Juan 20:1-18
Hace solo dos días celebramos nuestra experiencia de Viernes Santo, reflexionando sobre lo que la cruz significó para Jesús, y lo que significa para nosotros hoy. Fuimos invitados a seguir a Cristo por el camino de la cruz. Hoy, nos movemos de escenario: desde la cruz hasta la tumba. Es en la tumba que el camino de la cruz coincide con el camino de la esperanza. Si la cruz es símbolo de muerte, la tumba es símbolo esperanza. Es en la tumba en donde podemos entender que la muerte no era la última parte del plan de Dios. Es en la tumba en donde entendemos que las malas noticias nunca son las últimas noticias; y que de la misma forma en que Jesús venció la muerte, algo que parecía imposible, Jesús tiene el poder para cambiar nuestra tristeza en alegría y nuestro dolor en esperanza. En la tumba entendemos que la resurrección es una invitación a reconocer el poder de Cristo, permitir que ese poder nos transforme y ser portavoces de la esperanza para un mundo que la necesita.
En la tumba es que se encontraba una mujer llamada María Magdalena. No es casualidad que sea una mujer la que está a tempranas horas del día llorando ante la tumba de Jesús. Jesús le había dado a las mujeres la importancia que la sociedad no le daba, y el agradecimiento de éstas se tradujo en fidelidad a lo largo de su ministerio, su crucifixión y ahora en la tumba. Es importante entender lo que estaba haciendo María allí: llorando. Los seguidores de Jesús, incluida María, estaban en duelo; ya que no tenían la muerte de Jesús en agenda. Lo que predominaba en las vidas de los seguidores de Jesús era desconsuelo, dolor y desesperanza. En la tumba, María representa la desesperanza de los seguidores de Jesús, y también la nuestra.
¿Cuántos de nosotros/as hemos vivido o estamos viviendo momentos de muerte? ¿Experiencias trágicas e inesperadas que nos han traído desconsuelo, dolor y desesperanza? La muerte de un familiar o un amigo, sueños rotos o no alcanzados, un divorcio, enfermedades que nos han recordado nuestra fragilidad humana, decepciones con las decisiones que han tomado nuestros hijos, el desempleo, situaciones familiares que se salieron de control, vacíos profundos que no se han podido llenar; experiencias de la vida que nos han dejado llorando, al igual que María, ante la tumba de lo que pudo ser y no fue. Experiencias que nos han marcado.
Ante su dolor, María busca el cuerpo de Jesús; pero no lo encuentra. Lo que sí encuentra son dos ángeles sentados en donde estaba el cuerpo de Jesús, que le preguntan: ¿Por qué lloras? Ante la pregunta de los ángeles, María contesta que se habían llevado a Jesús y no sabía dónde lo habían puesto. A todo esto, no sabemos si María estaba consciente de que estaba hablando con ángeles. A lo largo de la tradición bíblica, tanto en el Antiguo Testamento, como en el Nuevo, la presencia de ángeles ha sido una expresión para afirmar la presencia de Dios; los ángeles son la representación de Dios en la Biblia. Así que el evangelista Juan, al ubicar estos seres angelicales en escena, afirma que Dios estaba allí presente. Mejor aún, los ángeles son una indicación de que ante el dolor y la desesperanza de María, Dios estaba allí. Lo que nos quiere decir a nosotros que ante los momentos de dolor y desesperanza de nuestra vida Dios siempre está presente. Dios siempre llega a tiempo y nunca llega tarde, porque Dios nunca se va de nuestro lado. Lo que pasa es que no siempre nosotros lo podemos ver tan claramente, porque nuestros momentos de muerte nos desorientan.
Evidencia de la desorientación de María, es que luego de su diálogo con los ángeles, María se dio la vuelta y ve a Jesús, pero no se da cuenta de que era Jesús. Jesús estaba tan interesado en el dolor de María, que no tuvo problema en hacerle nuevamente la pregunta que los ángeles le habían hecho: “¿Por qué lloras?” Además, añadió, “¿a quién buscas?” Es interesante que Jesús hiciera esas preguntas; porque estoy seguro que Él sabía la respuesta a ambas preguntas. Entonces, ¿por qué las hace? Jesús hace las preguntas, no para saber la respuesta, sino para conectarse con María. Las preguntas son el instrumento que Jesús usó para mostrarle a María que se interesaba por su dolor. Sus preguntas fueron un puente que les conectó.
Jesús fue, es y será siempre un Dios cercano al ser humano. La razón principal por la cual Dios se hizo hombre en Jesucristo fue para conectarse profundamente con el dolor humano y traer salvación por medio de un hombre que entendió de primera mano este dolor. Hebreos 4:15-16 dice “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. 16 Por tanto, acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para cuando necesitemos ayuda.” Jesús sabe nuestro dolor, escucha nuestras oraciones y responde a nuestro clamor. Jesús dijo en una ocasión: “Pidan, y se les dará, busquen, y encontrarán, llamen, y se les abrirá. 8 Porque todo aquel que pide, recibe, y el que busca, encuentra, y al que llama, se le abre. 9 ¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? 10 ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? 11 Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan!” (Mateo 7).
