Isaías 65:17-25
Hoy continuamos con el segundo domingo de Adviento; siendo esta la época en que la iglesia acostumbra leer y estudiar pasajes de la Biblia que nos hablan de las futuras intervenciones de Dios en el mundo, también conocidas como profecías. Desde la perspectiva de Adviento, el nacimiento de Jesús es el evento central, porque es el cumplimiento de la profecía presentada al pueblo de Israel de que Dios enviaría a un Salvador o Mesías. En el calendario cristiano, la época de Adviento dura cuatro domingos, culminando el día de Navidad. Existe una tradición de encender una vela color púrpura por cada uno de los cuatro domingos de Adviento, en lo que conocemos como la corona de Adviento. En el centro de esta corona se encuentra una vela blanca que se enciende el día de Navidad. Cada una de estas velas tiene un significado particular: Esperanza, Paz, Gozo y Amor. La pasada semana, al estudiar Isaías 40, encendimos la vela de la esperanza. Hoy, con el texto de Isaías 65, encenderemos la vela de la paz.
El pasado domingo pudimos ver que el pueblo judío estaba cautivo en Babilonia, sin esperanza de regresar a su tierra. En el año 597 a.C. habían sido llevados como esclavos y en el 586 se les destruye su templo, lugar que les daba identidad como pueblo de Jehová. En el cautiverio Dios levanta a un profeta (540 a.C.), conocido como el 2do Isaías, para profetizar que Dios les perdonaba y que era tiempo de regresar a casa. Isaías les invitó a preparar camino: creer en la promesa y esperar la intervención de Dios. En efecto Jehová cumplió su promesa y en el 538 Ciro (emperador de Persia) les liberó para regresar a su tierra. Es importante señalar que solo una parte regresó a su tierra, ya que muchos no creyeron y otros decidieron no hacer el viaje de regreso a casa.
Cuando llegan a su tierra, los judíos se encuentran con que todo estaba en ruinas, incluyendo el templo. Aunque Jehová había cumplido su promesa de hacerles regresar a su tierra, el pueblo cae nuevamente en un estado de caos, porque no había estructuras sociales ni físicas que le dieran organización e identidad al pueblo. El pueblo tenía que empezar desde cero la reconstrucción de su ciudad; siendo la reconstrucción del templo el proyecto más importante. Ante este nuevo escenario, es que se levanta el 3er Isaías. A diferencia del 2do Isaías, el 3er Isaías no es un solo autor, sino una compilación de escritos que describen la situación del pueblo al llegar a su tierra y las profecías que se levantan de parte de Dios para el pueblo en ese nuevo contexto. El texto que hemos escogido hoy es uno en donde Jehová les promete que en medio de ese caos Él haría todas las cosas nuevas, y que el pueblo viviría nuevamente en paz. ¿Cómo se haría real esa paz en medio del pueblo? Por medio del trabajo en equipo y la cooperación entre unos y otros para reconstruir el templo.
Cuando el pueblo llega a su tierra, el proyecto principal que tenían era la reconstrucción del templo. El templo era símbolo de unidad y paz, porque era el lugar en donde se reunían juntos para adorar a Dios. El templo era el centro de todo. Sin embargo, a pesar de tener un gran entusiasmo por reconstruir el templo, en el pueblo existían rivalidades y divisiones que impedían la reconstrucción del mismo. Ante este contexto de división y de incapacidad para trabajar en equipo es que se levanta el 3er Isaías para profetizar paz: “El lobo y el cordero descansarán juntos, el león comerá paja como el buey, y la serpiente se alimentará con el polvo de la tierra. En todo mi santo monte no habrá aflicción ni nadie hará daño a nadie. Yo, el Señor, lo he dicho.” ¿Cuál fue la función de esta profecía? Esta profecía era el sueño de Dios para ellos. Era una profecía en donde se veía a todo el pueblo adorando en el templo en paz; ya que la referencia al monte santo es una referencia al templo. La profecía tenía la intención de motivar al pueblo a trabajar en equipo y en paz para poder disfrutar de un templo en donde las futuras generaciones pudieran adorar en paz. Si el pueblo se mantenía dividido, no lograría reconstruir el templo, y las futuras generaciones no disfrutarían de paz. Si se unían hoy, habría paz mañana. La profecía es entonces una invitación a hacerle un regalo a las futuras generaciones: el regalo de la paz.
