Lucas 24:36-49
«Nada más con el testigo». Este es un refrán utilizado para explicar que no hay mejor prueba o evidencia de que algo ocurrió, que un testigo. Un testigo es alguien que puede hablar con autoridad sobre un hecho porque presenció el mismo. Muchos de nosotros soñamos con ser testigos de cosas tan maravillosas como el Chichén Itzá en Méjico, el Coliseo Romano en Italia, la estatua Cristo Redentor en Brasil, la Gran Muralla China, Machu Picchu en Perú, Petra en Jordania o el Taj Mahal en India. Estas son las nuevas siete maravillas del mundo moderno. Ser testigos de alguna de estas maravillas nos da la autoridad para hablar sobre ellas a los demás.
Muchos de nosotros, quizás nos hemos visitado ninguna de estas nuevas siete maravillas, pero somos testigos de algo mejor: somos testigos de Cristo. Podemos hablar de primera mano sobre la salvación, sanidad, plenitud y vida que Cristo trae a la vida de un ser humano. Hoy, a través de Lucas 24, veremos que Jesús se apareció a los discípulos, los convirtió en testigos, les dio la encomienda de testificar, y les dio el poder para hacerlo a través del Espíritu Santo. En sus últimos días en la tierra, Jesús nos enseñó que los testigos de Cristo son el instrumento principal que el Espíritu Santo utiliza para que otras personas puedan ser testigos también. Jesús nos enseñó que sus testigos tienen una tarea muy importante que realizar: testificar. Ya somos testigos es un mensaje que nos retará a testificar de Cristo al mundo con valentía, visión y autoestima.
El comienzo del cristianismo fue a través de testigos. El cristianismo surge a raíz de personas que caminaron con Jesús y presenciaron sus milagros, su crucifixión y su resurrección. La iglesia comenzó con un grupo de testigos de Cristo. Lo que hoy conocemos como Nuevo Testamento es el producto de testigos de Cristo que guiados por el Espíritu Santo se tomaron el tiempo para evidenciar sus experiencias con Cristo. Uno de esos escritores fue el autor del evangelio de Lucas, quien es el mismo autor del libro de los Hechos.
En el último capítulo del evangelio de Lucas, el autor resalta precisamente esta realidad: la comunidad cristiana se fue formando a partir de personas que fueron testigos de Cristo. Los versos 1-12 nos relatan cómo las mujeres en la tumba son testigos de la resurrección, los versos 13-35 nos relatan cómo dos hombres que caminan con Jesús son testigos de su resurrección, los versos 36-49 nos relatan cómo Jesús se aparece a los discípulos y éstos son testigos de su resurrección, y los versos 50-52 nos relata como los seguidores de Cristo son testigos de su ascensión. Cada historia nos lleva a la misma conclusión: la comunidad cristiana se formó a base de testigos de Cristo. De todos estos encuentros con Cristo, hoy veremos el momento en que Jesús se aparece a sus discípulos.
“36 Todavía estaban ellos hablando de estas cosas, cuando Jesús se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz sea con ustedes!» 37 Ellos se espantaron y se atemorizaron, pues creían estar viendo un espíritu; 38 pero Jesús les dijo: «¿Por qué se asustan? ¿Por qué dan cabida a esos pensamientos en su corazón?39 ¡Miren mis manos y mis pies! ¡Soy yo! Tóquenme y véanme: un espíritu no tiene carne ni huesos, como pueden ver que los tengo yo.» 40 Y al decir esto, les mostró las manos y los pies. 41 Y como ellos, por el gozo y la sorpresa que tenían, no le creían, Jesús les dijo: «¿Tienen aquí algo de comer?» 42 Entonces ellos le dieron parte de un pescado asado, 43 y él lo tomó y se lo comió delante de ellos.”
Jesús, luego de su resurrección, se toma el tiempo para llegar hasta donde estaban los discípulos reunidos (escondidos), para mostrarles que Él era el mismo de siempre, y que había resucitado. Primero les pide que miren sus manos y sus pies, y como no le creían les pide pescado para comer con ellos. Este encuentro con los discípulos ocurre por cuarenta días. ¿Cuál fue el propósito de esta aparición? Jesús sabía algo que los discípulos no sabían: Ellos iban a ser testigos de su resurrección al mundo. Jesús se aparece con toda la intención de que sus seguidores tuvieran de primera mano la experiencia de su resurrección. Esta experiencia sería central y necesaria para ellos luego poder testificar al mundo que Jesús había resucitado. ¿Cómo iban a testificar de algo que no habían visto o presenciado?
