Mateo 27:32-56; Filipenses 2:1-11
Los seres humanos tenemos la capacidad, con la ayuda de Dios, de ser generosos. Tenemos el potencial de entregarnos y sacrificarnos para que otras personas obtengan bienestar. Dentro de nosotros existe la capacidad de dejar de pensar en nuestras necesidades, aunque sea por un momento, para pensar en las necesidades de los demás. Tenemos la capacidad de transitar el camino de la humildad, el servicio, el sacrificio, la entrega y la generosidad. ¿Cuántos hemos sido bendecidos por la humildad y sacrificio de otras personas?
Por otro lado, los seres humanos también tenemos la capacidad de transitar otro camino. Según las Naciones Unidas, en el mundo están ocurriendo diez guerras que causan al menos 1,000 muertes violentas al año. Los países donde ocurren estas guerras son: Afganistán, Somalia, Nigeria, Pakistán, Méjico, Egipto, Siria, Iraq, África Central, Sudán. En América, la situación en Colombia es considerada como guerra. Cuando sumamos las muertes causadas por estas guerras, con facilidad se supera el millón de muertes. En Puerto Rico, mueren violentamente por lo menos mil personas, un poco menos de los que murieron en Egipto y Nigeria en el 2013. Este escenario es irónico: mientras más el ser humano piensa en sí mismo, más se destruye. Este es el camino del egoísmo y la autodestrucción.
Hoy, viernes santo, celebramos la crucifixión de Jesús. Su muerte en la cruz fue la que puso en evidencia la inclinación del ser humano hacia el camino del egoísmo y la autodestrucción; pero a la misma vez, fue el evento que nos liberó de este camino de una vez y para siempre. Gracias a la muerte de Jesús en la cruz, hoy los seres humanos podemos ser libres del camino del egoísmo y la autodestrucción, y tenemos la opción de escoger el otro camino que Jesús nos enseñó con su propia muerte en la cruz: el camino de la humildad y el sacrificio. El propósito del mensaje de esta mañana es muy sencillo: Que con la ayuda de Dios, podamos morir al camino del egoísmo y autodestrucción, y escoger el camino de la humildad y sacrificio. Solo a través del camino de la humildad y el sacrificio es que nuestras vidas pueden tener significado, propósito y trascendencia en el mundo. Solo a través de este camino es que podemos construir, en vez de destruir, un mejor país y un mejor mundo.
Para poder morir al camino del egoísmo y autodestrucción, primero es importante entenderlo y ver cómo nosotros pudiéramos estar caminando en él. Además, es importante entender cómo es que un ser humano puede morir a este camino y escoger un camino mejor. Empecemos por entenderlo. ¿Qué es el camino del egoísmo y autodestrucción? Es el camino en el cual nuestras vidas giran alrededor de nosotros mismos y no hay espacio para el servicio, la generosidad y la entrega por amor a otras personas. Es el camino en donde nuestras necesidades son las primeras y las únicas. En este camino no hay conciencia de las necesidades de los demás; y si la hubiera, no se está dispuesto/a a invertir tiempo, energías, y recursos para suplirlas. Este es el camino del “yo”.
Lo primero que hay que reconocer es que ni los discípulos de Jesús pudieron librarse de este camino del egoísmo y autodestrucción. Durante su ministerio, hubo ocasiones en que los discípulos buscaron el poder y la gloria. Un ejemplo de esto es cuando Santiago y Juan le solicitaron a Jesús ser dos de sus jefes cuando Él llegara al trono. Los discípulos, representados por estos dos, creían que el reinado de Jesús era uno político, y estaban buscando poder. En otra ocasión Jesús les reveló a sus discípulos que iba a morir por amor a la humanidad, y los discípulos (representados por Pedro) intentaron obstaculizar la voluntad del Padre. Cuando Jesús entra por Jerusalén, en lo que llamamos la Entrada Triunfal, muy probablemente los discípulos creían estar alabando a un libertador político que los salvaría de Roma. Mientras Jesús va a orar momentos antes de su arresto, los discípulos se durmieron en tres ocasiones. Uno de sus discípulos, Judas, es quién lo traiciona. Jesús es arrestado sin cometer algún delito, y sus discípulos se esconden ante el arresto de Jesús, buscando su seguridad. Pedro, el líder de los discípulos niega a Jesús. En adición a los discípulos, el Sanedrín busca matar a Jesús sin evidencia de las acusaciones por temor a perder poder; la multitud juzga a Jesús y prefiere su muerte violenta en vez de actuar con misericordia; y el gobernador Pilato prefiere complacer a la multitud antes de hacer justicia, por temor a perder el control.
