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1 Corintios 11:17-34; Lucas 22:14-23
Yo he tenido una bendición hermosa a lo largo de mi pastorado: he podido sentarme a la mesa de muchos hogares. Allí en la mesa he comido, hablado y orado con las personas de ese hogar. Ese evento de sentarme a la mesa me ha permitido conectarme más con esa familia. La mesa tiene el poder de unir y acercar a aquellos y aquellas que se sientan en ella. La mesa es un lugar de intimidad, en donde disfrutamos de la compañía de personas a quienes amamos y estimamos. No hay duda de que la mesa es un espacio especial en donde hay unidad, compañerismo, inclusión, aceptación e intimidad.
Al llegar a esta iglesia he tenido el hermoso privilegio de visitas varios hogares de la congregación. En muchos de ellos, he sido invitado a comer a la mesa. Después que he salido de comer con esta familia, mi relación con esta familia o persona se ha hecho más fuerte. Me siento más cerca de esa persona o familia, y ellos también se sienten más cerca de mí. Yo valoro inmensamente estos espacios de sentarme a la mesa con estas familias, porque es una forma en que esta familia o persona me hace sentir que soy parte de la iglesia, es un acto de inclusión e integración a la comunidad. Doy gracias a Dios por todos los hogares que he visitado y por la aceptación que he recibido por parte de estas familias. ¡Doy gracias también por los hogares a los cuales iré para sentarme en la mesa!
Lo que acabo de explicar no es nada nuevo. La mesa es un símbolo universal de unidad e inclusión. Jesús mismo utilizó lo que conocemos como la cena de la pascua, un ritual judío que se celebraba anualmente, para tener un momento de intimidad, unidad y compañerismo con sus discípulos. En esa mesa estuvo el círculo íntimo de Jesús. Jesús fue quién sirvió la mesa, invitó a sus discípulos y compartió el pan y el vino aun con los que le iban a traicionar. Pablo también escribió sobre la cena del Señor, y se fue por la misma línea de Jesús: La mesa del Señor es una invitación a tener una relación íntima con Dios y con nuestros hermanos y hermanas. Para Pablo, celebrar la Santa Cena era un acto de unidad, en donde no había espacio para la división. Para Pablo, una iglesia que toma la Cena del Señor en división, y no en unidad, es una iglesia que toma la cena indignamente. Hoy, al estudiar el pasaje de 1 Corintios y celebrar la Cena del Señor, quiero que afirmemos que en la mesa todos y todas tienen un lugar. Quiero que afirmemos que hay un lugar en la mesa para todos y todas.
Cuando hablamos de los corintios es importante señalar el contexto en el cual vivía esta iglesia. El problema de Corinto era uno de relaciones sociales, de división. Corinto era una ciudad caracterizada por la diversidad cultural, económica, religiosa y social. Esta diversidad, en vez de enriquecer la iglesia, la separaba. Los ricos no se llevaban con los pobres, los paganos con los judíos, los débiles o necesitados con los más poderosos. A través de 1 Corintios Pablo ataca directamente este problema de división. Pablo dedica un tiempo para explicarles que a pesar de sus diferencias sociales, económicas, culturales o sociales, todos eran parte de una misma familia, todos eran hijos e hijas de un mismo Padre celestial. Pablo les invita a mirar la cruz de Cristo, esa cruz que está en el centro de nuestros templos, cruz que significó y todavía significa que el sacrificio de Jesús fue y es para todo el mundo, independientemente su raza, color, género, contexto social o económico. Al mirar la cruz de Cristo en el centro, los corintios podían recordar y afirmar que Jesús había muerto en la cruz por toda la humanidad, y no solo por algunas personas.