Ante las preguntas de Jesús, María todavía estaba desorientada y pensó que Jesús era el jardinero; y le pidió que le dijera dónde estaba el cuerpo de Jesús, porque pensaba que él se lo había llevado. En esos momentos Jesús, lleno de empatía y amor, llama a María por su nombre: “¡María!” Es por medio de la voz de Jesús que María le reconoce y le contesta: “¡Raboni!”, que quiere decir maestro. La desorientación de María, causada por el dolor y la desesperanza, desaparece; y ahora María es llena de alegría y gozo porque su Maestro estaba vivo. Su momento de muerte y dolor se transformó en un momento de alegría y esperanza. Tanta fue la alegría, que parece ser que María quería abrazar a Jesús, pero Jesús no se lo permitió; sino que le invitó a decirles a los demás que había resucitado.
¿Qué significó ese encuentro de María con el Jesús resucitado? María estaba en duelo, y lo que predominaba en su vida era muerte, dolor y desesperanza. Sin embargo, al ver a Jesús resucitado, ella también resucitó: ¡pasó de la muerte a la vida! María experimentó lo mismo que el salmista cuando escribió:
“Has cambiado mi lamento en baile;
Desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría.
12 Por tanto, a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado.
Jehová Dios mío, te alabaré para siempre.”
Salmo 30:11-12
Quizás en ese momento María no lo entendió todo, no pudo hacer todas las conexiones entre lo que Jesús había enseñado y este momento, pero de algo estaba segura: Cristo verdaderamente era el hijo de Dios, Cristo había vencido la muerte, Cristo era real. La resurrección de Jesús le dio a María razones suficientes para creer en el poder de Jesús. Ese encuentro con el Cristo resucitado transformó a María, a tal nivel que salió a dar las noticias a los demás discípulos. El encuentro con Jesús fue tan transformador, que de estar en el camino del desconsuelo, el dolor y la desesperanza, María es llevada por Jesús al camino de la esperanza.
Hoy, Domingo de Resurrección, Jesús también quiere llevarnos del camino del dolor al camino de la esperanza. El camino de la esperanza es el camino en el que experimentamos a un Dios cercano. El camino de la esperanza es la experiencia en donde podemos acercarnos a Dios y entregarle nuestras vidas, incluyendo nuestros momentos de muerte, con la confianza de que nos escucha y nos responderá. Es el camino en donde ya no estamos solos/as enfrentando la vida, sino que tenemos un Dios que desea conectarse con nosotros día tras día, y en nuestros momentos de mayor aflicción nos llama por nuestro nombre y nos pregunta: ¿por qué lloras? El camino de la esperanza es el camino en donde Dios siempre llega a tiempo y nunca llega tarde, porque siempre está presente.
El camino de la esperanza es el camino en donde experimentamos a un Dios poderoso. Es el camino en donde por medio de la resurrección de Jesús tenemos la evidencia de que Cristo verdaderamente tiene poder para intervenir en las experiencias más complejas de la vida. Es el camino en donde, al igual que María, abrimos nuestros ojos en medio de nuestra desorientación y dolor, para reconocer que Dios tiene poder para hacer que las cosas que parecen imposibles sean posibles. Es el camino en donde afirmamos las palabras de Jesús en Marcos 10:27: “Esto es imposible para los hombres, pero no para Dios. Porque para Dios todo es posible.” Es el camino en donde creemos que las malas noticias nunca son las últimas noticias, y que algo Dios hará; así como venció la muerte y resucitó.
El camino de la esperanza es también el camino en donde experimentamos un Dios real. El camino de la esperanza es el camino en el cual mientras experimentamos a un Dios cercano y poderoso, testificamos que Cristo es real, tal y como lo hizo María. Es el camino en donde nuestra vida trasciende nuestras propias circunstancias, y queremos que otros/as puedan experimentar también el poder de Jesús y seguir el camino de la esperanza. ¿Por qué testificar que Dios es real? Porque el mundo necesita escuchar buenas noticias. Tus amigos/as, tu familia, tus compañeros/as de trabajo, tu pareja y tus vecinos/as pueden estar pasando un momento de muerte y dolor, y nosotros podemos ser los instrumentos que Dios use para acercarse a ellos/as en su dolor. El camino de la esperanza es para quienes no solo quieren encontrarse con Dios, sino ser instrumentos para que otros también lo hagan.
Juan 11:25-27 nos dice: “Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. 26 Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?» 27 Le dijo: «Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.»” El camino de la esperanza es para quienes están vivos físicamente, pero por dentro están muriendo, y necesitan volver a la vida; y es para quienes tienen vida plena y quieren continuar con esta vida plena aun cuando vengan los momentos de muerte a su vida. La vida es compleja, pero con un Dios cercano, poderoso y real la podemos enfrentar con esperanza. ¿Quieres hoy creer que Cristo es el hijo de Dios? ¿Quieres hoy escoger el camino de la esperanza?
“Éste es el día que el Señor ha hecho;
y en él nos alegraremos y regocijaremos.”
Salmo 118:24
Que bueno haber escogido el camino de la vida y permanecer en él!!