Juan 3:16
Según data reciente, existen cinco religiones principales en el mundo: cristianismo, islam, hinduismo, budismo y judaísmo. De las cinco, el cristianismo continúa siendo la religión con mayores seguidores con un total de 2,200 millones, seguida por el islam con 1,600 millones, el hinduismo con 1,100 millones, el budismo con 500 millones, y el judaísmo con 14 millones. Estas estadísticas nos dejan ver que aproximadamente una tercera parte de la población mundial es cristiana (31.5%), casi una cuarta parte es musulmán (23.2%), un 16% no tiene religión, un 15% es hindú, 7% es budista, 6.7% de otras religiones, y 0.2% es judía. Ahora bien, mientras que el cristianismo ha crecido en un 5% en la pasada década, el islam ha crecido en un 110%, el budismo 170% y el hinduismo 237%. Esto quiere decir que el cristianismo no está creciendo al mismo ritmo que otras religiones. Ante estas estadísticas, una pregunta sale a mi mente: ¿Vale la pena ser cristiano? ¿Por qué seguir a Cristo y sus enseñanzas?
Este mensaje que voy a predicar tiene dos metas particulares. En primer lugar, quisiera explicar lo que es el cristianismo y mis razones para ser cristiano. Con esta explicación y con mi testimonio deseo alcanzar la segunda meta, que es la más importante: presentar a Cristo como “el camino, la verdad y la vida”, tal y como nos dice el evangelio de Juan 14:6, y que todas las personas que estamos aquí tengamos la oportunidad de tomar la decisión de seguir a Cristo e incorporarnos a una iglesia cristiana que nos sirva de apoyo en esta decisión. Si ya hemos tomado esa decisión en el pasado, esta predicación será entonces una oportunidad para afirmar nuestra decisión de ser cristiano/a, y de ser parte de una iglesia cristiana que nos sirva de apoyo en nuestra vida cristiana. Para lograr esta meta, deseo invitarles a leer un verso bíblico que resume lo que es el cristianismo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna”, Juan 3:16.
Cuando miramos este verso bíblico podemos dividirlo en tres partes. La INICIATIVA de Dios, la RESPUESTA del ser humano y el RESULTADO. Cuando hablamos de la iniciativa de Dios, este verso nos presenta “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito”. El cristianismo está basado en la firme creencia de un Dios de amor que busca la plenitud y bienestar del ser humano. Dios no es un viejo sentado en un trono que desde el cielo está mirando todas nuestras faltas como seres humanos para castigarnos. Dios es amor, por encima del juicio y de la condenación. Juan 3:17 dice “Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.” 1 Juan 4:9-10 dice “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros: en que Dios envió al mundo a su Hijo unigénito, para que vivamos por él. 10En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.” Dentro del cristianismo, todo comienza en Dios y en su amor por nosotros, y no en lo que tengamos que hacer como seres humanos para acercarnos a Dios.
Este amor incondicional de Dios hacia el ser humano le llevó a una decisión: enviar a su hijo Jesús para morir en una cruz por nuestros pecados. ¿Por qué Dios hizo eso? Dios nos podía amar sin tener que enviar a su hijo Jesucristo para morir por nosotros. ¿Por qué Dios se hizo hombre para ser crucificado en una cruz? Dios sabe de la capacidad que tenemos los seres humanos para amar como Él lo hace: incondicionalmente; pero también sabe de la capacidad que tenemos los seres humanos de pecar. El pecado es cualquier acto que nos aleje de Dios y de los demás, y que nos hace daño a nosotros mismos y a la creación; trayendo así muerte física, espiritual y emocional al ser humano. Ante esta incapacidad del ser humano de dejar de pecar por sus propias fuerzas, Dios tuvo y tiene un plan para liberar al ser humano del pecado. Dios pensó: “Si el ser humano no puede dejar de pecar por sus fuerzas, yo le voy a liberar de una vez y por todas del pecado: voy a hacerme ser humano para conocer de primera mano lo que significa ser humano, y para darme a conocer al mundo de una forma más directa”. Es entonces que Dios se hace humano a través de su hijo Jesucristo, quién vivió literalmente en la tierra hace aproximadamente dos mil años y conoció lo que significa ser humano; mientras nos enseñó lo que significaba amar a Dios y a los demás.