Una característica de la iglesia de Corinto era que tenía mucha gente pagana convertida al cristianismo; personas que no habían conocido la religión judía antes de convertirse al cristianismo. Esto traía una serie de retos a la iglesia. Uno de los retos de esta comunidad era educar y orientar a estos nuevos convertidos sobre las prácticas y costumbres que tenían que dejar atrás como consecuencia de su fe en Jesucristo. La iglesia de Corinto estaba en un proceso de “resocialización”, adoptando nuevas costumbres y dejando atrás otras. Una de las costumbres que estos nuevos creyentes debían dejar atrás era lo que llamamos la “exclusividad”.
Dentro de la iglesia existían personas que antes de convertirse al cristianismo eran personas ricas, poderosas y de mucha influencia en la sociedad. Estas personas eran las que prestaban las casas en donde la iglesia se reunía, ya que la iglesia no se reunía en un templo sino en los hogares de estas personas adineradas. Se dice que estas casas podían recibir entre treinta y cincuenta personas. Allí, en estos hogares era que la iglesia se reunía para adorar y compartir el pan. Para la iglesia primitiva tomar la Cena del Señor no era un evento como el que realizamos hoy en donde venimos al altar de nuestro templo y recibimos la oblea y el jugo. La cena del Señor era el momento en que la iglesia se reunía para comer, y en ese espacio era que adoraban y daban gracias por el sacrificio de Jesucristo. La cena del Señor era un evento más informal y cotidiano de lo que pensamos. En este contexto de compartir el pan es que llega el problema de la “exclusividad”.
Dentro de la sociedad era una práctica común que cuando había una reunión en un hogar, para cualquier fin, los ricos tenían los mejores lugares de la casa, y la mejor comida. Ellos también comían primero que los pobres, y los pobres entonces comían de lo que sobrara. El problema de “exclusividad” del que le hablo consistía en que los ricos y poderosos que ahora se habían convertido al cristianismo continuaban con esa práctica de tener los mejores lugares en el hogar, comer la mejor comida, y el no esperar porque los pobres comieran. Los ricos se adelantaban a comer y le daban las sobras a los menos afortunados. En vez de hacer del espacio de la Cena del Señor un espacio de unidad, amor, solidaridad, intimidad, amistad y compañerismo cristiano, la cena del Señor era un espacio de división. Pablo entonces advierte a la iglesia de Corinto que si tomaban la cena del Señor de esa forma, en división y exclusividad, la estaba tomando indignamente.
Pablo les dice: “17 Ahora bien, con lo que ahora les voy a decir no los felicito, ya que sus reuniones les causan más daño que ayuda. 18 En primer lugar, he oído que cuando se reúnen como iglesia, hay divisiones entre ustedes, y me temo que hasta cierto punto sea verdad. 19 No hay duda de que habrá diferencias entre ustedes. Así es como se identifica a los que son aprobados. 20 Cuando ustedes se reúnen, en realidad no están compartiendo la Cena del Señor, 21 porque cada uno come sin esperar a los demás. Entonces, unos quedan con hambre, mientras otros beben hasta emborracharse. 22 ¿Acaso no tienen casa donde comer y beber? ¿Es que menosprecian a la iglesia de Dios y quieren humillar a los que no tienen nada? ¿Qué quieren que les diga? ¿Que los felicito? Eso no merece ninguna felicitación…28 Por eso, cada uno debe examinarse a sí mismo antes de comer el pan o beber de la copa. 29 Porque el que come y bebe sin considerar a los que forman el cuerpo del Señor, se condena a sí mismo.30 Por esto hay muchos entre ustedes que están enfermos y débiles, y también muchos otros han muerto. 31 Si nos examináramos bien, no seríamos condenados. 32 Pero cuando el Señor nos castiga es para mostrarnos el camino correcto, para no tener que condenarnos con el resto del mundo. 33 En conclusión, hermanos, cuando se reúnan a comer, espérense unos a otros.34 Si alguien tiene mucha hambre, que coma en su casa, para que Dios no tenga que castigarlo.”
