1 Corintios 13:1-13
No existen familias perfectas. Aun en las mejores familias existen conflictos. Por lo tanto, todas las familias necesitamos de herramientas para enfrentar nuestros conflictos de forma saludable. Esa es la meta de la serie de predicaciones Aun en las mejores familias: dar herramientas a las familias para enfrentar sus conflictos de forma saludable y así crecer en la gracia de Dios como familia. La primera predicación, Viviendo la fe en casa, fue una invitación a asumir responsabilidad por la formación cristiana y la espiritualidad de nuestras familias. Hoy, continuamos con el tema del matrimonio, y he titulado el mensaje El amor nunca se da por vencido. Las próximas semanas tendremos el tema de la soltería y las relaciones entre padres e hijos. Serán cuatro semanas intensas sobre el tema de la familia que nos transformarán y equiparán como familias.
Al mirar este mapa mundial, podremos ver los países en el mundo con la mayor tasa de divorcios. Bélgica, tiene la mayor tasa de divorcios, con un 70% (por cada cien matrimonios, setenta se divorcian). Le sigue Portugal (68%), Hungría (67%), República Checa (66%) y España (61%). Estados Unidos tiene una tasa de 53%, Canadá 48%, Brasil 21%, Méjico 15%, Colombia 9% y Chile 3%. Este listado no parece incluir a Puerto Rico. Al buscar las tasas de divorcios en Puerto Rico por año, encontré lo siguiente: en el año 2000 la tasa fue 52.4% y en el 2010 fue 78.2%. Según estas estadísticas, si Puerto Rico estuviera en el listado mundial de tasas de divorcio, ocuparía el primer lugar. Sin embargo, al mirar la cantidad de divorcios por año desde el año 1980 hasta 2010 podemos ver que los divorcios en Puerto Rico se han mantenido igual, con un promedio de 14,500 divorcios por año. Lo interesante es que la cantidad de matrimonios celebrados del 2000 al 2010 disminuyó de 25,980 a 17,786. Excepto en el 2001, la cantidad de matrimonios celebrados en Puerto Rico disminuye anualmente.
Existen dos conclusiones a las cuales yo puedo llegar al ver estas estadísticas. En primer lugar, existe un problema de convivencia mundial, reflejado en la cantidad de divorcios que se realizan anualmente. Los seres humanos necesitamos aprender a coexistir con nuestras parejas. En segundo lugar, la gente cree cada vez menos en el matrimonio. El matrimonio está perdiendo su valor en la sociedad. ¿Qué alternativas tenemos ante esta realidad? Una primera alternativa sería no casarnos, para no tener que divorciarnos. Aprovecho para señalar que casarse es una opción en la vida, no una obligación; por lo que no tenemos que estar presionando a la gente para que se case. Una segunda alternativa sería convivir sin casarnos. En ocasiones se piensa que es mejor probar con nuestra pareja antes de casarnos, para conocer la compatibilidad. Este argumento parecería tener algo de lógica, pero las estadísticas dicen que las parejas que conviven se separan igual que las parejas casadas; incluso se dice que las parejas que conviven tienen un poco más de probabilidad de separación que las pareja casadas. La convivencia no hace la diferencia.
1 Corintios 13 nos brinda una tercera alternativa ante esta realidad: Creer en el matrimonio, entender el propósito del mismo y aprender qué clase de amor exige el mismo. 1 Corintios 13 nos enseña que el propósito del matrimonio es la unión de dos personas que deciden amarse, cuidarse, apoyarse y acompañarse durante toda una vida mediante lo que conocemos como amor ágape. El texto bíblico nos enseña que el éxito de un matrimonio no depende del amor romántico que nos han vendido en las noveles y la radio, sino de un amor ágape que busca entregarse y dar para lograr el bienestar de la otra parte.
Al estudiar 1 Corintios 13, vemos que el problema principal que Pablo quiere atacar con el capítulo sobre el amor, es el problema del orgullo y la división que ocurría en la iglesia de Corinto. Dentro de la iglesia algunas personas se creían superiores a otras debido a que tenían un don que creían era mejor que el don que tenían otras personas. Este orgullo traía división porque muchas personas estaban demasiado centradas en ellas mismas que habían perdido de perspectiva las necesidades de los demás. La iglesia de Corinto tenía un gran problema: la desconsideración por los demás. ¿Cuál es la forma en que Pablo ataca este problema? Hablándoles de que había una mejor forma de convivir que el orgullo y la división: el amor ágape.
Pablo comienza a explicarles que aun teniendo todos los dones de lenguas o profecías, sino actuaban con amor, de nada valían esos dones. Pablo comienza a decirles que lo que realmente importaba era que la iglesia ejecutara y pusiera en función sus dones dentro de un contexto de respeto y consideración a los demás. A Pablo no le hacía sentido que alguien tuviera el don de profecía, pero se creyera mejor que otro, menospreciando así a los demás. Para Pablo, la mejor evidencia de que esa persona tenía una vida centrada en el Espíritu era que ejecutara sus dones con amor, respeto y consideración por los demás. Para Pablo, el mejor antídoto para la división y la falta de consideración por los demás era el amor. Pero tal y como he mencionado, el amor ágape.