El plan de Dios era que Jesús fuera el sacrificio por el pecado de la humanidad, pero no un simple sacrificio. En aquella época las familias judías sacrificaban sus mejores animales para el perdón de sus pecados, tal y como Jehová se lo había indicado. Pero ahora Jesús iba a ser ese sacrificio que perdonaría no solo los pecados de una familia, sino de toda la humanidad. Jesús pagaría el precio de los pecados de esa generación y todas las demás hasta la eternidad. ¿Por qué Jesús debía ser el sacrificio? Porque Jesús era Dios y ser humano a la vez, y estaba libre de pecado. Ningún animal, y ningún otro ser humano podía liberar al ser humano de sus pecados, sino un sacrificio que estuviera libre de pecado; y solo Jesús, el hijo de Dios, podía ser ese sacrificio. Jesús entonces viene al mundo a través de una mujer llamada María, crece y se convierte en un maestro que enseñó lo que era el amor, el servicio, la verdadera paz y la justicia. Por estas enseñanzas Jesús es sacrificado en una cruz, cumpliendo así el plan de Dios.
Ahora bien, la muerte de Jesús no fue el fin, sino que al cabo de tres días resucitó. Con su resurrección Jesús nos enseñó que luego de morir y ser libres del pecado por medio de la cruz, el ser humano puede ahora resucitar a una nueva vida en donde el pecado no tiene dominio sobre el ser humano. Con la resurrección, Jesús nos enseñó que podemos vivir como Él vivió: amando a Dios y sirviendo a los demás. La pregunta importante entonces es: ¿Cómo el ser humano da paso a esa nueva vida? ¿Cómo el ser humano muere y es libre del pecado para resucitar a una nueva vida caracterizada por el amar a Dios y servir a los demás? Aquí viene la segunda parte de Juan 3:16, la RESPUESTA: “para que todo aquel que en él cree”. La resurrección es la forma en que Jesús nos enseñó que si creemos en Jesús como Salvador y aceptamos su sacrificio en la cruz para liberarnos de nuestros pecados, podemos dar paso a una nueva vida en Cristo caracterizada, ya no por el pecado y la muerte, sino por el amar a Dios y servir a los demás. Juan 11:25 dice: “Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”. Al día de hoy no hay evidencia física de la resurrección de Jesús, y esto para que entendamos que es un asunto de fe, de creer. No de creer sin utilizar la razón, sino que sobre todo, es un asunto de fe.
Cuando hablamos de la respuesta del ser humano, estamos hablando de que el ser humano tiene la oportunidad de agradecer a Dios por su amor incondicional, por haberlo librado del pecado y de la muerte, y por haberle dado una nueva vida. La respuesta del ser humano no conlleva hacer algo para ser libre del pecado y dar paso a una nueva vida, sino el reconocer que por nuestras propias fuerzas no somos capaces de morir al pecado, y que solo a través del sacrificio en la cruz de Jesús es que podemos morir al pecado y dar paso a la nueva vida. La respuesta del ser humano consiste en reconocer y aceptar ese amor de Dios. En el cristianismo, la salvación, o el ser libres del pecado, es un regalo que Dios le hace al ser humano. El rol del ser humano no es ganarse la salvación con buenas obras, sino el aceptar ese amor de Dios y creer en Jesucristo como Salvador. Esa fe es la que abre paso a la nueva vida en Cristo. La única respuesta del ser humano ante el amor de Dios es recibirlo y agradecerle con su vida entera.
Una vez el ser humano recibe este amor, viene el RESULTADO: “no se pierda, sino que tenga vida eterna”. Si el resultado del pecado sobre el ser humano es muerte física, espiritual y emocional, el resultado de aceptar el amor de Dios y creer en Jesucristo es la vida eterna. Esta vida eterna tiene dos dimensiones: el aquí y ahora, y lo que ocurre al morir. En el aquí y ahora, la nueva vida es la transformación que este amor de Dios hace en el ser humano, en donde “el Espíritu de Dios nos hace amar a los demás, estar siempre alegres y vivir en paz con todos. Nos hace ser pacientes y amables, y tratar bien a los demás, tener confianza en Dios, 23 ser humildes, y saber controlar nuestros malos deseos” Gálatas 5:22-23. En esta nueva vida Dios transforma nuestras prioridades, tal y como dice Colosenses 3:2 «Ya que han sido resucitados a una vida nueva con Cristo, pongan la mira en las verdades del cielo, donde Cristo está sentado en el lugar de honor, a la derecha de Dios. Piensen en las cosas del cielo, no en las de la tierra.» En esta nueva vida somos transformados por el amor de Dios para vivir como Jesús vivió: “Pues ni aun el Hijo del Hombre vino para que le sirvan, sino para servir a otros y para dar su vida en rescate por muchos”, Marcos 10:45. En esta nueva vida buscamos invertir nuestro tiempo, energía y dinero en aquellas cosas que valen la pena: servir a los demás y construir un mundo mejor. Ahora bien, al morir, esta vida eterna continuará, solo que en la presencia perfecta de Dios. Juan 11:26 dice “Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”.
