Para ver el video de la predicación haz click en Dios te acompaña.
Juan 15:18-16:4a
La serie de predicaciones, Todo lo puedo en Cristo, ha sido un diseñada para reflexionar sobre cómo Cristo nos invita a servir y dar. En particular, es un tiempo para reflexionar sobre las respuestas que le hemos dado a Dios cuando nos llama a servir y dar. La meta de esta serie de predicaciones es que le digamos que Sí a Cristo cuando nos invite a servir y dar, entendiendo que Cristo nos llama, capacita, acompaña y da el poder para cumplir con el llamado que nos hace. Como parte de estas predicaciones, hemos visto el llamado que Dios les hizo a Moisés (Éxodo 3) y a Jeremías (Jeremías 1). Al estudiar el llamado de Moisés, introdujimos el tema de la autoestima: el valor que nos damos como personas. Luego, al estudiar el llamado de Jeremías, introdujimos el tema de la autoeficacia: la apreciación que tenemos los seres humanos de nuestras capacidades. Una persona con una alta autoestima dice “Yo valgo y soy importante, y si Dios me llamó es porque soy importante y valioso para Él”; una persona con una alta autoeficacia dice “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece, porque Dios no llama a los capacitados, Dios capacita a los llamados”.
Hoy, hablaremos que Dios nos acompaña. Para este tema, quiero introducir un tercer término: la autocompasión. La autocompasión es la creencia que tenemos los seres humanos de que algo adverso y negativo nos ha ocurrido en la vida, y por tanto nos cogemos pena ante esta realidad. La autocompasión es la actitud de vernos como víctimas de las circunstancias y preguntarnos “¿Por qué a mí?” Es un estado de negación en donde no aceptamos que las circunstancias adversas nos hayan ocurrido a nosotros y actuamos como las personas más desdichadas del mundo. La autocompasión viene acompañada de un deseo de controlar las cosas (porque no aceptamos las cosas como son), y de la decepción, un sentimiento profundo de desilusión.
La autocompasión, es una etapa natural y necesaria ante los eventos de adversos de la vida. Cuando sufrimos una pérdida o evento trágico en la vida, es normal preguntarnos por qué nos ha pasado esto en la vida. Ante los eventos adversos de la vida, los seres humanos de forma muy natural entramos en un proceso de duelo, el proceso natural de nuestro sistema para aceptar las cosas como son, y adaptarnos a la nueva realidad. Una de las etapas de un proceso de duelo ante una pérdida o un evento adverso es la autocompasión: cogernos pena, vernos como víctimas, y sentir decepción. Según el duelo va continuando su curso, la autocompasión va siendo reemplazada por un entendimiento de que la vida es como es, y no como quisiéramos que fuera; y vamos aceptando que esa pérdida o evento adverso nos tocó a nosotros. Una vez aceptamos e integramos ese evento a nuestra vida, podemos volver a tener esperanza, aprendemos de la experiencia, asumimos las responsabilidades que nos tocan, sanamos, y volvemos a ser felices.
El problema con la autocompasión, es que en ocasiones permanece en nuestro sistema más de lo que debería, y en algunos casos, se vuelve parte de nuestra vida. Sin subestimar las experiencias complejas que pudimos haber vivido o estar viviendo, muchos de nosotros tenemos dificultades para aceptar los eventos adversos de la vida, y nos seguimos viendo como víctimas más tiempo del que deberíamos; la etapa de la autocompasión ha durado más de lo que debería. Esto nos ha llevado a muchos de nosotros a la depresión: un sentimiento profundo de desesperanza. En algunos casos, la autocompasión no solo ha durado más de lo que debería, sino que se ha convertido en un estilo de vida. Podemos estar disfrutando de múltiples bendiciones, pero nos obsesionamos y enfocamos con la pérdida o la experiencia adversa. Vivimos en un estado continuo de pena, victimización y decepción. Vivimos infelices porque la vida no nos da lo que queremos. La autocompasión como estilo de vida nos lleva a continuas recaídas emocionales (depresivas) y nos impide crecer y madurar porque no aceptamos y asumimos responsabilidad por la vida que tenemos. Somos las víctimas eternas de la vida.