El camino del egoísmo y la autodestrucción no es nada nuevo ni extraño para nosotros hoy día. Este es el camino que escogemos cuando, al igual que los discípulos, nuestras vidas giran alrededor de nosotros mismos y no hay espacio para el servicio, la generosidad y la entrega por amor a otras personas. Este camino lo escogemos cuando ponemos nuestras necesidades por encima de las de nuestra pareja, cuando no tomamos el tiempo para ayudar a un compañero de trabajo que nos necesita, cuando no sacamos tiempo para hablar con nuestros hijos, cuando decimos que no al llamado que nos hace el pastor o algún líder para colaborar en algún ministerio o proyecto, cuando no sacamos tiempo para nuestros padres porque estamos ocupados con “nuestros” asuntos, cuando no tenemos tiempo para ayudar a nuestro vecino que nos ha pedido ayuda, cuando nos estacionamos tomando dos estacionamientos en vez de uno, cuando nos estacionamos en un lugar para personas con condiciones especiales, cuando dejamos el carro de compra en el estacionamiento, cuando no pagamos nuestros impuestos o cualquier utilidad pública, cuando usamos el agua o la energía eléctrica en exceso, cuando contaminamos el ambiente o votamos la basura fuera del zafacón, cuando comemos en exceso y votamos la comida que sobra, cuando no diezmamos pensando que nuestras necesidades personales son más importantes que las del Reino de Dios, cuando no contribuimos en las tareas del hogar, cuando no esperamos nuestros turnos en las filas, cuando no perdonamos o pedimos perdón, cuando creemos que el gobierno tiene que resolver todos nuestros problemas pero no estamos dispuestos a hacer nuestra parte y colaborar, entre otras cosas.
Desde la creación del ser humano, el resultado de este camino del egoísmo y la autodestrucción siempre ha sido el mismo: la destrucción. En el Edén, el ser humano buscó sus propias necesidades desobedeciendo a Dios. Esto trajo la destrucción de la relación entre Dios y el ser humano, y entre los seres humanos con la creación. Luego Dios buscó hacer un nuevo pacto con el ser humano a través del pueblo de Israel y le dio una serie de mandamientos para restaurar la relación con ellos, y para restaurar la relación entre ellos mismos y la creación. Los israelitas desobedecieron a Dios y el resultado fue la destrucción de su pueblo, y el tener que ser esclavos de otras naciones en múltiples ocasiones. Hoy día, cada vez que los seres humanos transitamos el camino del egoísmo, viene la destrucción. Si somos egoístas con nuestras parejas, la relación se destruye. Si somos egoístas con nuestras familias, la relación se destruye. Si somos egoístas con nuestra iglesia, la destruimos. Si somos egoístas con nuestra comunidad, la destruimos. Si somos egoístas con nuestro pueblo, nuestro país y nuestro mundo, los destruimos. El egoísmo lo destruye todo.
¿Cómo podemos salirnos de este camino del egoísmo y la autodestrucción? ¿Cómo podemos escoger un mejor camino? A través del sacrificio de Jesús en la cruz. La muerte de Jesús nos liberó de una vez y por todas del pecado y nos enseñó el camino de la humildad y el sacrificio. Durante todo el Antiguo Testamento (AT) Dios intentó librar al pueblo del pecado, pero no pudo. El ser humano tenía una naturaleza pecaminosa de la cual no podía liberarse. Dios entonces tuvo un plan: Jesús. Desde el AT los israelitas tenían que ofrecer sacrificios a Dios a través de animales para ser liberados de su pecado. Un sacerdote hacia este ritual, y escogía el mejor animal disponible. El plan de Dios fue el siguiente: “Yo mismo voy a ser el sacrificio; me voy a hacer hombre y yo mismo seré tanto el sacerdote que ofrece el sacrificio como el sacrificio que se ofrece. De esta forma, se hará el mejor sacrificio que podrá hacerse en la historia, y el ser humano será libre del pecado de una vez y por todas”. La única forma en que el ser humano puede entonces ser libre del camino del egoísmo y autodestrucción no es por sus propias fuerzas, sino aceptando que es incapaz de dejar de pecar y que solo a través del sacrificio de Jesús es que puede ser libre del pecado.