Jesús les dice “«Lo que ha pasado conmigo es lo mismo que les anuncié cuando aún estaba con ustedes: que era necesario que se cumpliera todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.»45 Entonces les abrió el entendimiento para que pudieran comprender las Escrituras, 46 y les dijo: «Así está escrito, y así era necesario, que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos al tercer día, 47 y que en su nombre se predicara el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando por Jerusalén. 48 De esto, ustedes son testigos.” El evangelio, las buenas nuevas de salvación, no solo sería para la comunidad judía que ahora presenciaba su resurrección, sino para toda persona. Jesús tenía un plan: El evangelio llegaría hasta lo último de la tierra; y ese plan no se realizaría sin testigos.
Los testigos serían el instrumento que el Espíritu Santo utilizaría para llevar el evangelio. El verso 49 dice: “Yo voy a enviar sobre ustedes la promesa de mi Padre; pero ustedes, quédense en la ciudad de Jerusalén hasta que desde lo alto sean investidos de poder.” Quién iba a mover, motivar, inspirar, fortalecer y guiar a la comunidad cristiana a ser testigos de Cristo para el mundo era el Espíritu Santo. El poder para testificar vendría del Espíritu Santo. Este verso es casi igual al verso que el mismo autor escribe en el libro de Hechos: «Pero cuando venga sobre ustedes el Espíritu Santo recibirán poder, y serán mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra» (1:8). Hechos 2, nos narra este momento, conocido como Pentecostés, cuando el Espíritu se derrama sobre la comunidad cristiana y ésta recibe el poder para testificar acerca de Cristo. Prueba de este poder es que inmediatamente del evento de Pentecostés, Pedro, líder de los discípulos, predica y miles se convierten a Cristo.
Al final de sus días y luego de su resurrección, Jesús se tomó el tiempo para organizar la iglesia. Se apareció a los discípulos, les dio la encomienda de testificar, y les dio el poder para hacerlo a través del Espíritu Santo. ¿Usted quiere saber cuál es la misión de la iglesia en una sola palabra? TESTIFICAR. La iglesia es la comunidad que testifica de Cristo al mundo. ¿Cómo la iglesia testifica? Comunicando, a través de palabras y acciones, quién es Cristo para nosotros, lo que ha hecho en nuestras vidas y las razones por las cuales le seguimos. ¿Cómo testificamos? Con valentía, visión y autoestima.
¿Cuantos hemos tenido oportunidades para testificar acerca de Cristo a un amigo, un familiar o un compañero de trabajo, y cuando estamos a punto de hacerlo viene a nuestra mente el siguiente pensamiento: «no me atrevo»? Testificar requiere valentía, porque el miedo nos ataca. El miedo en sí mismo no es malo ni bueno. El miedo es pensar que algo negativo va a ocurrir. Las cosas negativas ocurren, así que tener miedo en ciertas circunstancias no está mal. Sin embargo, hay muchas ocasiones en que tener miedo es absurdo e innecesario. Por ejemplo, en ocasiones no aprovechamos una oportunidad para testificar acerca de Cristo por miedo a ser rechazados. La realidad: esto muy pocas veces ocurre. Mi experiencia ha sido que nuestros familiares, amigos y compañeros de trabajo reciben muy bien un acercamiento de nuestra parte para hablar de Cristo y su amor. La gente tiene necesidad, y muchos no solo te escuchan, sino que están esperando por alguien que les muestre un camino mejor a sus vidas. En la mayoría de las ocasiones nos equivocamos al pensar que vamos a ser rechazados por hablar de Cristo, orar por alguien o testificar de su amor. Otro ejemplo es cuando no aprovechamos una oportunidad para testificar por miedo a equivocarnos. Hemos llegado a creer que testificar es hacer una predicación que sea doctrinal y teológicamente correcta. Si bien es cierto que no queremos decir disparates al testificar, lo más importante es hablar de quién es Cristo para nosotros, lo que ha hecho en nuestras vidas y las razones por las cuales le seguimos. Aprovechar la oportunidad para testificar es más importante que no cometer algún error.
