2 Corintios 12:1-10
Hoy comenzamos una de las series de discipulado más esperadas por mí: ¡Cambiaré mi tristeza! Esta serie tiene la meta de brindar herramientas para trabajar con nuestra salud mental. Según las estadísticas, una de cada cuatro personas en Puerto Rico sufre de depresión cada año, una de cada cuatro sufre de ansiedad, y unas trescientas personas cometen suicidio cada año en nuestra isla. Sin embargo, a pesar de esta alta incidencia, la mayoría de las personas que sufren de estas enfermedades no saben que están sufriendo las mismas, y mucho menos reciben tratamiento. Además, muchas de las personas que comienzan el tratamiento lo abandonan al cabo de unos meses. Como veremos durante la predicación, la enfermedad mental en múltiples ocasiones se agrava por la forma en que la trabajamos: tenemos dificultad en aceptar nuestra enfermedad o crisis emocional, y por consiguiente no nos damos la oportunidad de trabajarla. Hoy, al estudiar la vida del apóstol Pablo según 2 Corintios 12, veremos que el primer paso para trabajar con nuestra salud mental es reconocer nuestra humanidad y debilidad, y permitir que la gracia de Dios nos restaure. Además, veremos que lo que nos ayudará a alcanzar salud mental y ayudar a otros a obtenerla, es juzgar menos y amar más.
2 Corintios es una compilación de varias cartas del apóstol Pablo; la mayoría de ellas dirigidas a trabajar asuntos internos de la comunidad de Corinto. Es un libro en donde Pablo está pastoreando a una iglesia que parecía ser difícil. En ocasiones se presenta a un Pablo molesto con la comunidad, principalmente porque la comunidad recibía y escuchaba a predicadores que no iban a la par con las enseñanzas Cristo céntricas de Pablo. Pablo esperaba fidelidad y obediencia a su mensaje. Vemos como Pablo se compara con estos predicadores con el fin de que la comunidad pudiera reconocer el liderato sano de Pablo, versus el liderato tóxico de estos. Los capítulos 10 al 13 son una defensa de Pablo de su ministerio. En el capítulo 12, al que haremos referencia, Pablo toma la decisión de hablar de sus debilidades, en vez de sus fortalezas, como una forma de mostrarles que su ministerio no giraba alrededor de sí mismo o sus capacidades, sino de la gracia de Dios. Luego de leer el texto veremos cómo estas expresiones de Pablo se relacionan con nuestro tema de la salud mental.
“En realidad, nada gano con vanagloriarme. Sin embargo, ahora voy a hablar de las visiones y de las revelaciones del Señor. 2 Sé de un hombre en Cristo, que hace catorce años fue arrebatado hasta el tercer cielo (sólo Dios sabe si esto ocurrió físicamente o no), 3 y sé que ese hombre (sólo Dios sabe si esto ocurrió físicamente o no), 4 fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que a ningún hombre se le permite pronunciar. 5 De ese hombre puedo jactarme; pero de mí mismo, sólo me jactaré de mis debilidades. 6 Sin embargo, no sería insensato de mi parte el querer jactarme, porque estaría diciendo la verdad; pero prefiero no hacerlo, para que nadie piense de mí más de lo que ve u oye de mí. 7 Y para que no me exaltara demasiado por la grandeza de las revelaciones, se me clavó un aguijón en el cuerpo, un mensajero de Satanás, para que me abofetee y no deje que yo me enaltezca. 8 Tres veces le he rogado al Señor que me lo quite, 9 pero él me ha dicho: «Con mi gracia tienes más que suficiente, porque mi poder se perfecciona en la debilidad.» Por eso, con mucho gusto habré de jactarme en mis debilidades, para que el poder de Cristo repose en mí. 10 Por eso, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en las afrentas, en las necesidades, en las persecuciones y en las angustias; porque mi debilidad es mi fuerza.”
Dentro de todas las cosas que Pablo argumenta en este pasaje, solo quiero hacer referencia a un asunto: sus debilidades. Pablo habla de un aguijón, que pudiera ser una incapacidad física, una enfermedad mental o una persecución por parte de otras personas. No sabemos en concreto cuál era el aguijón, pero sabemos que era un asunto crónico que afectaba su ministerio porque le pidió a Dios que lo quitara de su vida. El aguijón representa la debilidad o humanidad de Pablo. Al inicio, Pablo actuó como muchos de nosotros actuamos cuando vemos alguna debilidad en nuestra vida: pedirle a Dios que la quitara. Sin embargo, Dios le contestó que su debilidad iba a continuar con él, pero que esa debilidad iba a ser la oportunidad para experimentar la gracia de Dios en su vida. En pocas palabras: sin debilidad no habría gracia. Pablo no solo termina aceptando su debilidad, sino que dice que “mi debilidad es mi fuerza.”