¿Cómo se relaciona la autocompasión con el llamado que Dios nos hace a servir y dar? La autocompasión detiene nuestro servicio a Dios. Cuando ocurre un evento adverso en nuestra vida cristiana, la autocompasión nos lleva a no aceptar que este evento adverso nos haya pasado mientras servimos a Cristo. En vez de hacer duelo y aceptar que la vida cristiana es como es (y no cómo quisiéramos que fuera), dejamos de servir a Dios, tristes y decepcionados. Hoy, al estudiar las palabras de Jesús en Juan 15 y 16, veremos que servir a Cristo incluye eventos adversos y dolorosos. Jesús nos advierte que la vida cristiana incluye sufrimiento, y que servir a Cristo es un continuo proceso de aceptar las adversidades, hacer duelo y permitir que el Espíritu Santo nos consuele, sane y acompañe en el camino. Jesús nos enseña que necesitamos vencer la autocompasión y aceptar la vida cristiana como es, no como quisiéramos que fuera. Jesús hace eco de las palabras de Jehová cuando llamó a Moisés y a Jeremías y les dijo: “Yo estoy contigo”. Jesús no promete una vida cristiana libre de sufrimientos, Jesús nos promete que va a estar con nosotros para consolarnos y sanarnos ante los eventos adversos de la vida. En el pasaje de hoy Jesús nos explica el Consolador nos acompañará en nuestra jornada de fe.
Juan 15:18 al 16:4a nos dice:
18 »Si el mundo los aborrece, sepan que a mí me ha aborrecido antes que a ustedes. 19 Si ustedes fueran del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero el mundo los aborrece porque ustedes no son del mundo, aun cuando yo los elegí del mundo. 20 »Acuérdense de la palabra que les he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán; si han obedecido mi palabra, también obedecerán la de ustedes. 21 Pero todo esto les harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado. 22 Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado. 23 El que me aborrece a mí, también aborrece a mi Padre. 24 Si yo no hubiera hecho entre ellos las obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora las han visto, y nos han aborrecido tanto a mí como a mi Padre. 25 Pero esto es para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley: “Me aborrecieron sin motivo.” 26 Pero cuando venga el Consolador, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre y a quien yo les enviaré de parte del Padre, él dará testimonio acerca de mí. 27 Y ustedes también darán testimonio, porque han estado conmigo desde el principio…Les he dicho estas cosas, para que no tengan tropiezos. 2 Ustedes serán expulsados de las sinagogas, y llegará el momento en que cualquiera que los mate, pensará que rinde un servicio a Dios. 3 Y esto lo harán porque no conocen al Padre ni a mí. 4 Pero les he dicho estas cosas para que, cuando llegue ese momento, se acuerden de que ya se lo había dicho.”
Existen dos contextos en el cual podemos ubicar estas palabras de Jesús. En primer lugar, estas palabras van dirigidas de parte de Jesús a sus discípulos. La muerte de Jesús estaba cerca, y sus discípulos serían perseguidos por las autoridades romanas, de la misma forma en que él fue perseguido. En segundo lugar, estas palabras de Jesús también van dirigidas a las personas que leyeron este evangelio luego de la muerte de Jesús. Se dice que el evangelio de Juan es el último de los evangelios que se escribe, para eso de la década del 90dC. La comunidad cristiana a la cual el evangelista Juan escribe también estaba viviendo un contexto de persecución, pero no solo por parte de las autoridades romanas. Según la evidencia que existe en el Nuevo Testamento, hubo una división en la comunidad religiosa para el año 85dC aproximadamente. Esta división ocurre porque los judíos expulsaron de la sinagoga a todos los judíos que afirmaron creer en Jesucristo como Salvador. Es decir, los judíos expulsaron a los cristianos de la sinagoga. Por tanto, los cristianos no solo fueron perseguidos por las autoridades romanas, sino por la comunidad judía.
Se dice que cuando Juan escribe estos capítulos 15 y 16 les está hablando a esos cristianos perseguidos por los judíos. ¿Y qué le quiere decir Juan a estos cristianos que están sufriendo esta persecución? La vida cristiana incluye todo esto que están viviendo, pero no se quiten, que Jesús nos advirtió de esto y su Espíritu Santo está entre nosotros para consolarnos y sanarnos. Juan, a través de las palabras de Jesús, le está pidiendo algo extraordinario a su comunidad: Ajusten sus expectativas de la vida cristiana, porque la vida cristiana incluye sufrimiento, y ese sufrimiento en ocasiones llegará por parte de personas de quienes lo esperamos (autoridades romanas) y de parte de personas de quienes no lo esperamos (comunidad judía). De todas las palabras de Jesús, el verso que más llama mi atención es el verso 16:1, y quisiera leerlo en tres versiones: “Les he dicho estas cosas, para que no tengan tropiezos” (RVC), “Les dije esto para que nadie haga tambalear su fe” (PDT), “Les he dicho estas cosas para que no abandonen su fe” (NTV). ¿Qué quiso decir Jesús con esto? Al servirme y ser mis discípulos, sufrirán, y este sufrimiento en ocasiones será producido por personas de nuestra misma comunidad religiosa. No pierdan la fe cuando se enfrenten a todo esto, porque ya se lo advertí.
