Hechos 8:26-40
Hoy continuamos con la serie de predicaciones Móntate en la OLA. Esta serie tiene la meta de invitarnos a practicar las disciplinas espirituales o medios de gracia (hábitos o prácticas que permiten que la gracia de Dios nos transforme). El fin de las disciplinas espirituales es que crezcamos y maduremos (con la ayuda de la gracia de Dios) para ser más como Cristo. Hoy hablaremos de una disciplina espiritual que tiene el fin de ayudarnos a tener la mente de Cristo: la lectura de la Palabra de Dios. Hoy, a través del texto de Hechos 8, veremos que al leer la Palabra de Dios nuestra mente es transformada, y por consiguiente, nuestra conducta. Veremos también que para que nuestra mente sea transformada, no solo necesitamos leer la Palabra de Dios, sino meditar en ella y entenderla. Al igual que Felipe le dijo a etíope de este pasaje, hoy también nos preguntaremos unos a los otros: ¿Entiendes lo que lees?
El libro de los Hechos es un libro que debería llamarse los Hechos del Espíritu. Este libro comienza con Jesús prometiéndoles a los discípulos que recibirían el Espíritu Santo para poder testificar y proclamar el evangelio desde Jerusalén (su lugar de origen) hasta lo último de la tierra. Durante todo el libro vemos cómo el Espíritu Santo llenó de poder a los discípulos para testificar y proclamar el evangelio a todo el mundo. Hechos 6:7 dice: “Conforme crecía el conocimiento de la palabra del Señor, se multiplicaba también el número de los discípulos en Jerusalén, y aun muchos de los sacerdotes llegaron a creer.” Hechos 8:25 también nos dice: «Después de haber testificado y proclamado la palabra de Dios, ellos volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones de los samaritanos anunciaron el evangelio.» Hechos 8:26-40 es una de esas experiencias en las que el Espíritu Santo utiliza a un discípulo para proclamar la Palabra y ser instrumento de salvación.
“Un ángel del Señor le habló a Felipe, y le dijo: «Prepárate para ir al desierto del sur, por el camino que va de Jerusalén a Gaza.» 27 Felipe obedeció y fue. En el camino vio a un etíope eunuco, funcionario de la Candace, reina de Etiopía. Era el administrador de todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar; 28 y ahora iba de regreso en su carro, leyendo al profeta Isaías. 29 El Espíritu le dijo a Felipe: «Acércate y júntate a ese carro.» 30 Cuando Felipe se acercó y lo oyó leer al profeta Isaías, le preguntó: «¿Entiendes lo que lees?» 31 El etíope le respondió: «¿Y cómo voy a entender, si nadie me enseña?» Y le rogó a Felipe que subiera al carro y se sentara con él. 32 El pasaje de la Escritura que leía era éste:
«Como oveja fue llevado a la muerte,
como cordero delante de sus trasquiladores
se callará y no abrirá su boca.
33 Sufrirá la cárcel, el juicio y la muerte;
¿y quién entonces contará su historia,
si él será arrancado por completo
de este mundo de los vivientes?»
34 El eunuco le preguntó a Felipe: «Te ruego que me digas: ¿De quién habla el profeta? ¿Habla de sí mismo, o de algún otro?» 35 Entonces Felipe le empezó a explicar a partir de la escritura que leía, y le habló también de las buenas noticias de Jesús. 36 En el camino encontraron agua, y el eunuco dijo: «Aquí hay agua; ¿hay algo que me impida ser bautizado?»[37 Felipe le dijo: «Si crees de todo corazón, puedes ser bautizado.» Y el eunuco respondió: «Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.»] 38 Y el eunuco mandó detener el carro, y ambos descendieron al agua y Felipe lo bautizó. 39 Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor se llevó a Felipe y el eunuco no volvió a verlo, pero siguió su camino lleno de gozo. 40 Mientras tanto, Felipe se encontró en Azoto, y allí anunció el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.”
Hay varios detalles que resaltar de esta historia. En primer lugar, Felipe fue guiado por el Espíritu Santo para acercarse a un funcionario de alto rango de Etiopía; quién probablemente era una persona muy capaz, pero que no podía entender la Palabra de Dios en Isaías 53. Al encontrarse con el etíope, Felipe le hace una pregunta muy importante: ¿Entiendes lo que lees? El etíope le contesta que no entendería hasta que alguien le explicara. Felipe no solo le explica que el pasaje hacía referencia a Jesús, sino que le habla de las buenas nuevas de salvación por medio de Jesucristo y le invita a creer. Lo que ocurre es extraordinario: luego de encontrarse con las Escrituras y entenderlas, el etíope cree y decide bautizarse como cristiano. La lectura de la Palabra, junto con la explicación de Felipe, fue un instrumento para que el etíope le dijera “Sí” a la nueva vida en Cristo. La Palabra de Dios, bien entendida, transformó la vida del etíope.
El fin de la Biblia o la Palabra de Dios es la transformación, y no solo información. Aunque contiene elementos históricos, la Biblia no tiene el propósito de preservar historias importantes del judaísmo y cristianismo. La Biblia tiene el propósito de transformar la vida de quién lee o escucha lo que está escrito en ella. El Espíritu Santo utiliza la Biblia para que conozcamos quién es Dios, Jesucristo y el Espíritu Santo, y para que creamos en Jesús como nuestro Salvador. Y luego de que creamos, el Espíritu Santo utiliza la Biblia para transformarnos con el fin de ser más como Cristo. 2 Timoteo 3:16-17 dice “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.»