En resumen, el cristianismo es resultado de un Dios de amor que envió a su hijo Jesús para liberarnos del pecado y darnos una nueva vida caracterizada por el amar a Dios y servir a los demás. Esta nueva vida la podemos disfrutar al creer en Jesús como Salvador y aceptar su amor incondicional. Yo he tenido la bendición de creer en Jesús como Salvador y aceptar su amor incondicional. ¿Por qué lo hice? 1) Porque Jesús fue real, existió y sus enseñanzas quedaron grabadas en la historia. Yo he leído lo que Jesús predicó y he entendido que sus enseñanzas acerca del amor, el servicio, la paz y la justicia le hacen bien a mi vida y al mundo. 2) Porque todo esto se trata, a diferencia de otras religiones, del amor de Dios hacia la humanidad. Soy cristiano porque disfruto de un Dios que por encima de todo ama, ama y ama. A través del ministerio público de Jesús podemos entender que la esencia de quién es Dios es amar a todas las personas incondicionalmente. Soy cristiano porque disfruto de un amor perfecto, que me inspira a amar de la misma forma; un amor que no juzga, que no excluye, que no condena, sino que salva, restaura, sana, y da nuevas oportunidades.
3) Porque este amor ha llenado mis vacíos más profundos. Con Cristo no tengo nada que buscar en ningún lugar: Cristo es suficiente para mí. Con Cristo en mi vida se ha hecho real esas palabras de Jesús en Juan 6:35 que dicen “Yo soy el pan de vida. El que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.” 4) Porque me ha transformado en un mejor ser humano. El amor incondicional de Dios cada día trabaja con las áreas más oscuras de mi vida, que muy pocas personas conocen. Con Cristo en mi vida mis debilidades son el mejor lugar para que Dios se haga presente y me transforme. 5) Porque le ha dado propósito a mi vida: El amor incondicional de Dios ha transformado mis prioridades, y me ha guiado a invertir mis talentos, mi energía y mi dinero en asuntos que verdaderamente valen la pena: servir a los demás y construir un mundo mejor. Mi vida tiene propósito gracias a Cristo: soy un instrumento del amor de Dios en el mundo. 6) Porque me ha dado vida después de la muerte. Juan 10:28 dice “Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.”
Ser cristiano/a, no se trata de hacer algo para recibir el amor de Dios. Se trata de creer en Jesús como Salvador y aceptar el amor de Dios. Muchos de nosotros tenemos dificultades con esta definición de cristianismo, porque no podemos entender que esto se trate solo de creer en Dios y recibir su amor. Se nos hace difícil entender que Cristo fue un regalo para la humanidad. Muchos creemos Dios nos ama si nos portamos bien, e incluso pensamos que tenemos que cambiar primero para ser cristianos o participar de una iglesia cristiana. Ya Dios se acercó a nosotros, nos amó, y nos quiere dar una nueva vida; todo eso sin que nosotros hagamos algo. Nuestra respuesta consiste es recibir este regalo de amor. ¿Quieres recibirlo hoy? Te invito a orar conmigo hoy:
“Señor Jesús: Quiero seguirte. Te doy gracias por tu amor incondicional hacia mí y lo recibo. Creo que eres el Salvador del mundo. Perdona mis pecados. Transforma mi vida, y ayúdame a conocerte, amarte y servirte. Quiero una nueva vida en ti. Amén”
Si ya eres cristiano/a, te invito a hacer la siguiente oración:
“Señor Jesús: continúo agradecido/a por tu amor. Ayúdame a conocerte, amarte y servirte más, y a amar a mi prójimo. Te entrego mi vida una vez más. Ayúdame a compartir tu amor con los demás, sin condiciones. Amén.”
Que maravilloso es creer en Jesucristo. DTB. Titi Aida