En ocasiones por estar pensando en nosotros y nuestros miedos, perdemos de perspectiva que el centro no somos nosotros, sino la otra persona que necesita del amor de Dios. Nuestra mente se enfoca en lo malo que nos puede ocurrir a nosotros, y no en todo lo bueno que le puede ocurrir a la otra persona que recibe nuestro acercamiento. Testificar involucra enfocarnos en ser instrumentos de bendición para otras personas. Testificar involucra tener visión y soñar con vidas transformadas por medio del amor de Dios. Testificar involucra soñar que usted puede ser un instrumento de salvación.
Si bien el miedo nos lleva a pensar «no me atrevo», una pobre autoestima nos lleva a pensar «no soy capaz de testificar». Quiero que nos hagamos la siguiente pregunta: Si Dios, que nos conoce mejor de los que nos conocemos nosotros mismos, cree que somos capaces de testificar, ¿por qué no creer nosotros también? Jesús sabía de la humanidad de los discípulos, y aun así los llamó para que testificaran. De la misma forma, Jesús sabe de nuestra humanidad, pero aun así nos llama a testificar. Lo único que necesita una persona para testificar es lo que Jesús dijo que íbamos a necesitar: el Espíritu Santo. «Pero cuando venga sobre ustedes el Espíritu Santo recibirán poder, y serán mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra». Les tengo una noticia: el Espíritu Santo ya se derramó sobre la iglesia el día de Pentecostés hace 2000 años. Ya la iglesia tiene el poder para testificar.
Quiero aclarar algo que es muy importante a la hora de entender quién es el Espíritu Santo y cómo nos da poder para testificar. La experiencia de Pentecostés, no es lo que hoy conocemos como el bautismo del Espíritu Santo. El bautismo del Espíritu Santo es una interpretación que algunas personas han hecho de este evento, y han llegado a la conclusión de que una persona es llena del Espíritu cuando habla lenguas o danza. Esto es incorrecto. Si al Espíritu Santo le place manifestarse a través de lenguas o danzas, eso es una expresión del Espíritu Santo y sus dones, pero no es requisito para que una persona reciba el Espíritu Santo. Toda persona que cree en Jesús como Salvador, es llena del Espíritu Santo, y del poder para testificar.
Quisiera compartir con ustedes la historia de un testigo de Cristo de nuestro siglo. Es la historia de un joven que ha asumido la misión de testificar acerca de Cristo con valentía, visión y autoestima. Es la historia de Nick Vijicic, un joven australiano de 28 años, que desarrolló una organización sin fines de lucro llamada «Una vida sin límites», que le permite testificar de su fe en Cristo e invitar a otras personas a seguir a Cristo. Quiero leerles unas breves líneas de lo que Nick escribe en su página web para hablar de sí mismo: «Yo le di mi vida a Jesús cuando tenía 15 años, y comencé a compartir con otros mi fe cristiana. Jesús me ha dado la victoria en cada circunstancia y me ha consolado en cada dolor. Creo que una vez uno encuentra su fe en Dios, uno experimentará la más grande paz, gozo y plenitud. Mi fe en Dios es lo que me ha llevado a motivar, compartir y viajar.» Vean quién es Nick Vijicic.
Lucas 24:48 nos dice “De esto, ustedes son testigos”. ¿De qué somos testigos? No de una de las nuevas siete maravillas del mundo moderno, sino de Aquél que es el personaje más importante de la historia del universo: Cristo. ¿Qué estamos esperando para testificar acerca de Cristo? ¿Qué nos impide ser testigos de Cristo para el mundo? ¿Qué estamos esperando para hablarle a nuestros amigos, familiares, vecinos y compañeros acerca del amor de Dios? Dejemos de mirar nuestras limitaciones a la hora de testificar acerca de Cristo, y testifiquemos con valentía, visión y autoestima. Si ya somos testigos, es tiempo de testificar.
Animémonos a ser testigos de Cristo y perdamos el temor de hablarles a otros. Así aprovecharemos las oportunidades que Dios nos da y obedeceremos al mandato de predicar el Evangelio. Dios les bendiga!!!