¿Cuál creen ustedes fue el gran aprendizaje de Pablo acerca de su humanidad? Que no es necesario luchar con nuestra debilidad, sino aceptarla y permitir que la gracia de Dios actúe en nosotros. A pesar de que esta visión suena extraordinaria, esta teología sobre la debilidad no siempre es internalizada y vivida. En múltiples ocasiones los seres humanos y la iglesia creemos que la mejor forma de trabajar con nuestra humanidad es rechazándola o ignorándola. Esto lo podemos evidenciar por la dificultad que tenemos los seres humanos y la comunidad cristiana para hablar de nuestras debilidades. Nos avergonzamos de ellas, no las hablamos con la gente, y queremos mostrar al mundo una imagen de fortaleza y victoria. Si bien es cierto que el cristianismo (y principalmente el metodismo) cree que debe haber un progreso en la vida cristiana (lo que conocemos como perfección o santidad cristiana), nadie dijo que dejaríamos de ser humanos. Pablo nos enseña (o recuerda) que las debilidades no se rechazan o ignoran, se aceptan mientras le permitimos a la gracia de Dios actuar. Con su ejemplo, Pablo también nos enseña algo más: la gracia no solo es el filtro con el cual miramos nuestra debilidad, sino la de los demás.
El problema de salud mental en Puerto Rico, y muy probablemente en muchas partes del mundo, incluye la forma en que trabajamos nuestra enfermedad mental o emocional. La enfermedad mental se ve como una gran debilidad en el ser humano, y algunas personas hasta espiritualizan la enfermedad mental con demonios (muy parecido a cómo trabajaban el asunto hace siglos atrás). Tenemos dificultades para aceptar nuestra enfermedad mental. Nos avergonzamos y tenemos miedo a ser etiquetados. La enfermedad mental, aunque hemos tenido progreso, es un asunto tabú. En ocasiones creemos que con ignorar el asunto o rechazarlo, las cosas se van a solucionar. Todo lo contrario: asunto que no se acepta, asunto que no se trabaja.
¿Qué entonces debemos hacer a la hora de manejar nuestra salud mental? En primer lugar, la crisis emocional es una oportunidad para mirar nuestra humanidad, aceptarla e ir a Dios para recibir sanidad. Por definición, la gracia es el amor incondicional de Dios hacia nosotros. Dios nos ama, aunque luchemos con la depresión o la ansiedad, o cualquier otra situación de salud mental. Somos importantes para Dios, no importa nuestra condición de salud mental. No somos menos por enfrentar situaciones emocionales. Aunque la sociedad tienda a etiquetarnos por nuestra salud mental, Dios nos libera de esas etiquetas y nos recuerda que la única etiqueta que tenemos es la de ser hijos e hijas de Dios, con valor.
En según lugar, necesitamos practicar el amor incondicional hacia quienes sufren emocionalmente, y no etiquetarlos o rechazarlos. La depresión o la ansiedad no se pegan como el catarro. Necesitamos acercarnos con amor hacia quienes sufren y ser solidarios y empáticos. Un psicólogo llamado Carl Rogers desarrolló una teoría que hoy día se conoce como “refuerzo positivo incondicional” en donde evidenció lo importante que es para una persona el recibir palabras de aliento y apoyo al expresar su crisis emocional. Los seres humanos debemos escuchar a la gente que sufre emocionalmente, sin juzgarles, y expresarles todo nuestro apoyo. Practicar la gracia ante una persona que sufre emocionalmente se traduce en amar más y juzgar menos.
Por último, somos llamados a practicar el amor incondicional hacia nosotros mismos; lo cual es en ocasiones lo más difícil de hacer. En la psicología hay un término que se conoce como “doble vara”, que consiste en el hecho de que en muchas ocasiones somos muy empáticos, solidarios y compasivos con quienes sufren emocionalmente, pero nos maltratamos y juzgamos a nosotros mismos cuando estamos en una situación similar. Se nos hace difícil amarnos a nosotros mismos. De la misma forma en que mostramos apoyo a quienes sufren, debemos también darnos auto apoyo. Eso incluye cuidar la forma en que nos hablamos a nosotros mismos, y lo que pensamos acerca de nosotros mismos. Amémonos más, y juzguémonos menos a nosotros mismos también.
Pablo nos enseña que el primer paso para trabajar con nuestra salud mental es reconocer nuestra humanidad y debilidad, y permitir que la gracia de Dios nos restaure. El amor de Dios es incondicional, somos importantes para Dios. Este mismo amor incondicional de Dios es el que nos enseña cómo debemos amar a los demás y a nosotros mismos en nuestros momentos de mayor debilidad: incondicionalmente. Aceptemos nuestra humanidad, y abramos paso a la gracia de Dios. Sin debilidad, no hay gracia.