Juan 15:1-8; Gálatas 5:16-26
El bambú japonés es un árbol sumamente interesante. Durante los primeros meses de haber sembrado la semilla de este árbol, no sucede nada notable. En realidad, no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que, un agricultor inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 100 pies! ¿Tardó sólo seis semanas en crecer? No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento, que iba a tener después de siete años.
Por las pasadas doce semanas, esta iglesia ha estado como el bambú japonés. Dirigidos por el Espíritu Santo, esta iglesia ha participado de una experiencia de renovación espiritual y madurez cristiana titulada ECHANDO RAICES. Durante estas doce semanas esta iglesia ha estado generando un complejo sistema de raíces que le permitirán sostener el crecimiento que esta iglesia tendrá. Estas raíces son las disciplinas espirituales que tuvimos la oportunidad de discutir durante esta campaña, y también aquellas disciplinas que iremos descubriendo a lo largo de nuestra jornada con Cristo. Las disciplinas espirituales son las raíces que nos permitirán crecer en la gracia de Dios.
El fin de practicar las disciplinas espirituales es lo que se conoce como la perfección cristiana, o el proceso de crecer y ser más como Cristo. Así como las raíces permiten al bambú japonés crecer y dar fruto, las disciplinas espirituales son el camino para crecer en la gracia de Dios y dar fruto. Hoy, al cerrar esta campaña ECHANDO RAICES, quisiera afirmar que: La gracia de Dios es la que transforma al ser humano, las disciplinas espirituales son las que nos permiten acercarnos a Dios para que esta gracia nos transforme, y esta transformación dará frutos que serán los instrumentos que Dios usará para bendecir a nuestra comunidad.
Juan 15:1-8 nos dice: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. 2 Él corta de mí toda rama que no produce fruto y poda las ramas que sí dan fruto, para que den aún más. 3 Ustedes ya han sido podados y purificados por el mensaje que les di. 4 Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Pues una rama no puede producir fruto si la cortan de la vid, y ustedes tampoco pueden ser fructíferos a menos que permanezcan en mí. 5 Ciertamente, yo soy la vid; ustedes son las ramas. Los que permanecen en mí y yo en ellos producirán mucho fruto porque, separados de mí, no pueden hacer nada. 6 El que no permanece en mí es desechado como rama inútil y se seca. Todas esas ramas se juntan en un montón para quemarlas en el fuego. 7 Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pueden pedir lo que quieran, ¡y les será concedido! 8 Cuando producen mucho fruto, demuestran que son mis verdaderos discípulos. Eso le da mucha gloria a mi Padre.”
Cristo es el centro de la iglesia, el Espíritu Santo es quién da el crecimiento a la iglesia y la fuente de vida eterna es Dios. Jesús dijo “Yo soy la vida verdadera” afirmando que aquella persona que quiera crecer y dar frutos necesita ir a la fuente de la gracia: Cristo. Los seres humanos no crecemos y damos frutos por nuestro propio esfuerzo, sino a través de una relación personal con Jesucristo. Cuando una persona acepta a Cristo como Señor y Salvador de su vida y comienza una relación personal con Él, comienza en esa persona un proceso de transformación y crecimiento cristiano. No hay forma de tener una relación personal con Cristo y no crecer en la gracia de Dios. La relación siempre lleva a la transformación.
Jesús mismo fue quién estableció esta fórmula de relación = transformación. Los versos 4 y 5 dicen “Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Pues una rama no puede producir fruto si la cortan de la vid, y ustedes tampoco pueden ser fructíferos a menos que permanezcan en mí. 5 Ciertamente, yo soy la vid; ustedes son las ramas. Los que permanecen en mí y yo en ellos producirán mucho fruto porque, separados de mí, no pueden hacer nada.” Jesús nos quiso dejar algo bien claro: Separados de Dios no podemos hacer nada. El ser humano necesita de Dios para cambiar, crecer, transformarse y ser una mejor persona. Cuando le entregamos nuestro corazón a Dios y nos relacionamos con Dios a través de las disciplinas espirituales, Dios va podando nuestra vida, de manera que podamos crecer y dar fruto.
Todos los seres humanos estamos “en proceso”, luchando con actitudes, conductas y estilos de vida que quisiéramos cambiar. Es posible que muchos de nosotros queramos cambios en nuestra vida, pero no lo hemos logrado o no sabemos cómo lograrlo. Hoy les tengo una buena noticia: La relación con Cristo lleva a la transformación. Sobre todas las alternativas que has considerado para lograr el cambio en tu vida, quiero que hoy consideres la mejor: Una relación personal con Cristo. Una relación con Cristo te llevará a la transformación, porque no hay nada imposible para Dios. Lo que tú no puedas cambiar, el Espíritu Santo lo hará mientras te relacionas con Él.
De la misma forma que todos los seres humanos estamos “en proceso”, la iglesia o el cuerpo de Cristo también está en un continuo proceso de transformación. Hemos logrado crecer en algunas áreas de la vida cristiana, pero no hemos logrado avanzar en otras áreas igual de importantes. En medio de nuestro deseo de cumplir con nuestra misión de hacer discípulos de Cristo para transformar nuestra comunidad, luchamos con nuestra propia transformación. ¿Qué hacemos cuando como iglesia queremos transformar a la comunidad, pero nosotros mismos necesitamos ser transformados? Una relación personal con Cristo. Mientras nos relacionemos con Dios, Él hará una obra en nosotros y a través de nosotros. La relación siempre lleva a la transformación. Mientras nos relacionemos con Dios, Dios se encargará de usarnos, aunque estemos en un proceso de transformación.
Los frutos que vayamos dando como parte de la transformación, serán los instrumentos que Dios utilizará para transformar nuestra comunidad. Juan 15:8 dice “Cuando producen mucho fruto, demuestran que son mis verdaderos discípulos.” El fruto es lo que la comunidad puede ver y recibir de nosotros, y de esa forma ser impactados por el amor de Dios. Si no cuidamos nuestra relación con Dios, no vamos a producir fruto que impacte y transforme la comunidad. Gálatas 5:19-20 nos dice que cuando seguimos nuestra naturaleza pecaminosa lo que producimos es “inmoralidad sexual, impureza, pasiones sensuales, idolatría, hechicería, hostilidad, peleas, celos, arrebatos de furia, ambición egoísta, discordias, divisiones, envidia, borracheras, fiestas desenfrenadas y otros pecados parecidos”. Sin embargo, si cuidamos nuestra relación con Dios, el fruto del Espíritu que produce la iglesia según Gálatas es “amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio.” Cuando la iglesia tiene una relación personal con Cristo, producimos fruto, y a través de este fruto seremos instrumentos para impactar y transformar nuestra comunidad.
En Juan 11:26 Jesús dijo: “Todo el que vive en mí y cree en mí jamás morirá”. Las disciplinas espirituales son el medio para vivir en Dios cada día, y así mantenernos vivos espiritualmente. Juan Wesley le llamó a las disciplinas espirituales “medios de gracia”, porque entendió que eran un vehículo para vivir y crecer en la gracia de Dios. La campaña ECHANDO RAICES puede resumirse de la siguiente manera: Separados de Dios nada podemos hacer. Todo ser humano necesita una relación con Cristo, y así crecer en la gracia de Dios. La relación lleva a la transformación. Mientras nos relacionemos con Dios, Él hará una obra en nosotros y a través de nosotros.
Que bueno poder entender como nos ayudan las disciplinas espirituales en la relación con Cristo y en el proceso de ser transformados por Él. Repasemos estos mensajes y apliquemoslos a nuestra vida espiritual. Adelante mi Pastor. DTB Titi Aida