Marcos 5:1-20
No hay que hacer mucho esfuerzo para darnos cuenta que a nuestro alrededor hay necesidad. Todos y todas conocemos a alguien pasando por una depresión. Algún conocido está sufriendo una pérdida. Alguna persona que conocemos lucha con algún vicio. Una persona que amamos sufre por las heridas de una relación amorosa que no resultó, y enfrenta un proceso de divorcio. Alguien en nuestra familia sufre de ansiedad (“de los nervios”) y tiene dificultades para dormir. Algún amigo o familiar está sufriendo, en dolor, y se ha aislado de todos y todas. Alguien en nuestra familia está enfermo. Lo cierto es que cuando miramos a nuestro alrededor, nos encontramos con personas a las que amamos, que están sufriendo; y este sufrimiento les ha deteriorado física, mental y espiritualmente. Para estas personas en sufrimiento, su situación ha llegado a parecer demasiado complicada, muy difícil de resolver, y se han resignado a vivir con una situación “imposible”. Una de las formas en que reconocemos su dolor y sufrimiento, es que en medio de su desilusión, coraje y frustración, gritan a los cuatro vientos por una salida, por una solución, gritan por ayuda. Viven en la espera de que alguien o algo les libere de su situación “imposible”.
Hoy, veremos la historia de un joven endemoniado, que vivía aislado en las tumbas, encadenado y sin ropa. Su situación era una “imposible”. Vivía sin esperanza. Sin embargo, de todos los lugares por los cuales Jesús pudo haber pasado, decidió pasar por donde estaba aquel joven. Este joven tuvo la oportunidad de encontrarse con Aquél que tuvo, tiene y tendrá el poder para vencer cualquier situación “imposible”. Al encontrarse con Jesús, fue liberado de su posesión demoniaca e invitado por Jesús a testificar del milagro. Esta historia nos enseña que ante los gritos de ayuda de quienes nos rodean, necesitamos acercarnos e invitarles a creer que Jesús puede vencer su situación “imposible”. No hay nada imposible para Jesús, y nosotros necesitamos creerlo para poder invitar a los demás a creerlo también. El resultado de nuestra fe será que las personas a nuestro alrededor serán liberados y testificarán del milagro. Jesús nos enseñó que ante el grito de ayuda, necesitamos ser instrumentos para traer liberación, sanidad y salvación. La gente a nuestro alrededor espera con ansias un milagro, y Jesús es el Dios de los milagros.
Luego de haber calmado una tormenta, mientras estaba en una barca con los discípulos, Jesús decide pasar por una ciudad llamada Gerasa. Algunos se refieren también a una ciudad llamada Gadara. Lo importante es que esta ciudad a la que llega Jesús es una ciudad pagana (no judía), y por lo tanto era considerada impura. Desde la perspectiva judía, era una ciudad contaminada, a la cual no había que visitar. Hasta este lugar Jesús decide llegar para traer salvación, manteniéndose así consistente con su misión de “Salvar y sanar lo que se había perdido”. Allí, en esta ciudad, se encontraba un joven endemoniado. Para un judío, este joven estaba doblemente contaminado: no solo era pagano, sino que también estaba endemoniado. Marcos 5 nos dice que “Este hombre vivía entre las cuevas de entierro y ya nadie podía sujetarlo ni siquiera con cadenas. 4 Siempre que lo ataban con cadenas y grilletes —lo cual le hacían a menudo—, él rompía las cadenas de sus muñecas y destrozaba los grilletes. No había nadie con suficiente fuerza para someterlo. 5 Día y noche vagaba entre las cuevas donde enterraban a los muertos y por las colinas, aullando y cortándose con piedras afiladas.” Este joven estaba muerto en vida, aislado, rechazado, y asumiendo una conducta autodestructiva. ¿Cuántas personas a nuestro alrededor están en la misma situación? ¿Viviendo sin esperanza, aislados, rechazados y con conductas autodestructivas como adicciones y vicios?
