Mateo 5:21-27
¿Qué emociones y pensamientos vienen a ustedes cuando ven las siguientes fotos de personajes de la política puertorriqueña? Estoy seguro que no todos sentimos y pensamos lo mismo al ver las fotos. Cuando hablamos de política, la diversidad y las diferencias no son un problema en sí mismo, sino la forma en que sentimos, pensamos y actuamos al relacionarnos con otras personas. Hoy, al continuar con nuestra serie de predicaciones El poder de las palabras, estaremos viendo que todos/as tenemos derecho a asumir posturas políticas y a diferir, pero no debemos enojarnos, insultarnos y dividirnos a causa de las mismas. Mateo 5 nos ayudará a entender que todo ser humano tiene un valor sagrado ante Dios, no importa su postura política, y que debemos evitar el fanatismo. Además, Jesús nos recordará la importancia de ayunar de palabras que matan o destruyen relaciones, debido a diferencias políticas. Hoy, como hemos hecho en las pasadas dos semanas, recordaremos a Efesios 4:29 que nos dice: “No pronuncien ustedes ninguna palabra obscena, sino sólo aquellas que contribuyan a la necesaria edificación y que sean de bendición para los oyentes.”
Mateo 5 es el comienzo de lo que conocemos como las bienaventuranzas: una recopilación de discursos de Jesús sobre diversos temas y el Reino de Dios. Este gran discurso comienza en el capítulo cinco y termina en el siete. En el texto que leímos hoy, versos 21 al 27, se presenta la primera de seis antítesis de Jesús; en donde Jesús dice: “Ustedes oyeron que fue dicho…pero yo les digo…”. Con estas antítesis, Jesús presentó al pueblo lo que la Ley decía y lo que Él interpretaba acerca de la misma. La meta de Jesús con estas antítesis no era abolir o eliminar la ley, sino mejorarla, ampliarla e interpretarla correctamente. Lo que está detrás es una crítica al sistema religioso judío que interpretaba incorrectamente la Ley. Esta primera antítesis habla del enojo y el homicidio, y las próximas hablan del adulterio, el divorcio, los juramentos, la venganza y los enemigos. Veamos esta primera antítesis sobre el enojo y el homicidio, que será la Palabra de Dios para nosotros hoy:
“Ustedes han oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y que cualquiera que mate será culpable de juicio. 22 Pero yo les digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio, y cualquiera que a su hermano le diga “necio”, será culpable ante el concilio, y cualquiera que le diga “fatuo”, quedará expuesto al infierno de fuego. 23 Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y ve y reconcíliate primero con tu hermano, y después de eso vuelve y presenta tu ofrenda. 25 Ponte de acuerdo pronto con tu adversario, mientras estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. 26 De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que hayas pagado el último centavo.”
En esta primera antítesis, Jesús hace una conexión entre el enojo y el homicidio. El pueblo judío era juzgado por el acto de matar físicamente a una persona (tal y cómo lo presenta la Ley en Éxodo 20:13, Deuteronomio 5:17), pero ahora Jesús establece que enojarse con una persona y decirle palabras obscenas era causa de juicio. Con esta interpretación, Jesús amplía la definición de matar, y afirma que el enojo hacia una persona y las palabras obscenas son tan destructivas para el ser humano como el matar físicamente. ¿Por qué Jesús hace esta conexión entre el enojo y homicidio? ¿Por qué pone el enojo al nivel del homicidio? En primer lugar, para Jesús el odio y el enojo son la raíz de un homicidio; no habrá un homicidio si primero no hay odio y enojo hacia alguna persona. En segundo lugar, el enojo y el homicidio se relacionan porque cuando estamos enojados y llenos de odio, de nuestro interior salen palabras que destruyen relaciones y personas. El odio y el enojo no solo nos llevan a matar a una persona físicamente, sino emocional y espiritualmente.
Con esta interpretación de la Ley Jesús establece lo importante que es manejar nuestros estados de ánimo y pensamientos, porque el enojo y el odio nos pueden llevar a matar personas y relaciones por medio de nuestras palabras. Con esto, Jesús está dando valor a las relaciones humanas como parte de lo que significa la vida cristiana. Para Jesús es tan importante amar a Dios como amar a los demás. Jesús mismo resumió la ley en dos mandamientos: “Amarás al Señor tu Dios…y a tu prójimo como a ti mismo”. Siendo consistente con estos dos grandes mandamientos, Jesús no solo establece cómo podemos matar personas y relaciones con nuestras palabras, sino que hace la invitación a restaurar esas relaciones. Jesús dice que si una persona está enojada con otra, es necesario resolver el asunto y reconciliarse, antes de presentar su ofrenda en el altar. La ofrenda a Dios representa el amor a Dios y el reconciliarse con la otra persona el amor al prójimo. Para Jesús había que cumplir con ambas: amar a Dios y amar al prójimo.
En resumen, Jesús nos dice lo siguiente con esta antítesis: “Matar no solo se trata de hacer que otra persona muera físicamente, sino que comenzamos a matar a otra persona cuando la comenzamos a odiar y le destruimos emocional y espiritualmente con nuestras palabras. Por tanto, el mandamiento de NO MATARAS incluye el manejar nuestro enojo y no odiar, de tal forma que evitemos palabras que destruyan nuestras relaciones con los demás. Si estamos enojados con otra persona y la hemos insultado, es necesario reconciliarnos.” En palabras aún más sencillas, Jesús nos dijo: El enojo y el odio llevan a insultos, y los insultos destruyen relaciones.
