Juan 5:1-9
La vida está llena de decisiones. Decisiones sobre lo que pensamos, hacemos y decimos. Decisiones complejas y decisiones sencillas. Decisiones que nos llevan a crecer y decisiones que nos mantienen en el mismo sitio. Decisiones fáciles y decisiones difíciles. El no tomar decisiones, es en sí misma una decisión. Así que, la vida está llena de decisiones, queramos o no. Algunos de nosotros todavía nos sentimos tristes y culpables por decisiones que hemos tomado en el pasado, y otros nos sentimos alegres y felices por haber tomado decisiones que pensamos eran importantes; algunos tenemos una mezcla de ambas cosas. Si he algo he aprendido, es que no importa lo que ocurra en nuestra vida necesitamos seguir tomando decisiones. No podemos dejar que las experiencias de la vida nos paralicen, y obstaculicen nuestro crecimiento.
Hace unos días leí el título de un libro que me llamó la atención: “A veces se gana, a veces se aprende”. Vincent Van Gogh dijo en una ocasión: “¿Qué sería de la vida si no tuviéramos la valentía de intentar algo nuevo?”. Hoy, quiero que tomemos una gran decisión, la cual se ha ido trabajando en los pasados tres meses en nuestra iglesia: la decisión de sanar. Por las pasadas semanas hemos estado utilizando este espacio de los martes en la noche para hablar sobre la sanidad, y el deseo de Dios de sanarnos de manera integral: cuerpo, mente, espíritu y relaciones. Hemos hablado que la palabra salvación y sanidad vienen de la misma raíz “sozo”, y cómo Jesús trajo salvación y sanidad durante su ministerio. Hoy es un día de decisión, no porque la sanidad solo sea una decisión, porque también es un proceso, sino porque Jesús mismo nos enseñó que para que la sanidad ocurra, necesitamos darle permiso al Espíritu Santo para que trabaje en nosotros. La sanidad es un proceso y una decisión. La lectura bíblica de hoy nos enseña esta verdad.
El evangelio de Juan es especial. De los cuatro evangelios, es un evangelio original, porque su autor o sus autores, decidieron hacer algo igual y distinto a los otros tres evangelios. Igual, porque relatan la vida y ministerio de Jesús; diferente, porque su intención no solo es hacer una biografía de Jesús, sino persuadir a quienes leen y escuchan el libro de Juan de que Jesús verdaderamente era el Hijo de Dios. Si fuéramos a resumir la meta del evangelio de Juan sería la siguiente: La decisión de creer en Jesús y disfrutar de la plenitud de vida que viene con creer. Juan 20:30 dice “Jesús hizo muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. 31 Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer, tengan vida en su nombre.” Juan 10:9-10 dice “9 Yo soy la puerta; el que por mí entra, será salvo; y entrará y saldrá, y hallará pastos. 10 El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” Fe y plenitud, dos palabras que van de la mano en este evangelio. Para el autor del evangelio, la fe en Jesús trae plenitud de vida.
Es precisamente en este evangelio que resalta la importancia de la fe y la plenitud de vida, que se encuentra una historia sobre la decisión de sanar. Jesús, en uno de sus recorridos por Jerusalén, tomó la decisión de visitar un estanque llamado Betesda. Allí “yacían muchos enfermos, ciegos, cojos y paralíticos [que esperaban el movimiento del agua], 4 porque un ángel descendía al estanque de vez en cuando, y agitaba el agua; y el primero que descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviera. 5 Allí había un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. 6 Cuando Jesús lo vio acostado, y se enteró de que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: «¿Quieres ser sano?» 7 El enfermo le respondió: «Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua se agita; y en lo que llego, otro baja antes que yo.» 8 Jesús le dijo: «Levántate, toma tu lecho, y vete.» 9 Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho y se fue.”
Un paralítico llevaba treinta y ocho años esperando la sanidad. Nadie lo había ayudado a llegar hasta el movimiento del agua que traía sanidad para aquél que llegara primero. Jesús se entera de que este hombre está allí, y decide intervenir. No hay duda de que en treinta y ocho años este hombre tiene que haber pasado momentos de soledad, dolor, quebranto, desesperanza y tristeza, esperando por la sanidad. Estos treinta y ocho años representan los días, semanas, meses y años que muchos de nosotros también hemos estado luchando con situaciones que han trastocado nuestra salud física, mental, espiritual y de relaciones. ¿Cuántos no identificamos con este hombre? Es posible que al igual que aquel hombre, decisiones que hayamos tomado nosotros, decisiones que otros hayan tomado, o simplemente por circunstancias que no podemos entender, estamos necesitando sanidad. Lo que a mí me parece extraordinario, es que Jesús no le cuestiona al hombre las razones por las cuales está allí, no lo condena, y no lo juzga, sino que se acerca para sanarle. Si pudiera imaginarme la escena, Jesús ve a este hombre en medio de esa gran multitud y se acerca con una mirada de compasión, misericordia y amor. Para aquellos de nosotros y nosotras que todavía buscamos la contestación a la pregunta de si Dios desea sanarnos, aquí tenemos la respuesta: Jesús se acercó al hombre con la intención de sanarle, no de juzgarle o de condenarle. Dios desea la sanidad para cada uno de nosotros y nosotras.
