Lucas 14:25-35
¡Qué hermoso es poder amar a nuestra iglesia! La iglesia es el medio que Dios ha creado para servirnos de apoyo en nuestra jornada cristiana. Los retos y desafíos que tendremos en nuestra jornada cristiana necesitan enfrentarse con una comunidad cristiana que nos ayude a conocer, amar y servir a Dios. “Yo amo mi iglesia” es la forma de expresar nuestro agradecimiento a Dios por la oportunidad de seguir a Cristo acompañados de una iglesia tan hermosa como lo es la Iglesia Metodista de Puerto Rico Samuel Culpeper. Seguir a Cristo es un desafío que no puede lograrse en soledad. En Lucas 14 vemos que Jesús estableció unas condiciones para quienes desean seguirle, las cuales no pueden alcanzarse sin el apoyo de una comunidad de fe. Hoy, al discutir este texto de Lucas 14, haremos dos cosas principalmente: 1) estudiar las condiciones que Jesús estableció para quienes desean seguirle, y 2) afirmar la importancia de la iglesia como la comunidad de apoyo que necesitamos mientras seguimos a Cristo. Mi meta es que al final de la predicación podamos reafirmar nuestra decisión de seguir a Cristo en esta hermosa Iglesia Metodista de Puerto Rico Samuel Culpeper.
Lucas 14:25-35 está insertado en un momento particular del ministerio de Jesús. Jesús iba de camino a Jerusalén. Jerusalén es el lugar en donde ocurre la mayoría de los eventos ligados a su arresto, crucifixión y muerte. Ir hacia Jerusalén era ir de camino a su muerte. Es en este camino hacia Jerusalén que Jesús se detiene para hablar con una multitud que le seguía para explicarle lo siguiente: “No vamos para Disney, vamos para Jerusalén”. Jesús le explica a la multitud que Él necesitaba a su lado gente que no solo le admirara o estuviera impresionada por sus milagros. Jesús necesitaba gente comprometida con Él, gente con la cual Él pudiera contar no como espectadores, sino como discípulos. En ese diálogo, Jesús les comunica que quienes desearan seguirle necesitaban: poner al Reino como prioridad, tomar su cruz y calcular el costo de ser su seguidor. Jesús no quería quitarles el entusiasmo de seguirle, quería hacerles ver en lo que se estaban involucrando. La expectativa de Jesús no era que estuvieran con Él parte del recorrido, sino hasta el final. Para Jesús, las excusas no valían.
Jesús les dice: “Si alguno viene a mí, y no renuncia a su padre y a su madre, ni a su mujer y sus hijos, ni a sus hermanos y hermanas, y ni siquiera a su propia vida, no puede ser mi discípulo. 27 Y el que no toma su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.28 Porque ¿quién de ustedes que quiera levantar una torre, no se sienta primero a calcular los costos, para ver si tiene todo lo que necesita para terminarla? 29 No sea que después de haber puesto los cimientos, se dé cuenta de que no puede terminarla, y todos los que lo sepan comiencen a burlarse de él 30 y digan: “Este hombre comenzó a construir, y no pudo terminar.” 31 ¿O qué rey que marche a la guerra contra otro rey, no se sienta primero a calcular si puede hacerle frente con diez mil soldados al que viene a atacarlo con veinte mil? 32 Si no puede hacerle frente, envía una embajada al otro rey cuando éste todavía está lejos, y le propone condiciones de paz. 33 Así también, cualquiera de ustedes que no renuncia a todo lo que tiene, no puede ser mi discípulo.”
Tres cosas quisiera señalar de estas palabras de Jesús. En primer lugar, Jesús esperaba que quienes le siguieran renunciaran a su familia, y a su propia vida. ¿Cómo puede ser esto posible? ¿Estaba Jesús en contra de la familia? En aquel momento, la familia dependía de sus miembros para su estabilidad emocional y económica. Dejar la familia para seguir Jesús, significaba desproveer a la familia de un trabajador, y desproveerse a uno mismo de una comida, un techo y el lazo familiar. Jesús les explica que seguirle conllevaba un desprendimiento de la seguridad emocional y económica que le podía proveer su familia, para sustituirla por una completa dependencia de Dios. Seguir a Jesús conllevaba poner el Reino de Dios como prioridad, por encima de la seguridad económica y emocional que provenían de la familia. Seguir a Jesús conllevaba una lealtad y fidelidad primeramente hacia el Reino de Dios.