Existen muchos cristianos y cristianas que han abandonado su fe, por causa del sufrimiento que le han causado personas de la propia comunidad cristiana. No subestimo las experiencias duras, complejas y difíciles que podemos vivir dentro de la comunidad cristiana. Sin embargo, en vez de preguntarnos, ¿Cómo es posible que algo así nos haya pasado en la iglesia?, nos debiéramos hacer las siguientes preguntas: ¿Por qué no? ¿Acaso la comunidad cristiana es perfecta? ¿La comunidad cristiana estará libre de errar? Una de las grandes tentaciones que tenemos los cristianos y cristianas cuando sufrimos dentro del escenario de la iglesia, es asumir una conducta autocompasiva, vernos como víctimas, no perdonar y dejar de servir. La autocompasión se apodera de nosotros, y dejamos que la decepción nos domine. ¿Qué hacer en momentos en que sufrimos dentro de la comunidad cristiana y somos tentados a quitarnos y dejar de servir? Tres cosas: 1) Hacer duelo, 2) Abrirnos al consuelo de Dios, y 3) Servir con expectativas saludables.
Hacer duelo es hablar, llorar y aceptar. En primer lugar, hacer duelo es comenzar a hablar del asunto con personas que nos puedan ayudar y no encerrarnos en nosotros mismos. Callar el asunto es una forma de negación, y la negación impide el duelo. Un error clásico de la autocompasión es aislarnos y no enfrentar la realidad. En segundo lugar, hacer duelo es darnos espacio para llorar (si es que lo necesitamos) y permitir que nuestro sistema vaya sacando afuera el dolor a través del mecanismo que Dios nos dio para sanar: las lágrimas. En tercer lugar, hacer duelo es aceptar que la comunidad cristiana está compuesta de personas igual de imperfectas que nosotros; y que nosotros también pudiéramos ser quienes causemos sufrimiento a otras personas. Aceptar es reconocer que la comunidad cristiana es humana, y que necesitamos perdonarnos unos a otros continuamente.
Hacer duelo es una decisión que los seres humanos logramos con la ayuda de Dios. Sin embargo, ser consolados y sanados por el Espíritu Santo es una iniciativa de Dios con la ayuda de cada uno de nosotros. El consuelo y la sanidad vienen a nuestra vida como un regalo de Dios. En el verso 26 Jesús nos dice: “Pero cuando venga el Consolador, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre y a quien yo les enviaré de parte del Padre…”. El Espíritu Santo, el Consolador, es un regalo de Dios para nosotros. Es la presencia de Dios trayendo consuelo y sanidad a nuestras vidas. ¿Qué hacer en momentos en que sufrimos dentro de la comunidad cristiana y somos tentados a quitarnos y dejar de servir?Abrirnos al consuelo de Dios. Ya Dios ha decidido consolarnos y sanarnos, nosotros somos los que necesitamos abrirle paso al consuelo y la sanidad de Dios.
Una vez hemos hecho duelo, y hemos sido consolados y sanados por Dios, Jesús nos invita a tener expectativas saludables al ser sus discípulos y servirle: “Les he dicho estas cosas para que no abandonen su fe”. Si ya hemos vivido experiencias dolorosas en nuestra jornada de fe, lo más saludable e inteligente es ajustar nuestras expectativas y entender que tarde o temprano sufriremos a causa de nuestros errores o de los errores de otras personas dentro de la comunidad cristiana. Esta realidad necesita estar presente en nuestra mente, y entender que Dios no nos ha prometido liberarnos del sufrimiento, sino acompañarnos en medio de él.
Romanos 8:28 dice “Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, es decir, de los que él ha llamado de acuerdo a su propósito.” Este pasaje no quiere decir que Dios ocasiona todas las cosas en la vida, porque Dios no controla todo, y mucho menos lo malo. Esto quiere decir que Dios puede sacar algo bueno de una experiencia adversa. Eso fue lo que ocurrió con la comunidad cristiana. La persecución que recibieron los cristianos por parte de la comunidad judía fue lo mejor que le pudo haber pasado. Al ser expulsados de la sinagoga, los cristianos llevaron el evangelio hasta sus hogares, y el cristianismo se esparció por los hogares de la comunidad cristiana. Esto permitió que el evangelio se esparciera y millones de personas (incluyéndonos a nosotros) pudiéramos conocer a Cristo. Dios hizo algo extraordinario de evento doloroso. Dios también quiere hacer algo extraordinario de nuestros eventos dolorosos.
En este día, te invito a servir a Dios con pasión e invertir tus energías, tiempo y recursos económicos en los asuntos del Reino de Dios con las siguientes palabras de Jesús en mente: “En el mundo tendrán aflicción; pero confíen, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Ya sea que estés viviendo un tiempo de adversidad o no: No permitas que la autocompasión se apodere de ti; por el contrario, ajusta tus expectativas de la vida cristiana y ten fe de que cuando enfrentemos el dolor y el sufrimiento Dios nos acompañará. Dile que Sí a Cristo. Todo lo puedes en Cristo.
Hemos recibido cátedra con este mensaje. Pongámoslo en práctica. Bendiciones.
Titi Aida