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Hechos 2:42-47; Juan 11:17-36
Hace unos días leía una historia verídica de una joven que narraba como un familiar había cometido suicidio. Lo interesante de su historia no era que hubiera enfrentado esta situación, sino que ella narraba las veces en que ella también estaba siendo tentada a hacer lo mismo. Sin embargo, ella afirmaba que no lo hacía porque cada vez que lo intentaba venían a su mente las imágenes de su iglesia, de la gente que la amaba y de todo el apoyo que recibía de su iglesia. Para esta joven, la iglesia tenía una presencia en su vida que la influenciaba positivamente. ¿Qué sería de esta joven si no tuviera su iglesia? ¿Tendría algún otro grupo de apoyo? No hay duda de que la vida cristiana no fue diseñada para vivirla en soledad. La soledad no era ni es el plan de Dios para los seres humanos. Dios nos creó como seres gregarios, comunitarios, que nos influenciamos unos a otros. No hay nada mejor que una buena compañía, un buen amigo que nos anime y nos apoye a lo largo de la vida.
El Obispo Schnase dice que “las ideas cambian la gente, y la gente cambia a la gente”. La vida cristiana es un proceso en donde juntos aprendemos a ser como Cristo. No se puede aprender a ser como Cristo si no estamos rodeados de personas de las cuales podamos aprender a perdonar, amar, ser humildes y servir. El crecimiento cristiano está enmarcado en un contexto comunitario. Juntos tenemos experiencias con Cristo, juntos aprendemos a ser como Cristo, juntos cometemos errores, juntos maduramos. Dios usa la gente para ayudarnos a crecer, y nosotros somos usados por Dios para ayudar a otras personas a crecer. Esta experiencia de crecer juntos, aprender juntos y de influenciarnos unos a otros es lo que se llama Koinonía. Koinonía significa compañerismo, amistad, comunión. Cuando la iglesia se convierte en una red de apoyo que nos conecta unos a otros para crecer, la iglesia está viviendo en Koinonía, en compañerismo. La Koinonía o el compañerismo es una disciplina espiritual. El compañerismo no se da automáticamente en la iglesia, sino que debe ser practicado intencionalmente. El compañerismo comienza con entender la importancia que tienen las relaciones dentro de la vida cristiana, y que necesitamos desarrollar lazos de amistad unos con otros. Hoy, a través de Hechos 2, quiero que entendamos la importancia del compañerismo, y que juntos es mejor.
El libro de los Hechos es muy importante para la vida de la iglesia. Si los Evangelios son una biografía de la vida de Jesús y sus milagros, Hechos es un recuento de la vida de la primera iglesia o la primera comunidad cristiana que luego de la muerte, resurrección, y ascensión de Jesús reciben el mandato de Jesús de predicar el evangelio y hacer discípulos de Cristo. Si Lucas narra la vida de Jesús, Hechos (que es la continuación de este libro) narra la continuación de la misión de Jesús. Hechos narra principalmente la historia de los apóstoles, y en particular la vida de Pablo y Pedro. Sin embargo, el personaje principal en Hechos no es la comunidad cristiana, sino el Espíritu Santo que estaba en esa comunidad moviéndoles a creer y a vivir como el cuerpo de Cristo.
Hechos 2:42-47 es precisamente un pasaje que nos muestra el mover del Espíritu Santo en medio de la comunidad cristiana. Este es un pasaje que muchos han llamado el ideal o sueño de la iglesia cristiana. En estos versos podemos ver como el Espíritu Santo movió a la iglesia a un estilo de vida caracterizado por la unidad, el compañerismo, la solidaridad, la justicia, y sobre todo, el amor de unos hacia los otros. Hechos 2:42 (RV1960) dice “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.” Al analizar el texto, la palabra griega original para comunión es koinonía, así que la palabra koinonía se reemplaza en algunas versiones con las palabras comunión y compañerismo. La versión RVC dice “se mantenían fieles a las enseñanzas de los apóstoles y en el mutuo compañerismo, en el partimiento del pan y en las oraciones”. La versión NTV dice “Todos los creyentes se dedicaban a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión fraternal, a participar juntos en las comidas (entre ellas la Cena del Señor), y a la oración”. La versión PDT dice “Ellos estaban dedicados a aprender lo que los apóstoles enseñaban. Compartían lo que tenían, comían y oraban juntos”. Al leer esta variedad de versiones podemos apreciar que el estilo de vida que caracterizaba a esta comunidad, o por lo menos la meta que tenía esta comunidad, era la de vivir en koinonía, comunión o compañerismo. Desde los inicios de la iglesia podemos apreciar que la vida cristiana se daba en un contexto comunitario.