Al estudiar la palabra amor a través de la historia, podemos darnos cuenta que no existe un solo tipo de amor. Existe un tipo de amor conocido como “eros”, que se usa para describir el amor pasional y erótico. Existe un segundo tipo de amor conocido como “philia”, que se usa para describir el amor de amistad. Existe también un tercer tipo de amor conocido como “ágape”, que se usa para describir el amor que da sin esperar nada a cambio. De los tres tipos de amor, “ágape” es el único que es totalmente desinteresado: está enfocado en dar, y no en recibir. Las palabras “eros” y “philia” aparecen en muchos textos antiguos. Sin embargo, en donde aparece por primera vez la palabra “ágape” en la historia de la humanidad, es en la Biblia. Los evangelios y las cartas de Pablo son quienes hablan por primera vez de este amor desinteresado que se entrega por el bienestar de otro. El amor “ágape” es el amor al cual se refiere Pablo en el texto de 1 Corintios 13. Cuando vamos al texto original en griego, Pablo no usa la palabra “eros” ni “philia”, sino la palabra “ágape”. Para Pablo, el problema de división dentro de la comunidad se resolvía con un amor desinteresado que buscara el bienestar de los demás. Leamos este pasaje sustituyendo la palabra amor por “ágape”.
“Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, y no tengo ágape, vengo a ser como metal resonante, o címbalo retumbante. 2 Y si tuviera el don de profecía, y entendiera todos los misterios, y tuviera todo el conocimiento, y si tuviera toda la fe, de tal manera que trasladara los montes, y no tengo ágape, nada soy. 3 Y si repartiera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y entregara mi cuerpo para ser quemado, y no tengo ágape, de nada me sirve. 4 El ágape es paciente y bondadoso; no es envidioso ni jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada impropio; no es egoísta ni se irrita; no es rencoroso; 6 no se alegra de la injusticia, sino que se une a la alegría de la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 El ágape jamás dejará de existir. En cambio, las profecías se acabarán, las lenguas dejarán de hablarse, y el conocimiento llegará a su fin. 9 Y es que sólo conocemos y profetizamos de manera imperfecta, 10 pero cuando venga lo perfecto, lo que es imperfecto se acabará.11 Cuando yo era niño, mi manera de hablar y de pensar y razonar era la de un niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé atrás las cuestiones típicas de un niño. 12 Ahora vemos con opacidad, como a través de un espejo, pero en aquel día veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero en aquel día conoceré tal y como soy conocido. 13 Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el ágape. Pero el más importante de todos es el ágape.”
Robert Sternberg, psicólogo norteamericano, definió al amor como la combinación de tres elementos: pasión, intimidad y compromiso. Sternberg define la pasión como los sentimientos de atracción sexual y romance. La intimidad la define como la cercanía, conexión y conocimiento que tenemos de la pareja. El compromiso es definido como la decisión de crear la relación y mantenerla a largo plazo. Para Sternberg, el amor saludable en una pareja se da cuando existen los tres elementos; los tres tienen su importancia. Cuando nosotros comparamos esta teoría de Sternberg con los tres tipos de amor que existen podemos ver que existe una relación entre estos: pasión (eros), intimidad (philia) y compromiso (ágape). ¿Cómo se dan estos tres elementos en una pareja? La pasión o el eros es usualmente lo primero que se da en una pareja, y es lo que llamamos atracción física. La pasión o el eros, es algo que se da, no se puede provocar. No nos podemos obligar a que nos guste una persona. Cada persona tiene unos gustos particulares, y cuando a una persona le gusta otra, ocurre la pasión o el eros. Este amor es completamente interesado y egoísta, porque busca saciar el deseo físico sexual.
La intimidad es algo que también se da, no se puede provocar. Al compartir con una persona, uno puede o no desarrollar una cercanía y conexión que trae amistad e intimidad. A uno le puede gustar una persona (pasión/eros), pero no disfrutar su compañía (intimidad/philia); lo contrario también es cierto. La intimidad o el philia también es un amor interesado y egoísta (aunque en menor escala que el eros) porque busca saciar la necesidad de compañía. Por último, si en una relación existe eros (pasión/romance) y philia (intimidad/amistad), la relación puede abrirse paso al único amor que viene como una decisión voluntaria y consciente de cada persona: el compromiso o amor ágape. El compromiso o el ágape no es algo que se da (al contrario del eros y el philia); sino que es la decisión voluntaria de entregarnos para lograr el bienestar de la otra parte y de permanecer junto a la pareja a largo plazo.