Jesús, en vez de juzgarle, o decirle que su situación era consecuencia de sus errores, se acerca para liberarle. El joven, desesperado, le lanza un grito de ayuda a Jesús. Marcos nos dice que “Cuando Jesús todavía estaba a cierta distancia, el hombre lo vio, corrió a su encuentro y se inclinó delante de él. 7 Dando un alarido, gritó: ¿Por qué te entrometes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡En el nombre de Dios, te suplico que no me tortures! 8 Pues Jesús ya le había dicho al espíritu: Sal de este hombre, espíritu maligno.” Una interpretación que podemos dar a este evento, es que el demonio dentro de este joven es quién habla con Jesús. Pudiera ser. Yo les tengo otra alternativa: El joven, en medio de su posesión demoniaca, es quien invoca a Jesús, demostrando que todavía luchaba con creer en Jesús. ¿Cuántas personas a nuestro alrededor están en la misma situación? ¿Luchando por creer que algo o alguien puede intervenir en su situación imposible?
Jesús contesta el grito de ayuda del joven, y decide ejercer poder sobre la posesión demoniaca. “Entonces Jesús le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y él contestó: Me llamo Legión, porque somos muchos los que estamos dentro de este hombre. 10 Entonces los espíritus malignos le suplicaron una y otra vez que no los enviara a un lugar lejano. 11 Sucedió que había una gran manada de cerdos alimentándose en una ladera cercana. 12 «Envíanos a esos cerdos —suplicaron los espíritus—. Déjanos entrar en ellos». 13 Entonces Jesús les dio permiso. Los espíritus malignos salieron del hombre y entraron en los cerdos, y toda la manada de unos dos mil cerdos se lanzó al lago por el precipicio y se ahogó en el agua.” La respuesta del joven es impresionante: Legión. Esta palabra era utilizada en ese tiempo para hablar de miles de soldados; lo que quiere decir que el joven tenía una cantidad numerosa de demonios. ¿Por qué el autor incluye este detalle? El autor del libro quería que los lectores supieran que el evento fue complejo, eran muchos demonios, pero que Jesús tuvo poder sobre algo que parecía imposible. En otras palabras: Jesús fue más poderoso que los demonios. Con autoridad, Jesús envía los demonios a unos cerdos, que se lanzan al agua y mueren; siendo un simbolismo de que los demonios que tenía el joven habían quedado sepultados en el fondo del mar, y ahora el joven era una nueva persona. ¿Cuántos de nosotros estamos convencidos y convencidas de que nada es imposible para Dios? ¿Es nuestra convicción y fe tan fuerte como para invitar a otros a creer también?
Ante todo esto, la gente que presenció el evento comenzó a comentar sobre lo sucedido; pero al contrario de otras historias de milagros de Jesús (Ej. Juan 4), la gente le pidió a Jesús que se fuera del lugar: “14 Los hombres que cuidaban los cerdos huyeron a la ciudad cercana y sus alrededores, difundiendo la noticia mientras corrían. La gente salió corriendo para ver lo que había pasado. 15 Pronto una multitud se juntó alrededor de Jesús, y todos vieron al hombre que había estado poseído por la legión de demonios. Se encontraba sentado allí, completamente vestido y en su sano juicio, y todos tuvieron miedo. 16 Entonces los que habían visto lo sucedido, les contaron a los otros lo que había ocurrido con el hombre poseído por los demonios y con los cerdos; 17 y la multitud comenzó a rogarle a Jesús que se fuera y los dejara en paz.” Esta gente no quiso seguir a Jesús porque les trajo pérdidas económicas, con la muerte de los cerdos. Estaban llenos de temor por lo que podía suceder si Jesús se mantenía en el lugar. No siempre seremos bien recibidos al testificar de Cristo. A Jesús mismo lo rechazaron. Sin embargo, Jesús no se dio por vencido, y utilizó una estrategia más personal para bregar con el temor de estas personas: Deja al joven (ex endemoniado) a cargo de la evangelización del lugar.