Juan Wesley entendió esto muy bien. Wesley fue un ministro anglicano hasta la muerte. El movimiento metodista, al contrario de lo muchos piensan no fue un movimiento para crear una iglesia. El movimiento metodista fue uno que tenía la intención de proveer un sistema de apoyo para los miembros de las iglesias. El movimiento metodista incluía a personas de diferentes iglesias que se reunían en grupos pequeños para darse seguimiento y apoyarse unos a otros. Wesley quería fortalecer la vida comunitaria, la conexión entre unos y otros. Para lograr esta meta, Wesley desarrolló un sistema de tres grupos pequeños: las sociedades, las clases y las bandas. La membresía a estos tres grupos dependía de la madurez de sus miembros. Las sociedades eran los grupos más grandes, que albergaban quizás 60 personas. Se reunían semanalmente para darse seguimiento, cualquier persona podía pertenecer a las mismas, y su meta era atraer a las personas a Cristo. Las clases eran grupos más reducidos, quizás 20 o 30 personas, en donde la membresía era por un término de tres meses, que se renovaba si eras disciplinado y mostrabas compromiso. Su meta era lograr un compromiso más serio, y se les exigía que sostuvieran económicamente el movimiento metodista. Por último, estaban las bandas, grupos pequeños de 10 o 12 personas que ya estaban a un nivel más profundo de madurez. La meta no era atraer ni lograr un compromiso más serio; si estabas en las bandas era porque ya eras un cristiano/a maduro/a. En las bandas, se rendían cuentas unos a otros de su testimonio y se hacían unas preguntas unos a otros para ver el estado espiritual en que se encontraban. ¿Cuál era el fin de estos grupos? Crear un sistema de seguimiento, apoyo y de comunidad. Wesley sabía que la vida cristiana no se podía vivir en soledad. Juan Wesley dijo en una ocasión: “La Biblia no conoce nada acerca de la religión solitaria”.
La disciplina espiritual del compañerismo es dar importancia a las relaciones. Es entender que solos y solas no podemos. Es crear en la dinámica de la iglesia un espacio para compartir nuestro dolor, humanidad y luchas, con el fin de ser apoyados. Rick Warren dice que «El verdadero compañerismo ocurre cuando la gente es honesta con lo que es y con lo que sucede en su vida: comparte sus penas, revela sus sentimientos, confiesa sus fracasos, manifiesta sus dudas, reconoce sus temores, admite sus debilidades y pide la ayuda y oración de los demás». Cuando hay compañerismo, hay espacio para la confesión y la compasión. Confesamos nuestra humanidad, pero recibimos compasión. No somos juzgados ni juzgamos, sino que escuchamos, acompañamos y apoyamos, bajo la premisa de que todos somos humanos y pecadores en recuperación.