Uno de los escenarios en que los seres humanos más nos enojamos, insultamos y dividimos es la política. ¿Por qué los seres humanos nos enojamos, insultamos y dividimos con el tema de la política? Porque nos ponemos los lentes de la política, y no nos quitamos los mismos. Los lentes de la política son aquellos que nos permiten ver y entender la dimensión política de la vida. En momentos dados de nuestra vida es necesario ponernos estos lentes para entender cómo funciona la política. Sin embargo, estos lentes no pueden usarse en exceso. Quedarnos con los lentes de la política todo el tiempo traerá dos consecuencias primarias: no poder reconocer el valor sagrado de cada persona, y el fanatismo.
Uno de los principios fundamentales del cristianismo, y del metodismo, es que toda persona tiene un valor sagrado ante Dios y merece respeto, no importando su edad, género, orientación sexual, ideas políticas o religiosas, familia de origen, nacionalidad, estatus económico o profesión, entre muchas otras. Si nos quedamos con los lentes puestos, somos tentados a olvidar este principio. Los lentes de la política nos hacen crear estereotipos o categorías (azules, rojos, verdes, anaranjados, púrpura), en donde ubicamos a las personas. Cuando hacemos esto todo el tiempo, se nos limita la capacidad para conocer a las personas, más allá de sus posturas políticas; no hacemos una separación entre la persona y sus ideas políticas. Peor aún, en el caso de que la persona tenga una postura política diferente a la nuestra, comenzamos a pensar negativamente de esa persona, de la misma forma en que pensamos negativamente de su partido o posturas políticas.
En muchas ocasiones, este pensamiento negativo se convierte en enojo, el enojo lleva a insultos, y los insultos llevan a destruir la relación. Los lentes de la política nos impiden darle el respeto que merece cada persona por ser creación de Dios, independientemente su postura política. ¿Ustedes saben quiénes son los que promueven estos estereotipos y nos invitan a mirar las personas por colores políticos? Entre muchas personas, principalmente nuestras familias de origen y los/as líderes políticos. Seamos sabios al seguir tradiciones familiares y político-partidistas tóxicas y dañinas que limitan el valorar y respetar a las personas como creación de Dios.
En segundo lugar, los lentes de la política nos llevan al fanatismo. Por definición, el fanatismo es una actitud o actividad que se manifiesta con pasión exagerada, desmedida y terca en defensa de una idea, teoría, cultura o estilo de vida. Hoy en día se usa mayormente para designar a las personas excesivas en su entusiasmo hacia una causa religiosa o política, hacia un deporte o pasatiempo, o hacia una persona a quien idolatra. Psicológicamente, la persona fanática manifiesta un apasionado e incondicional apego a una causa, un entusiasmo desmedido y una obsesión persistente hacia determinados temas, de modo obstinado, algunas veces indiscriminado y violento.
El fanatismo limita la capacidad de los seres humanos para hacer un juicio sobre las ideas o acciones de un partido o líder, para identificar lo bueno y lo malo. El problema del fanatismo no necesariamente es el contenido de lo que se cree, sino cómo se cree y cómo nos relacionamos con otras personas. El fanatismo no nos permite dialogar con otras personas que piensan diferente a nosotros, sino que nos lleva al apasionamiento y a la violencia física y verbal contra aquellos que difieren o no pueden ver las cosas como nosotros las vemos; perdiendo la oportunidad de relacionarnos con personas con las cuales podemos tener una relación enriquecedora.
¿Cómo le damos el valor sagrado a cada persona y evitamos el fanatismo que destruye relaciones? Usando los lentes de la política con cautela. No se puede pensar y actuar bien cuando todo los vemos desde la perspectiva política. Quitarse los lentes de la política es entender que por encima de los colores políticos, Jesús nos llama a darle valor a cada ser humano y a amarle. Quitarse los lentes nos ayudará a calmar nuestras pasiones, y así evitar el enojo que lleva a insultos; insultos que destruyen relaciones. Además, nos ayudará a no repetir los insultos, mentiras y medias verdades que salen de la boca de líderes políticos o defender asuntos que van en contra de nuestros valores cristianos.
Juan Wesley dijo lo siguiente: “No des lugar a un solo pensamiento que te lleve a separarte de tus hermanos, no importa si sus opiniones coinciden o no con las tuyas. Solamente porque alguien no está de acuerdo con todo lo que dices no significa que está pecando. No es ésta o aquella opinión esencial a la obra de Dios. Sé paciente con los que discrepan contigo. No condenes a los que no ven las cosas como tú las ves, o que piensan que es su obligación contradecirte, ya se trate de cosa grande o pequeña. Ten cuidado con la susceptibilidad, la irritabilidad o la renuencia a ser corregido. Ten cuidado con ser provocado a la ira a la menor crítica y con evitar a los que no aceptan tu palabra.”
Reconocer el poder de las palabras es entender que el enojo y el odio llevan a insultos, y los insultos destruyen relaciones. Cuando se trata de política, usemos los lentes de la política con cautela. Reconozcamos el valor sagrado de cada persona, no importando su postura política, y tomemos distancia de nuestras posturas políticas para así evitar el fanatismo. Por encima de nuestras posturas políticas está el mandato de Jesús de amar y valorar a los demás. Si por razones políticas nos hemos enojado, hemos comenzado a odiar, hemos insultado o sido violentos, Jesús nos invita a reconciliarnos, a buscar la paz, a pedir perdón, a restaurar la relación. ¿Divididos por la política? Nunca…
Tremendo mensaje!!!