El detalle importante de este acercamiento de Jesús, es que antes de sanarle le hace una pregunta: “¿Quieres ser sano?”. Muchos de nosotros pudiéramos pensar que Jesús hizo una pregunta que era obvia. ¿Cómo un paralítico que llevaba 38 años esperando la sanidad no iba a querer ser sano? ¿Por qué Jesús hace este pregunta? La sanidad es un proceso que inicia en Dios, en su misericordia y amor hacia cada uno de nosotros y nosotras, pero nosotros necesitamos abrirnos a esa sanidad. La pregunta de Jesús es una muy válida. No todos los seres humanos nos abrimos a la sanidad de Dios, lamentablemente. Aun en los momentos de mayor dolor, nos cerramos al toque sanador de Jesús. ¿Cómo es que alguien se puede cerrar al toque sanador de Jesús?
Ante las experiencias de la vida que trastocan nuestra salud física, mental, espiritual o de relaciones, los seres humanos (incluyendo los creyentes), pasamos por una serie de etapas. La primera etapa del proceso es la etapa de “schock”, confusión y desorientación. La segunda etapa es la etapa del coraje, miedo, tristeza y sufrimiento. La tercera etapa es la de la soledad, abandono, depresión y victimización, siendo esta la etapa de tocar fondo. La cuarta etapa es la de salir del hoyo y comenzar a hacer ajustes, sanar, aceptar la nueva realidad y llenarse de esperanza. La quita etapa es la etapa de haber sanado, haber comenzado a tomar decisiones, reconstruir, ser felices nuevamente y dejar un legado. Un proceso normal ante una situación que trastoca nuestra salud integral, incluye esto proceso. Cada etapa tiene una duración y es importante vivir cada etapa.
Aunque sea difícil de creer, muchos de nosotros pasamos por las primeras tres etapas del proceso de sanidad, pero nos estancamos en la tercera etapa de la soledad, abandono, depresión y victimización. Nos comenzamos a juzgar a nosotros mismos, llegamos a la conclusión de que los demás nos juzgan, nos cogemos pena, nos aislamos, y desde nuestra perspectiva, a nosotros nos ha ocurrido lo peor del mundo. En esta tercera etapa de la sanidad, es que viene la decisión de sanar, porque las circunstancias nos arrastrarán hacia el fondo. Sin una decisión consciente de querer sanar, no vamos a sanar. Muchos de nosotros estamos en esa etapa en estos momentos, y quizás hemos estado por más tiempo del que quisiéramos. Ante esta realidad, necesitamos decidir conscientemente abrirnos a la sanidad de Dios.
En las pasadas semanas hemos aprendido que la sanidad es la obra de Dios en nosotros a través de toda nuestra vida, y que cuando le damos permiso a Dios, Dios usa todo para formarnos y llevarnos a la plenitud. Romanos 8:28 dice “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha llamado de acuerdo con su propósito.” Tomar la decisión de sanar es creer que Dios no causa todas las cosas, pero puede trabajar de una forma beneficiosa en cada una de ellas. Es pasar la página y dejar de preguntarnos por qué, y comenzar a tomar decisiones que le permitan a Dios usar todas las experiencias para nuestro crecimiento y nuestra plenitud. ¿Cómo saber si hemos tomado la decisión de sanar o si hemos sanado? Cuando dejamos de preguntarnos por qué, y podemos testificar que Dios ha usado la experiencia para nuestro crecimiento. Si todavía usted se pregunta por qué, y no puede ver a Dios en la situación, es muy probable que todavía usted no haya tomado la decisión de sanar. Sin ignorar que la sanidad es un proceso que no se puede acelerar, necesitamos tomar la decisión de dejar de luchar con Dios, y comenzar a creer que Dios puede manifestarse en cualquier situación; precisamente por eso, es Dios.
Tomar la decisión de sanar es una decisión de fe, que trae vida y plenitud. Tomar la decisión de sanar es seguir las instrucciones del autor del libro de Juan: la fe en Jesús que trae plenitud de vida. Sanar es creer, y creer es vida. A mí me fascina Juan 5:17: “17 Pero Jesús les respondió: «Hasta ahora mi Padre trabaja, y yo también trabajo.»” Dios todavía sana. Hoy es un buen día para tomar la decisión de dejar de luchar con Dios, dejar de juzgarnos, dejar de vernos como víctimas, dejar el aislamiento, aceptar nuestra realidad, creer que Dios está con nosotros y abrirnos a la sanidad que Dios quiere darnos. ¿Quieres ser sano(a)?
“…yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”, Juan 10:10.
Precioso mensaje. Quiero sanar. DTB, Titi Aida