Isaías 40:1-11
Hoy comienza la temporada de Adviento, siendo esta la época en que la iglesia acostumbra leer y estudiar pasajes de la Biblia que nos hablan de las futuras intervenciones de Dios en el mundo. Este estudio sobre los últimos tiempos se conoce como escatología. Es un tiempo para hablar de las profecías que existen en la Palabra de Dios, tanto en el AT como en el NT. Una de las profecías más predicadas durante el tiempo de Adviento es la profecía del nacimiento de Jesús, aunque ésta ya haya ocurrido. El nacimiento de Jesús, desde la perspectiva de la época de Adviento, es el cumplimiento de la profecía presentada al pueblo de Israel de que Dios enviaría a un Salvador o Mesías. El nacimiento de Jesús es la evidencia de que Dios cumple sus promesas, y por consiguiente, de podemos esperar en Él.
En el calendario cristiano, la época de Adviento dura cuatro domingos, culminando el día de Navidad. Existe una tradición de encender una vela color púrpura por cada uno de los cuatro domingos de Adviento, en lo que conocemos como la corona de Adviento. En el centro de esta corona se encuentra una vela blanca que se enciende el día de Navidad. Cada una de estas velas tiene un significado particular, y aunque pueden variar, la tradición nos invita a que los cuatro temas de la corona de Adviento sean: Esperanza, Paz, Gozo y Amor. Usualmente, durante los cuatro domingos de Adviento se utilizan estos temas para las predicaciones. Este año realizaremos la corona de Adviento en nuestra iglesia, y al final de cada predicación encenderemos la vela que corresponda a la predicación de esa mañana. Hoy comenzaremos con el tema de la esperanza, utilizando como texto base Isaías 40:1-11.
El contexto en que se escribe este texto es muy particular. Se cree que el libro de Isaías no fue escrito por un solo autor. Se cree que los capítulos 1-39 fueron escritos por el 1er Isaías, los caps. 40-55 por el 2do Isaías, y los caps. 56-66 por el 3er Isaías. El capítulo que estudiamos hoy lo escribe el 2do Isaías. ¿Cuál era el contexto en el cual escribe este 2do Isaías? Para el año
597 a.C. el pueblo de Israel fue llevado cautivo por Babilonia, y en el 586 destruyen el templo de Jerusalén. Esta experiencia fue causada por el pecado del pueblo de Israel. Jehová les había enviado profetas que les invitaron a dejar de pecar, pero el pueblo no hizo caso. El resultado del pecado: la esclavitud en Babilonia. En Babilonia, el pueblo entró en un caos, porque allí Jehová ya no era el centro de todo. En Babilonia no tenían ni el templo ni las estructuras sociales que les daban identidad como pueblo; ahora eran esclavos. Este estatus trajo desorientación, desconsuelo, sufrimiento y dolor. Sobre todo, esta situación trajo desesperanza. Ya nada sería igual, y el dolor sería eterno.
Ante este escenario, Jehová levanta el 2do Isaías para darle una profecía al pueblo de Israel: el dolor tiene sus días contados. Este profeta se levanta para decirle que aunque Dios les había castigado por su pecado, ahora Jehová les perdonaba y convertiría su tragedia en restauración. El profeta les profetiza que Dios iba a hacerles regresar a tu tierra, en donde ya no serían más esclavos. Isaías profetiza que así como Dios permitió el dolor, ahora daría paso al consuelo. ¿Qué entonces le pide Isaías al pueblo? Que prepararan camino para la manifestación de la gloria de Dios. ¿Qué significaba preparar camino? Creer el mensaje y dar paso a la esperanza. La esperanza no iba a controlar a Dios ni sus planes, pero daba paso al consuelo y les liberaba del dolor. ¿Cuál ustedes creen que fue la reacción del pueblo? Unos creyeron y otros no. Unos se dejaron llevar por lo que sus ojos le mostraban, otros decidieron ver más allá. La evidencia nos dice que en efecto el pueblo de Israel fue liberado en el 539 a.C. y comenzaron el regreso a su tierra. Dios cumplió su promesa. Los que creyeron y tuvieron esperanza disfrutaron de consuelo desde que creyeron; quienes no creyeron permanecieron en el dolor.