¿Qué le quiso decir Pablo a los corintios? Si en la sociedad ustedes comían de esa manera, en división y exclusividad, dentro de la iglesia no se come así. Para Pablo, la cena del Señor era un espacio en donde todos y todas tenían el mismo valor ante Dios, porque el sacrificio de Jesús había sido por todos y todas. La cena del Señor tenía que ser diferente a las demás cenas, era una cena especial caracterizada por la solidaridad y la unidad. En la mesa del Señor todos y todas tenían un lugar. Esto quiere decir que tomar la cena indignamente no tiene que ver con tomar la cena siendo pecadores; si fuera así, nadie podría tomarla. Tomar la cena indignamente es tomar la cena del Señor en división. Cuando Pablo les invita a examinarse a sí mismos antes de comer el pan o beber de la copa, les estaba invitando a identificar si existía en la iglesia alguna división, de manera que la resolvieran antes de tomar la cena. Resolver este asunto podía incluir en muchas ocasiones el pedir perdón no solo a Dios, sino a otra persona. Para Pablo, la nueva vida en Cristo conllevaba dejar atrás la costumbre de la “exclusividad”; por eso les invita a que “cuando se reúnan a comer, espérense unos a otros”. Esperarse unos a otros era reconocer que todos tenían un lugar en la mesa.
¿Qué nos quiere decir esto a nosotros? En primer lugar, si Jesús es el que invita a la mesa, y el sacrificio de Jesús fue por todos y todas, nadie puede ser excluido de tomar la cena del Señor. En segundo lugar, la cena del Señor no es solo un acto individual, sino uno comunitario, en donde somos una sola iglesia, un solo cuerpo. La cena del Señor es un momento de intimidad con Dios, pero también de intimidad con nuestros hermanos y hermanos; es un espacio de amistad, unidad, compañerismo, respeto, amor y solidaridad. Es un espacio para practicar ser una gran familia, en donde todos tienen su lugar. En tercer lugar, cuando tenemos nuestros momentos de confesión antes de tomar la cena, necesitamos no solo pedir perdón a Dios, sino también a nuestros hermanos y hermanas. La cruz de Cristo representa intimidad con Dios (verticalmente) e intimidad con el cuerpo de Cristo (horizontalmente). Por eso es que al celebrar la cena debemos tomarnos un tiempo para practicar el saludo de la paz; siendo este momento un espacio para la reconciliación. En cuarto lugar, la cena del Señor nos recuerda que debemos poner las necesidades de nuestros hermanos y hermanas como igual de importantes que las nuestras, todos somos importantes y todos tenemos valor.
¿Se ha preguntado por qué le llamamos “comunión” a la cena del Señor? Comunión significa “común” “unión”. La Cena es la común unión de la iglesia. Cada vez que tomamos la cena del Señor, la iglesia debe venir en unidad, porque la mesa representa nuestra intimidad con Dios y nuestra intimidad con el cuerpo de Cristo. Es un momento para estar en unidad con Dios y con la iglesia. Por eso, cada vez que vengamos a la mesa del Señor evaluemos no solo nuestra relación con Dios, sino con el cuerpo de Cristo. 1 Juan 4 nos dice: “Si alguno dice que ama a Dios, pero odia a su hermano, es un mentiroso. Porque si no ama a su hermano, a quien puede ver, mucho menos va a amar a Dios, a quien no puede ver. 21 Dios nos dio este mandamiento: el que ama a Dios, ame también a su hermano.” La Santa Cena es la mesa de la gracia, el perdón, la unidad, la amistad, el compañerismo, y sobre todo, la mesa de la reconciliación con Dios y con el cuerpo de Cristo. ¿Queremos echar raíces? Necesitamos tomar la Cena del Señor, al menos una vez al mes; y cuando la tomemos, busquemos la unidad con Dios y el cuerpo mediante la confesión y el perdón. La Cena del Señor es un recordatorio de que todos y todas tenemos un lugar en la mesa.
Me quedo bien claro ese pasaje. Excelente mensaje!!! DTB y te continue usando.TA Titi Aida