Lucas 24:13-35
La psicología del desarrollo humano nos enseña que los bebés recién nacidos nacen creyendo que el mundo gira alrededor de ellos mismos. Cuando tienen hambre, lloran, y se les da de comer. Cuando tienen sueño, lloran, y se les duerme. Cuando quieren algo, lo piden, y se les da. A la edad de aproximadamente dos años, los ahora niños descubren que el mundo ya no gira alrededor de ellos. Al llorar y dar órdenes, se dan cuenta de que sus padres y adultos no son sus sirvientes, y que no pueden controlarlo todo. Esto causa enojo, frustración, tristeza, ansiedad, angustia y decepción, que son expresadas usualmente con los famosos berrinches, rabietas, llantos, gritos o agresiones. Los psicólogos le llaman a esta etapa “los terribles dos”. No es fácil para los niños entender e internalizar que el mundo no gira alrededor de ellos mismos.
Luego de más de diez años, todavía no he podido olvidar lo que el Pastor Rick Warren dijo en su libro Una vida con propósito, en su primer capítulo: No se trata de ti. Esas palabras me dieron duro, me penetraron en la mente y causaron en mí una serie de berrinches y rabietas dirigidas a Dios. ¿Cómo que la vida cristiana no se trata de mí? Se me hizo difícil aceptar que la vida no giraba alrededor de mí. Mientras continué leyendo el libro, fui entendiendo algo que me cambió la vida: Nuestras vidas solo encuentran propósito cuando dejamos que Dios nos use para bendecir a otras personas. La vida cristiana no tiene sentido ni propósito, pierde su esencia, cuando solo se trata de nosotros mismos. El evangelio es una invitación a no solo ser recipientes del amor de Dios, sino también a ser instrumentos del mismo.
Esto es un cambio de visión, perspectiva, paradigma. Los religiosos de la época de Jesús tuvieron problema con Jesús precisamente porque los confrontó con la realidad de que estaban girando sus vidas alrededor de ellos mismos. Los mismos discípulos tuvieron dificultades para entender esto, y en ocasiones quisieron impedir que Jesús se entregara por amor a la humanidad. Hoy día, todavía seguimos luchando con esta realidad de que la vida cristiana no gira alrededor nuestro. Hacemos berrinches y rabietas cuando somos invitados a salir de nuestra zona de comodidad para ser instrumentos del amor de Dios.
La campaña Dile Si a Cristo ha sido una invitación a no girar nuestra vida alrededor de nosotros mismos. Ha sido una invitación a pensar en otras personas, en sus necesidades y en la vida plena que pudieran tener si conocieran a Jesucristo. Esta campaña ha sido un llamado al evangelismo: testificar acerca de Cristo e invitar a otras personas a seguirle. A lo largo de la serie de predicaciones aprendimos que seguir a Cristo es en esencia un llamado a hacer discípulos de Cristo, y que la tarea primaria de quienes siguen a Cristo es evangelizar. Aprendimos que “No son los sanos los que necesitan de un médico, sino los enfermos”; y por lo tanto la gente no tiene que cambiar para seguir a Cristo; la gente cambia porque sigue a Cristo. Aprendimos que la iglesia debe recibir a quienes les visitan con una hospitalidad radical porque es la forma concreta, visible y tangible en que alguien puede sentir que es amado por Dios. Aprendimos que los testigos de Cristo son el instrumento que el Espíritu Santo utiliza para llevar el evangelio. Por tal razón, fuimos invitados a testificar con valentía, visión y autoestima.
Aprendimos que toda persona que cree en Jesús como Salvador, está llena del Espíritu Santo, y del poder para testificar. Aprendimos que la evangelización comienza en casa, y que nosotros podemos ser instrumentos de salvación para la gente de nuestras casas, si con nuestras palabras y acciones testificamos que Cristo es real y está disponible para sanar, salvar, restaurar y transformar sus vidas. Aprendimos que ante los gritos de ayuda de quienes nos rodean, necesitamos acercarnos e invitarles a creer que Jesús puede vencer su situación “imposible”. Fuimos invitados a creer que no hay nada imposible para Jesús, y que necesitamos creerlo para poder invitar a los demás a creerlo también. Hoy, a través del pasaje de los caminantes de Emaús, aprenderemos que nuestras vidas solo encuentran propósito cuando dejamos que Dios nos use para bendecir a otras personas. Seremos invitados a no solo ser recipientes del amor de Dios, sino también instrumentos de este amor.
Luego de la muerte de Jesús, sus discípulos estaban tristes, frustrados y desesperanzados. No pensaban que todo el ministerio de Jesús acabaría con una muerte tan violenta como la que sufrió Jesús en la cruz. Lucas 24 nos narra lo que ocurrió con dos de estos discípulos. Mientras caminaban tristes de Jerusalén hacia Emaús, Jesús se une a ellos. Jesús había resucitado, pero ellos no lo sabían. Al verlos tristes, Jesús les pregunta la razón de su tristeza. Ellos estaban asombrados de la pregunta, y le dicen: “Tú debes de ser la única persona en Jerusalén que no oyó acerca de las cosas que han sucedido allí en los últimos días. —¿Qué cosas?—preguntó Jesús. Las cosas que le sucedieron a Jesús, el hombre de Nazaret —le dijeron—. Era un profeta que hizo milagros poderosos, y también era un gran maestro a los ojos de Dios y de todo el pueblo. Sin embargo, los principales sacerdotes y otros líderes religiosos lo entregaron para que fuera condenado a muerte, y lo crucificaron. Nosotros teníamos la esperanza de que fuera el Mesías que había venido para rescatar a Israel. Todo esto sucedió hace tres días.”