“18 Mientras Jesús entraba en la barca, el hombre que había estado poseído por los demonios le suplicaba que le permitiera acompañarlo. 19 Pero Jesús le dijo: No. Ve a tu casa y a tu familia y diles todo lo que el Señor ha hecho por ti y lo misericordioso que ha sido contigo». 20 Así que el hombre salió a visitar las Diez Ciudades de esa región y comenzó a proclamar las grandes cosas que Jesús había hecho por él; y todos quedaban asombrados de lo que les decía.” Ante la iniciativa del joven de seguir a Jesús, éste recibe un “no”. ¿Cómo es posible que Jesús le negara a alguien seguirle? Jesús no le niega al joven seguirle, sino que le invita a hacerlo desde su cuidad. ¿Por qué? En primer lugar, al haber estado endemoniado este joven se había aislado de sus seres queridos y familiares, y sus relaciones familiares se habían deteriorado. Ahora que estaba sano, era tiempo de sanar sus relaciones con sus familiares. En segundo lugar, la gente del lugar rechazó a Jesús. La gente que más necesitaba escuchar de Jesús no eran personas lejos de su hogar, sino los de su ciudad. Jesús le invita a testificar a la gente no quería escuchar, pero que eran los que más necesitaban. ¿Cuántas veces pasamos por desapercibida la necesidad que existe en nuestra familia, trabajo, escuela, universidad o comunidad?
Así como el joven geraseno, mucha gente que amamos sufre en soledad. Están encadenados a la tristeza, la depresión, la ansiedad y la enfermedad. Viven aislados, y la gente les da por “casos perdidos”. Viven en sufrimiento, y asumen conductas autodestructivas: vicios o adicciones que son señales de ansiedad, miedo y desesperanza. Al igual que el joven endemoniado, sus problemas son muchos, como una legión. Sin embargo, en lo profundo de su ser, en medio de su quebranto y dolor, todavía luchan con creer; y de vez en cuando lanzan gritos de ayuda cuando creen que alguien les puede ayudar. Ese grito de ayuda puede parecer hostil o lleno de coraje, porque están desesperados. No tan solo sufren por la situación en sí misma, sino que en adición, sufren por el rechazo de quienes pueden ayudarles y no lo hacen. Ante esta realidad, tenemos dos opciones: Seguir de largo o detenernos en Gerasa. Jesús nos enseñó a detenernos en Gerasa.
Detenernos en Gerasa es acercarnos a quienes sufren con la fe de que la situación más compleja de la vida es imposible para Dios. Es acercarnos a quienes sufren creyendo lo que dice Marcos 10:27 “Esto es imposible para los hombres, pero no para Dios. Porque para Dios todo es posible”. Es acercarnos para ofrecer la mejor solución para los peores problemas de la vida: Jesucristo. Es acercarnos para ofrecerles a Aquél que ni los demonios pudieron detener. Es acercarnos con la fe de que el mismo Jesús que liberó de la muerte a la vida al joven endemoniado, tiene el poder sobre toda situación. Es acercarnos con la fe de que mientras más compleja sea la situación, mayor es la oportunidad para ser testigos de un gran milagro. Es acercarnos con el poder del Espíritu Santo y liberar a estas amadas personas de todo aquello que les impide vivir la plenitud de vida que Dios desea para ellos y ellas. Es acercarnos para ser instrumentos de liberación, sanidad y salvación.
¿Por qué necesitamos detenernos en Gerasa? Porque esa fue la invitación que le hizo Jesús al joven, que también nos hace a nosotros hoy: contar nuestras historias de liberación y sanidad a quienes más amamos. De la misma forma que el joven fue liberado para testificar, nunca nuestras experiencias con Cristo serán solo para nuestra propia sanidad o liberación, sino también para la sanidad y liberación de quienes nos rodean. Jesús quiere usar nuestras propias experiencias de sanidad y liberación para traer vida a personas que andan “muertas en vida”, y andan lanzando un grito de ayuda. Es tiempo de detenernos en Gerasa (nuestra familia, comunidad, trabajo, escuela, universidad) y acercarnos a quienes gritan por ayuda, con la fe de que la situación más difícil para un ser humano es posible para Jesús. Es tiempo de contar tu historia de sanidad y liberación. Es tiempo de testificar que…
“En medio de la angustia clamé al Señor,
y él me respondió y me dio libertad.”
Salmo 118:5