristóteles
- “Posiblemente los peores errores de nuestra vida, son los que no cometemos”
- “El error más grande lo cometes cuando, por temor a equivocarte, te equivocas dejando de arriesgarte en tu camino” -René Juan Trossero
- “Los errores que hay que evitar son aquellos que eliminan la posibilidad de volverlo a intentar”
Ante su error, Jesús no descalificó a Pedro, y tampoco nos descalifica a nosotros. ¿Por qué descalificarnos nosotros mismos? ¿Por qué descalificar a alguien? Todos somos importantes, todos tenemos un llamado y una misión que cumplir. 1 Pedro 4:10 dice: “Cada uno de ustedes ha recibido de Dios alguna capacidad especial. Úsela bien en el servicio a los demás.” Jesús nos invita a darnos una nueva oportunidad y dársela a los demás; nos invita a volver a creer en nosotros mismos y a volver a creer en los demás. No permitamos que nuestros errores nos impidan volverlo a intentar, ni que otras personas puedan tener una nueva oportunidad. Volvamos a creer. Vuelve a creer…
Que edificante mensaje. DLB