Estos tres componentes del amor son necesarios en una relación de pareja. Sin embargo, uno de ellos es el que más trabajo nos da (porque no se da, sino que se provoca) y el que más necesitamos para lograr una convivencia a largo plazo: el compromiso o el ágape. En mi opinión, la gran crisis que tenemos los seres humanos en términos del matrimonio está directamente relacionada con que no entendemos que el matrimonio no solo incluye un amor pasional (eros) y un amor de intimidad (philia), sino un amor de compromiso (ágape). Tenemos dificultad para entender que el amor no solo es emocional y sentimental, sino racional y de voluntad. Creemos que el amor es solo lo que se da en una pareja (pasión e intimidad), y no lo que se provoca y decide (compromiso). Perdemos de perspectiva que el nivel más alto de amor es el que se entrega voluntariamente para servir a la pareja y así saciar sus necesidades.
En pocas palabras, tenemos dificultad con el compromiso a largo plazo. El compromiso a largo plazo nos causa dificultad, porque no sacia directamente nuestras necesidades, sino las de nuestra pareja. El compromiso es un golpe a nuestro orgullo y a nuestra necesidad de girar la relación alrededor de nosotros mismos. Los seres humanos tenemos dificultad con hacer realidad esta parte del pasaje que dice el ágape es paciente y bondadoso; no es envidioso ni jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada impropio; no es egoísta ni se irrita; no es rencoroso; 6 no se alegra de la injusticia, sino que se une a la alegría de la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. ¿Qué entonces es necesario para lograr un amor saludable y duradero? ¿Cómo debemos amar para lograr una relación a largo plazo? Scott Peck, un distinguido psiquiatra norteamericano, complementa muy bien a Roberto Sternberg y define el amor de la siguiente manera: “La voluntad de extender los límites del yo con el propósito de nutrir nuestro crecimiento espiritual y el de los demás.” Para Peck, el amor es la decisión voluntaria y consciente de buscar el bienestar de las otras personas, y por consiguiente el nuestro también. Peck, dice que el enamoramiento no es lo mismo que el amor. El enamoramiento es una emoción/sentimiento que viene como consecuencia de la pasión/atracción sexual y de nuestro deseo de compañía/amistad/intimidad, y puede durar dos o tres años. Para Peck el amor no es una emoción, sino una decisión; y cuando ya no se siente amor (emoción) y se acaba el enamoramiento, es que tenemos ante nosotros la decisión de amar a la pareja y hacer un compromiso de buscar su bienestar durante toda una vida.
Al igual que la comunidad de Corinto, los matrimonios enfrentan un gran problema de convivencia, en donde el egoísmo y la desconsideración intentan ser más fuertes que la empatía y la solidaridad. Si aplicamos este texto bíblico al matrimonio, nos damos cuenta que la solución a gran parte de nuestros problemas de convivencia en el matrimonio es el amor ágape. Cuando a nuestros matrimonios lleguen las crisis por diferencias en formas de pensar, por los cambios físicos y emocionales que llegan a nuestro cuerpo y mente, por la llegada de los hijos al hogar o la partida de ellos hacia el mundo (nido vacío), por los cambios en el trabajo, por la rutina, por el estancamiento, por el desgaste o cansancio por las situaciones de la vida, por contratiempos de salud o por eventos traumáticos inesperados que nos tienten a dejar de amar y a separarnos o divorciarnos, la Palabra de Dios nos da una receta: amor ágape. El ágape nos recuerda que el matrimonio no solo se trata de mí y mis necesidades, sino de las necesidades de mi pareja. Sin convertirnos en esclavos de nuestras parejas, necesitamos cuidar, sostener y apoyar a nuestras parejas de forma recíproca (¡no solo las mujeres a los hombres!). El ágape nos recuerda que amar no solo es una emoción, sino una decisión. Se ama cuando se tienen ganas y cuando no se tienen. (T)
Existe un pequeño detalle de este amor ágape: solo puede hacerse realidad con la ayuda de Aquél que nos enseñó lo que es el amor ágape: Jesucristo. Juan 3:16 nos dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna.” ¿Queremos saber cómo amar? La cruz de Jesús nos enseña lo que es amor ágape. ¿Queremos amar con compromiso y decisión? Necesitamos a Jesús en nuestros matrimonios. Solo su Espíritu nos ayudará a amar como Él lo hace. Necesitamos ir a la cruz y pedirle a su Espíritu nos ayude. (V)
Más que un pedazo de papel, el matrimonio es la decisión de amar a otra persona como Dios lo hace: incondicionalmente. Cuando le decimos a alguien “Yo, ________, te tomo a ti, _________, como mi legítima(o) esposa(o), para que los dos seamos uno solo desde este día en adelante, para bien o para mal, en riqueza o en pobreza, en prosperidad o en adversidad, para cuidarte y amarte hasta que la muerte nos separe”, estamos diciendo “sí” a la oportunidad de extender los límites del yo con el propósito de nutrir nuestro crecimiento espiritual y el de nuestra pareja. Les dejo con mi verso favorito de 1 Corintios 13 (v.7), en la versión NTV:
El amor nunca se da por vencido, jamás pierde la fe,
siempre tiene esperanzas y se mantiene firme en toda circunstancia.