¿Qué significa esto para nosotros hoy? El apego a la familia y a las posesiones pueden ser obstáculos para seguir a Cristo y poner al Reino como prioridad. Si Jesús nos estuviera explicando esto a nosotros hoy, nos haría la siguiente pregunta: “La forma en que te relacionas con tu familia, ¿Te facilita u obstaculiza poner el Reino de Dios como prioridad? La forma en que manejas tus posesiones, ¿Te facilita u obstaculiza poner el Reino de Dios como prioridad? Tus prioridades, ¿Te facilitan u obstaculizan poner el Reino de Dios como prioridad?” Un ejemplo de cómo las relaciones familiares pueden ser un obstáculo para poner el Reino como prioridad es cuando la familia tiene muy buenas intenciones, pero nos guía hacia decisiones que se alejan de la voluntad de Dios para nuestras vidas. Seguir a Cristo conlleva establecer los límites de la influencia que tendrá nuestra familia en nuestras decisiones, de manera que nuestra prioridad sea Cristo y su Reino.
En cuanto a las posesiones, esto tiene que ver mucho con como administramos e invertimos nuestro tiempo, energías y dinero. Las prioridades no son aquellas cosas con las cuales simpatizamos o nos interesan, son aquellas cosas en las cuales invertimos nuestro tiempo, energías y dinero. Por ejemplo, yo puedo simpatizar con la misión de la iglesia de hacer discípulos de Cristo para transformar el mundo. Sin embargo, la misión de la iglesia no será una prioridad en mi vida hasta que invierta mis energías, tiempo y dinero en ella. Seguir a Cristo y poner el Reino como prioridad, no solo es una emoción, sino una decisión que involucra acciones concretas que evidencien que en efecto el Reino es una prioridad.
En segundo lugar, Jesús le dice a sus seguidores: “Y el que no toma su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.” Quizás hemos entendido que llevar nuestra cruz representa enfrentar las enfermedades, dificultades y crisis de la vida. Eso es correcto, pero es solo parte de lo que significa cargar la cruz. Tomar la cruz y seguir a Cristo es el llamado que Jesús le hizo a sus seguidores, y nos hace a nosotros hoy, de asumir las responsabilidades que conlleva construir el Reino de Dios en este mundo. Ser parte de la iglesia es una gran bendición y un beneficio enorme para la vida de cualquier ser humano. De eso no hay duda. Sin embargo, el Reino de Dios exige incomodidad, riesgo, dolor, tristeza, pérdida, y no solo prosperidad, salud y bendiciones. Tomar la cruz y seguir a Cristo es poner al Reino como prioridad y estar dispuestos a disfrutar de sus beneficios, pero también de asumir las responsabilidades que conlleva seguir a Cristo.
En tercer lugar, Jesús le dijo a sus seguidores: “Porque ¿quién de ustedes que quiera levantar una torre, no se sienta primero a calcular los costos, para ver si tiene todo lo que necesita para terminarla? 31 ¿O qué rey que marche a la guerra contra otro rey, no se sienta primero a calcular si puede hacerle frente con diez mil soldados al que viene a atacarlo con veinte mil?” Con estas palabras, Jesús le quiso decir a sus seguidores lo siguiente: ¿Están seguros de lo que están haciendo? ¿Han calculado el costo que tendrá seguirme? En pocas palabras, Jesús les dijo: “No te metas en un asunto que no has entendido ni calculado, y con el cual no estás dispuesto a entregarte y darlo todo.”
Muchas personas tienen la opinión de que las iglesias que tienen altas expectativas de sus miembros fracasan, porque es mucha presión para los miembros. Esto es falso. Las iglesias que son responsables en explicar a quienes les visitan lo que involucra ser un miembro de la iglesia y un discípulo de Cristo son las iglesias que mejor cumplen con su misión. Las personas tienen ante sí la oportunidad de decidir, con toda la información necesaria, si desean seguir a Cristo y ser miembros de la iglesia. Las iglesias que explican cuáles son las expectativas que tienen de sus miembros y le dan la oportunidad de escoger tienen miembros más comprometidos. Nadie está obligado a comprometerse, pero quién se compromete, sabe lo que se espera de él o ella.