Ante la tristeza y desilusión de estos hombres, Jesús aprovecha para hablarles lo que decía la Escritura acerca de Él mismo, como una forma de hacerles ver que esto era parte del plan divino. Mientras hablaban, llegaron a Emaús. Como era tarde, Jesús hizo como si fuera a seguir en el camino, pero aquellos discípulos invitaron a Jesús a su hogar. Allí en su hogar, Jesús se sienta a la mesa con estos dos discípulos y parte el pan. En ese momento, los ojos de ambos fueron abiertos y reconocieron que Jesús era el que estaba con ellos. En el instante, Jesús desapareció. “Entonces se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?». En menos de una hora, estaban de regreso a Jerusalén. Allí encontraron a los once discípulos y los otros que se habían reunido con ellos, quienes decían: «¡El Señor ha resucitado de verdad! Se le apareció a Pedro». Luego los dos de Emaús les contaron cómo Jesús se les había aparecido mientras iban por el camino y cómo lo habían reconocido cuando partió el pan.”
Esta historia nos permite ubicarnos en una de dos opciones: Desde el lugar de los discípulos o desde el lugar de Jesús. Me explico. Tradicionalmente este texto se predica poniéndonos a nosotros mismos en el lugar de los discípulos a los cuales Jesús se les acerca, les acompaña en su dolor, llega hasta su hogar, se sienta en la mesa y les transforma. Esta es una perspectiva hermosa, en donde podemos identificarnos con los dos discípulos. Sin embargo, hoy no les voy a invitar a estar en el lugar de los discípulos, sino en el de Jesús. Teniendo presente que no solo somos recipientes del amor de Dios, sino también instrumentos del mismo, hoy quiero que meditemos en cómo nosotros, al igual que Jesús, podemos ser instrumentos para acompañar a quienes sufren en la vida y caminan sin esperanza. Hoy no quiero que nos veamos como quienes reciben palabra de aliento y esperanza, sino como quienes la ofrecen. Hoy no quiero que nos veamos como los discípulos que recibieron una explicación de quién era Cristo por parte del mismo Jesús, sino como quienes al igual que Jesús les hablamos a otras personas acerca de quién es Jesús. No quiero que nos veamos como quienes reciben a Cristo en su vida y son transformados por su presencia, sino como quienes aprovechan las oportunidades para ofrecerle a Cristo a otras personas con la fe de que Cristo puede transformar sus vidas. En lo único que quiero que nos identifiquemos con los discípulos, es que al reconocer a Jesús salieron a testificar a los demás discípulos que Cristo había resucitado.
El pasaje de los caminantes de Emaús nos provee uno de los mejores ejemplos de cómo nuestra iglesia puede cumplir con su misión de “Construir una comunidad cristiana en donde personas no cristianas y cristianas puedan conocer, amar y servir a Dios, para convertirse así en discípulos de Cristo.” Jesús nos ofrece un excelente modelo que cómo alcanzar nuestra visión de que haya “vidas transformadas” por el amor de Dios. Jesús nos enseña cómo es que la iglesia puede alcanzar su meta de CRECER y aumentar su membresía. ¿Quieren saber cuál es este modelo? Que cuando haya en el camino personas desilusionadas con la vida, nos tenemos que acercar para escucharles. Mientras les escuchamos, tendremos la oportunidad para hablar de Cristo. En algún momento dado de la conversación, quizás cuando parezca que nuestro acompañamiento culminará, las personas van a pedirle a Cristo que entre a su corazón, y al Cristo entrar en su vida (su casa), serán transformados por su presencia. Ante el milagro de la transformación testificarán a otras personas del amor de Dios, y serán instrumentos del amor de Dios, de la misma forma en que nosotros fuimos para ellos.
¿Qué nos enseña esta historia cuando nos ponemos en el lugar de Jesús? Que la vida cristiana no solo se trata de nosotros mismos. Que Jesús no solo quiere hacer algo en nosotros, sino a través de nosotros. Que necesitamos vernos no solo como recipientes del amor de Dios, sino como instrumentos del mismo. Que nuestras vidas tienen significado y propósito cuando somos usados por Dios para compartir su amor. Que Dios nos ama de la misma forma que ama a todos los seres humanos, y quiere usarnos para transformar la tristeza de otros en alegría, la desesperanza en esperanza, el dolor en gozo. Que necesitamos acompañar a la gente que nos rodea, escuchar sus necesidades, compartirle a Cristo y esperar una transformación de parte de Dios. Que necesitamos ser instrumentos de su amor.
Hazme un instrumento de tu paz
donde haya odio lleve yo tu amor
donde haya injuria tu perdón señor
donde haya duda fe en ti
Maestro ayúdame a nunca buscar
el ser consolado sino consolar
ser entendido sino entender
ser amado sino yo amar
Hazme un instrumento de tu paz
que lleve tu esperanza por doquier
donde haya oscuridad lleve tu luz
donde haya pena tu gozo señor
Hazme un instrumento de tu paz
es perdonando que nos das perdón
es dando a todos como tú nos das
muriendo es que volvemos a nacer
Verdaderamente este mensaje nos concientiza de que debemos darnos en amor por los que tienen necesidades y sobre todo del conocimiento de Cristo. Gracias. Bendiciones, Titi Aida