No existe mucha diferencia entre el contexto del pueblo judío al regresar a su tierra, y el nuestro hoy día. Nuestro mundo, nuestro país y nuestro pueblo sufren de divisiones, rivalidades y enemistades que nos obstaculizan unirnos en proyectos que traigan paz a las futuras generaciones. La guerra que hoy vivimos en muchos lugares del planeta, en nuestro país y en nuestros hogares en muchas ocasiones es el producto de la incapacidad de las generaciones anteriores de trabajar en equipo y en cooperación. La falta de paz en el pasado ha traído que falte paz en el presente. La falta de paz en el Medio Oriente hoy es producto de siglos de conflictos entre judíos, cristianos y musulmanes. En Estados Unidos la división entre republicanos y demócratas, negros y blancos, hispanos y estadounidenses, no es de hoy. En Puerto Rico llevamos décadas divididos entre católicos y evangélicos, populares y estadistas. Ante este escenario, la visión y profecía del 3er Isaías se hace real entre nosotros y nos dice: Para que las futuras generaciones vivan en paz, necesitamos unirnos hoy. Necesitamos regalar paz a nuestras futuras generaciones. Ese es el mejor regalo que podemos darles.
¿Cómo podemos regalar paz hoy? En primer lugar, necesitamos aceptar las personas como son, y no buscar cambiarles o controlarles. La puerta que abre paso al diálogo y al trabajo en equipo es reconocer que somos diferentes, pero que nuestras diferencias no tienen que alejarnos; porque tenemos otros puntos en común. La paz se crea buscando lo que nos une, aunque reconocemos lo que nos diferencia. ¿Qué metas en común tengo con quienes me rodean? En segundo lugar, necesitamos practicar el perdón. Marthin Luther King dijo: “El que es incapaz de perdonar es incapaz de amar”. Perdonar es un regalo que damos a quien nos ofende, entendiendo que nosotros también pudiéramos ofender. La falta de perdón es una de las cosas que más nos aleja unos de otros. En tercer lugar, regalamos paz cuando evitamos la violencia con pequeños actos de solidaridad. Todos los días podemos ser solidarios con las personas al guiar, hacer compras, dialogar con nuestros hijos e hijas, hacer filas o relacionarnos con nuestros compañeros de trabajo. Un extraordinario pero pequeño acto de solidaridad incluye el acercarnos a personas que piensan diferente a nosotros y unirnos para una meta común. Nelson Mandela dijo en una ocasión: “Si quieres hacer la paz con tu enemigo, tienes que trabajar con él. Entonces se convierte en tu compañero.” Ese es el caso del Maratón del Líbano.
En adición a estos actos extraordinarios de solidaridad que podemos hacer con otras personas, tanto a nivel personal como comunitario, no podemos olvidar que también necesitamos regalarnos paz a nosotros mismos. Mahatma Ghandi dijo en una ocasión: “La persona que no está en paz consigo misma, será una persona en guerra con todo el mundo.” De la misma forma en que regalamos paz aceptando a las demás personas, perdonándoles y uniéndonos a ellas en metas comunes, también necesitamos aceptarnos, perdonarnos y ser nuestros mejores aliados. Jesús mismo nos dijo que amáramos a Dios, a nuestro prójimo y a nosotros mismos. Amarnos es vivir en paz con nosotros mismos.
Romanos 12:16-18 dice: “Vivan en armonía unos con otros. No sean tan orgullosos como para no disfrutar de la compañía de la gente común. ¡Y no piensen que lo saben todo! 17 Nunca devuelvan a nadie mal por mal. Compórtense de tal manera que todo el mundo vea que ustedes son personas honradas. 18 Hagan todo lo posible por vivir en paz con todos.”
Les invito a unirnos en la oración de San Francisco de Asís “Hazme un instrumento de tu paz”, mientras encendemos la vela de la PAZ.
Oh, Señor, hazme un instrumento de Tu Paz .
Donde hay odio, que lleve yo el Amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.
Donde haya duda, que lleve yo la Fe.
Donde haya error, que lleve yo la Verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.
Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.
Porque es:
Dando, que se recibe;
Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la
Vida Eterna.
Que hermoso y bello mensaje..DTB