Una vez libre del pecado, el ser humano tiene la libertad de escoger un mejor camino, al camino del egoísmo y autodestrucción: el camino de la humildad y el sacrificio. Este es el camino del servicio, la generosidad y la entrega por amor a otras personas, tal y como lo hizo Jesús. Es el camino en donde las necesidades de los demás son igual de importantes que las nuestras. Es el camino de la solidaridad y la empatía. Es el camino en donde estoy dispuesto a invertir mi tiempo, energías y recursos en suplir las necesidades de los demás. Es el camino en donde tenemos la conciencia de que todos somos una gran familia y que cuando a mi alrededor alguien sufre, yo sufro también. Este es el camino en donde se reemplaza el “yo” con el “nosotros”. Jesús resumió este camino de la siguiente manera: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo.” Pero lo mejor de todo no fue que lo enseñó con palabras solamente, sino con su sacrificio en la cruz. Jesús enseñó y modeló este camino. ¿Queremos transitar el camino de la humildad y el sacrificio para así evitar la destrucción de nuestra relación con Dios, de nuestra familia, de nuestra comunidad y de nuestro mundo? Miremos a Jesús, e imitémoslo.
Filipenses 2:1-11 nos dice (NTV): “¿Hay algún estímulo en pertenecer a Cristo? ¿Existe algún consuelo en su amor? ¿Tenemos en conjunto alguna comunión en el Espíritu? ¿Tienen ustedes un corazón tierno y compasivo? 2 Entonces, háganme verdaderamente feliz poniéndose de acuerdo de todo corazón entre ustedes, amándose unos a otros y trabajando juntos con un mismo pensamiento y un mismo propósito. 3 No sean egoístas; no traten de impresionar a nadie. Sean humildes, es decir, considerando a los demás como mejores que ustedes. 4 No se ocupen sólo de sus propios intereses, sino también procuren interesarse en los demás. 5 Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús. Aunque era Dios, no consideró que el ser igual a Dios fuera algo a lo cual aferrarse. 7 En cambio, renunció a sus privilegios divinos; adoptó la humilde posición de un esclavo y nació como un ser humano. Cuando apareció en forma de hombre, se humilló a sí mismo en obediencia a Dios y murió en una cruz como morían los criminales. Por lo tanto, Dios lo elevó al lugar de máximo honor y le dio el nombre que está por encima de todos los demás nombres 10 para que, ante el nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para la gloria de Dios Padre.”
Al inicio del mensaje pregunté ¿Cuántos hemos sido bendecidos por la humildad y sacrificio de otras personas? Hoy, viernes santo, recordamos que la humanidad entera ha sido bendecida por la humildad y sacrificio de Jesús. Gracias a la muerte de Jesús en la cruz, hoy los seres humanos podemos ser libres del camino del egoísmo y la autodestrucción, y tenemos la opción de escoger un mejor camino que Jesús nos enseñó con su propia muerte en la cruz: el camino de la humildad y el sacrificio. Solo a través del camino de la humildad y el sacrificio es que nuestras vidas pueden tener significado, propósito y trascendencia en el mundo. Solo a través de este camino es que podemos construir, en vez de destruir, un mejor país y un mejor mundo.
Una excelente pregunta que podemos hacernos es: ¿Por qué Jesús hizo todo esto? Romanos 5:8 nos dice: “Pero Dios muestra su amor por nosotros en que, cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.” Juan 3:16 nos dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna.” La crucifixión fue un sacrificio por amor.