¿Qué espera la Iglesia Metodista de Puerto Rico Samuel Culpeper de sus miembros?
- Tomen tiempo diariamente para la oración y el estudio personal de las Escrituras. (ORAR)
- Asistan a cada culto, excepto cuando estén enfermos/as o fuera de la comunidad. (ADORAR)
- Se comprometan con amistades cristianas a participar de experiencias para el crecimiento espiritual como los discipulados, clases y grupos pequeños. (MADURAR)
- Sirvan a Dios con su tiempo y talento, y en al menos un ministerio. (SERVIR)
- Den en proporción a su ingreso, con el diezmo como meta. (DIEZMAR)
Jesús les quiso decir algo bien importante a sus seguidores, que hoy quiero compartir con ustedes: El entusiasmo no es suficiente, es necesario la decisión y el compromiso. La presión de la vida te hará enfrentarte ante la decisión de: ir a mi iglesia o al juego de pelota del nene; diezmar o comprarme ropa nueva; orar y leer la Biblia o quedarme un rato más durmiendo; participar del discipulado o quedarme viendo la novela; servir en un ministerio o involucrarme más en otras actividades fuera de la iglesia; amar a Dios, la iglesia y el Reino, o amarme más a mí y mis intereses.
Jesús terminó diciendo: “Así también, cualquiera de ustedes que no renuncia a todo lo que tiene, no puede ser mi discípulo”, Lucas 14:33. Mateo 10:39 dice “Si te aferras a tu vida, la perderás; pero, si entregas tu vida por mí, la salvarás.” Si no le entregas tu vida a Cristo, si no inviertes tu tiempo, energías y dinero en el Reino, si no tomas tu cruz y sigues a Cristo, ¿a quién vas a seguir? ¿En dónde vas a invertir tu vida? ¿Qué o quién va a tener más significado que Cristo en tu vida? ¿Le darás tu tiempo, energías y dinero a tu carrera profesional, que puede acabar en cualquier momento? ¿A una persona, que nunca te va a amar perfectamente como lo hace Dios? ¿A tu reputación, buscando ser popular? ¿A un televisor? ¿A un celular?
Jesús dijo “La sal es buena para condimentar, pero si pierde su sabor, ¿cómo la harán salada de nuevo? 35 La sal sin sabor no sirve ni para la tierra ni para el abono. Se tira. ¡El que tenga oídos para oír debe escuchar y entender!” Invertir tu vida en el Reino, tomar tu cruz y seguir a Cristo tendrá como recompensa que serás un instrumento para bendecir a los demás, serás parte de un proyecto mucho más grande que tú, serás sal que da sabor al mundo, aportarás a que otras personas encuentren una mejor forma de vida, ayudarás a que haya más justicia, amor y paz en el lugar donde vives, serás las manos y pies de Dios en el mundo.
En nuestra congregación hay personas que han entendido el costo de ser discípulos, han puesto el Reino como prioridad, han tomado su cruz y le han dicho que Si a Cristo. Hombres y mujeres que han tenido el coraje para seguir a Cristo a pesar de que sus familias le han influenciado a seguir otros caminos. Hombres y mujeres que le han entregado a Dios sus posesiones, y han vivido en fe y completa dependencia de Dios. Hombres y mujeres que han asumido la responsabilidad de servir, y han tenido la disposición y disponibilidad para ser instrumentos de Dios para bendecir a otros. Por casi dos mil años muchas personas lo han hecho, y por los pasados 79 años muchas de estas personas han escogido hacerlo acompañadas de la Iglesia Metodista de Puerto Rico Samuel Culpeper (IMSC). ¿Qué decides tú? ¿Quieres seguir a Cristo? ¿Quieres hacerlo acompañado/a de la IMSC? Hoy es el día para comenzar a hacerlo, o para decir “Yo amo mi iglesia”, como una forma de reafirmar tu compromiso como miembro de la iglesia. ¿Quiénes dicen “Yo”?