No hay duda de que las tragedias de la vida nos llegan a todos. Al igual que le sucedió al pueblo de Israel, las tragedias o experiencias inesperadas e indeseadas tienen el potencial de cambiarlo todo. Una pérdida de un ser querido, una enfermedad, una crisis matrimonial, una situación con un hijo/a, un divorcio, una crisis económica, son algunas de las tragedias que llegan a nuestra vida para causarnos dolor. Al igual que el pueblo de Israel, somos tentados a perder la esperanza, que no es otra cosa que perder la fe de que algo Dios va a hacer en medio de nuestra crisis. Somos tentados a creer que el dolor y el sufrimiento nunca acabarán. Somos tentados a creer que Dios nunca llegará. Al igual que el pueblo de Israel, estamos en la posición de creer que algo Dios hará o de que el dolor será eterno.
¿Cuántos hemos enviado algún paquete por el correo postal a un familiar durante la época navideña? Comprarlo, envolverlo, llevarlo al correo y esperar a que llegue es un proceso sumamente emocionante. Desde que dejamos el paquete en las manos del oficial del correo postal, comienza un proceso de esperar en que ese paquete llegará a su destino final. Muchos comenzamos a hacerle una cantidad enorme de preguntas al cartero con la intención de saber todos los detalles del proceso; queremos tener la certeza de que llegará. Estoy seguro que el cartero responde que el paquete llegará a su destino; pero mientras ese paquete llega, tenemos la oportunidad de creer la palabra del cartero que nos dice que el paquete llegará, o podemos dar paso a nuestra voz que nos invita a preocuparnos. Si escuchamos la voz del cartero, tendremos paz; si escuchamos nuestra voz, tendremos ansiedad (la creencia de que el paquete no llegará). El que escuchemos la voz del cartero o nuestra propia voz no cambiará el resultado de la entrega, pero afectará nuestra espera.
Comparando al cartero con Dios, la intervención de Dios siempre llega a tiempo. Dios siempre trae consuelo y restauración a la vida del ser humano en medio del caos y la crisis. El nacimiento de Jesús es evidencia de que Dios intervino en el pueblo en medio del caos; y el nombre dado a Jesús fue Emmanuel (Dios con nosotros), es un recordatorio de que Dios nunca nos abandona. La voz de Dios es la que se resume en Isaías 41:10 que nos dice: “No tengas miedo, que yo estoy contigo; no te desanimes, que yo soy tu Dios. Yo soy quien te da fuerzas, y siempre te ayudaré; siempre te sostendré con mi justiciera mano derecha”. En nuestra crisis tenemos la oportunidad de escuchar esta voz de Dios o dar paso a nuestras preocupaciones y miedos de que la intervención de Dios nunca llegará. Si escuchamos la voz de Dios disfrutaremos de consuelo y paz; si preferimos nuestra voz, experimentaremos miedo y ansiedad.
Henri Nouwen dijo en una ocasión: “La paradoja de la esperanza es que quienes creen en la intervención futura de Dios viven mejor hoy”. La época navideña se caracteriza por la prisa, la ansiedad, las fiestas y la música. Es una mezcla de nuestra cultura y tradiciones con las trampas del comercio. Esto lo que causa es un ruido que entorpece que podamos hacer silencio para escuchar la voz de Dios. Preparar camino en esta época de Aviento es hacer silencio para callar nuestros miedos y escuchar la voz de Dios que nos recuerda sus promesas. Jeremías 29:11 dice “Sólo yo sé los planes que tengo para ustedes. Son planes para su bien, y no para su mal, para que tengan un futuro lleno de esperanza.” Al igual que en la época del profeta Isaías, hoy Dios nos trae el mismo mensaje: El dolor tiene sus días contados. Con la ayuda de la gracia de Dios tenemos la oportunidad de escuchar la voz de Dios, creerla y esperar su intervención.
“Querido Dios: Estoy lleno de anhelos, lleno de deseos, lleno de expectativas. Algunos se realizarán; muchos no, pero en medio de todas mis satisfacciones y decepciones, confío en Ti. Sé que nunca me dejarás solo y que cumplirás tus promesas divinas. Aun cuando parezca que las cosas no siguen mi camino, sé que siguen el tuyo y que, finalmente, tu camino es el mejor para mí. ¡Oh, Señor! Refuerza mi esperanza, en particular cuando mis numerosos deseos no se cumplen. Nunca dejes que olvide que tu nombre es Amor. Amén.” -Henri Nouwen
Que precioso mensaje..DTB.