¿Cómo es que ocurre esta transformación mediante la lectura de la Palabra? La lectura de la Palabra de Dios es un espacio en donde el Espíritu Santo trabaja nuestra mente. Al leer y estudiar la Palabra, no solo meditamos en ella, sino que la analizamos. Al leer, buscamos entender lo que nos dice, para internalizar y poner en práctica lo que el Espíritu Santo nos está revelando. Esta nueva información cambia nuestros pensamientos, y al cambiar nuestros pensamientos, cambia nuestra conducta. Romanos 12:1 explica muy bien lo que ocurre al leer, estudiar y analizar la Palabra de Dios: «Así que, hermanos, yo les ruego, por las misericordias de Dios, que se presenten ustedes mismos como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. ¡Así es como se debe adorar a Dios! 2 Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto.»
El relato de Felipe y el etíope nos ayuda a entender cómo es que se da esta transformación por medio de la lectura bíblica. En primer lugar, la lectura bíblica tiene que ser guiada por el Espíritu Santo. Hechos 8:29 nos dice que El Espíritu le dijo a Felipe: «Acércate y júntate a ese carro.» Cada vez que vamos a leer y estudiar la Palabra de Dios necesitamos primero pedirle al Espíritu Santo que nos ilumine el pensamiento, con tal de que podamos entender lo que Él nos quiere decir. Esa es la razón por la cual antes de leer la Biblia en nuestros cultos realizamos una oración de iluminación. Esta oración de iluminación debemos realizarla cada vez que nos acercamos a las Escrituras, no importa el lugar en donde las leamos.
En segundo lugar, la transformación viene como consecuencia del entendimiento. Felipe le preguntó al etíope: ¿Entiendes lo que lees? Para entender la lectura bíblica, existen muchas herramientas; entre ellas dos: las versiones de la Biblia y los comentarios bíblicos. Hoy día existen diferentes versiones de la Biblia que nos permiten entenderla mejor. En el internet podemos acceder a www.biblegateway.com y veremos las múltiples versiones de la Biblia que existen. La RV1960 es una excelente versión de la Biblia, una de las favoritas de muchos, pero no es la única. No existe ningún problema con utilizar otras versiones de la Biblia, en adición a la RV1960, que nos ayuden a entenderla mejor. El fin de leer la Biblia es que entendamos lo que leemos, y que ese entendimiento traiga un cambio de conducta. El fin no es preservar una versión bíblica sobre otra, aunque reconocemos que hay mejores versiones que otras. Sin restarle importancia a este libro sagrado, nosotros no adoramos la Biblia, ni ninguna de sus versiones; adoramos al Dios del cual se habla en la Biblia.
En cuanto al formato, nosotros hemos tenido contacto con la Biblia en formato de papel porque esa ha sido la tecnología existente para preservarla. En el pasado no existía el papel, y las Escrituras se preservaban en tablas de barro; luego llegó el papel. Hoy día la Biblia existe en papel, y en los últimos años en formato electrónico. En el futuro podrá existir en otro formato; pero lo importante no es el formato, sino que tengamos accesibilidad a la misma para leerla y estudiarla. En cuanto a los comentarios bíblicos, es importante que conozcan que existen personas que se dedican a interpretar el texto bíblico, y a darnos información importante sobre el contexto en el cual se escribió. Estos comentarios bíblicos nos ayudan a entender mejor el texto, para así darle una aplicación pertinente. No siempre hay que leer la Biblia con comentarios bíblicos, pero son de gran ayuda para entenderla.
Por último, Hechos nos enseña que la Palabra de Dios es un verbo, una acción. En la vida del eunuco hubo un cambio al estudiar las Escrituras y creer en ellas. Cuando leemos las Escrituras y creemos en ellas, Dios hace milagros hermosos en nuestras vidas. La Palabra cambia nuestra tristeza en alegría, nuestra ansiedad en paz, nuestra soledad en compañía, nuestra incertidumbre en fe, da sentido a nuestra vida y nos invita a un estilo de vida caracterizado por el amor a Dios y a los demás. ¿Cuántos hemos sido transformados al creer en las Escrituras?
Juan Wesley dijo lo siguiente en relación a la Biblia: “Dios mismo se ha dignado enseñarnos el camino, puesto que a eso bajó del cielo. Lo ha escrito en un libro. ¡Oh, dadme ese libro! A cualquier precio, dadme el Libro de Dios. Ya lo tengo, y en él está atesorada toda la ciencia que necesito. Voy a ser horno unius libri (hombre de un solo libro). Heme aquí, pues, lejos de la bulla del mundo; solo, solo con Dios, en cuya presencia abro y leo este Libro, con un fin: el de hallar el camino del cielo. ¿Hay acaso duda alguna respecto al sentido de lo que leo? ¿Existe algo que aparezca oscuro o intrincado? Al Padre de la luz elevo mi corazón. Señor, ¿no dices en tu Palabra: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, demándela a Dios”? Tú das abundantemente y no zahieres. Tú has dicho: “El que quisiere hacer su voluntad, conocerá de la doctrina.” Estoy listo a obedecer, enséñame tu voluntad. Busco pues y estudio pasajes paralelos de las Sagradas Escrituras, “Acomodando lo espiritual a lo espiritual.” Sobre ellas medito con la concentración y sinceridad de que es capaz mi mente, y si aún me queda alguna duda, consulto a aquellos que tienen experiencia en las cosas de Dios, así como los escritos de los que, aunque muertos, todavía nos hablan. Y lo que de esta manera aprendo, eso enseño.”
Hoy te invito a sacar un tiempo diario para leer, estudiar y meditar en las Escrituras bíblicas. Te invito a que ores a Dios pidiéndole te ilumine para entender lo que lees, a buscar recursos que te ayuden a entenderla, y a creer en ellas. Te invito a permitir que la gracia de Dios te transforme, tal y como le sucedió al etíope eunuco. No olvides entender lo que lees.