¿Cómo la iglesia practica el compañerismo hoy? En primer lugar, necesitamos congregarnos. ¡No se desaparezca! No puede haber compañerismo desde la soledad y el aislamiento. Necesitamos hacer el compromiso y tomar la decisión de congregarnos. Esta decisión no se toma el domingo en la mañana en la cama. Como parte de su vida cristiana, usted necesita tomar la decisión de congregarse. Esta decisión la tenemos que tomar entendiendo que el fin es el compañerismo, el apoyarnos unos a otros. Si usted no se congrega usted no tiene la oportunidad de ser apoyado por su iglesia, y usted tampoco tiene la oportunidad de apoyar a alguien. Si usted está pasando por unas crisis, y deja de congregarse, le aseguro que su crisis será peor. Cuando pasamos por crisis es cuando más necesitamos de un grupo de apoyo y del compañerismo. Además, cuando nos congregamos necesitamos tener presencia, no solo asistencia. La asistencia es venir al culto, la presencia es estar en el culto, adorar, saludar, apoyar, ser parte del mover de Dios. ¡Cuando usted se congrega, que todo el mundo lo sepa!
En segundo lugar, necesitamos animarnos unos a otros, y no juzgarnos. Esta no es una iglesia de juicio, sino de gracia, amor, solidaridad, perdón y compañerismo. Cuando alguien falte a la iglesia, no lo critique; por el contrario, anime, motive e invite a la persona a congregarse nuevamente. Usted ni siquiera tiene que saber lo que le está pasando a la persona, a menos que la persona quiera compartirlo con usted. Es importante recordar que para animar y motivar a alguien a congregarse, usted necesita congregarse. Cuando nos congregamos, tenemos la integridad para animar a los demás a hacerlo también.
En tercer lugar, necesitamos desarrollar lazos de amistad en la iglesia. La iglesia no es un cine o un teatro, es una comunidad viva en donde el Espíritu Santo se mueve a través de las personas. Salude a las personas, aprenda sus nombres, tome la información contacto de las personas, llame a las personas, visítelas, reúnanse a almorzar, jueguen deportes juntos, invítense a comer a sus casas, oren juntos, búsquense para venir a la iglesia. No podemos subestimar lo que pueden hacer los lazos de amistad.
En cuarto lugar, haga buen uso de la tecnología. Las redes sociales, los mensajes de texto y los correos electrónicos son una bendición para dar seguimiento y mantenernos conectados. En vez de usar la tecnología para asuntos poco importantes o que deterioran las relaciones, use la tecnología para dar seguimiento y mantener la conexión. Si por alguna razón usted no puede llegar hasta el templo, o está fuera de Puerto Rico, vea la transmisión en vivo y manténgase conectado con su iglesia. Lea las predicaciones por internet y comente sobre ellas con sus hermanos/as.
Juan 11 nos narra la historia de Jesús y Lázaro. El contexto bíblico nos hace entender que ambos eran amigos. Cuando Lázaro muere, Jesús llega hasta su casa y llora. Jesús tomó tiempo de su ministerio para visitar a un amigo. Su visita no fue en vano, ¡simplemente resucitó a Lázaro! La amistad es vida. Cuando nos mantenemos unidos unos a otros, le damos paso a la vida, porque la soledad es muerte. Solos y solas, nos morimos poco a poco. Necesitamos vivir en amistad unos con otros. Henri Nouwen dice acerca de los amigos: “Necesitamos amigos. Los amigos nos guían, nos cuidan, nos confrontan en amor, nos consuelan en tiempos de dolor. A veces hablamos de “hacer amigos”, pero lo amigos no pueden hacerse. Los amigos son regalos de Dios. Dios nos da amigos que necesitamos, cuando los necesitamos, si confiamos en el amor de Dios. Los amigos no pueden reemplazar a Dios. Tienen limitaciones y debilidades como nosotros. Su amor nunca es perfecto, ni completo. Pero en sus limitaciones ellos pueden ser quienes nos indiquen el camino hacia el amor ilimitado e incondicional de Dios. Disfrutemos de los amigos que Dios nos ha enviado en nuestro camino.”
¿Queremos echar raíces? ¿Queremos crecer y madurar? Necesitamos ser como los carbones que solo pueden estar encendidos cuando están juntos. Los carbones no pueden arder por sí mismos, sino que el fuego arde cuando están juntos. Solos nos podemos arder, pero juntos sí. Juntos es mejor.
Es una realidad que hemos experimentado en nuestro peregrinar como cristianos.DTB, Titi Aida