Lucas 4:16-30; 2 Timoteo 3:16-17
“Tu palabra es dulce a mi paladar,
más que la miel en mi boca.
Tu palabra es lámpara que guía mis pasos;
luz que alumbra mi camino.”
Salmo 119:103, 105
¿Cuántos hemos tenido la experiencia de luchar con nuestros pensamientos? Por un lado disfrutamos de pensamientos muy saludables y esperanzadores, y por otro lado sufrimos a causa de pensamientos dañinos y carentes de esperanza. Todos y todas tenemos esa lucha: Nuestras mentes están en una constante guerra para decidir cuales pensamientos son los que prevalecen en nuestras mentes. Nuestras mentes son impactadas diaria y constantemente por lo que leemos, escuchamos y vemos a nuestro alrededor. Somos impactados por las noticias, la música, las conversaciones que tenemos, los textos que recibimos, los correos electrónicos y ahora más que nunca, por lo que vemos en las redes sociales como Facebook. Para aquellos que no lo sepan, hay una relación directa entre nuestros pensamientos y nuestras emociones. Si usted piensa bien y tiene pensamientos esperanzadores, usted se va a sentir bien. Si usted piensa mal y tiene pensamientos desesperanzadores, usted se va a sentir mal. Nuestros pensamientos tienen gran poder sobre nuestras emociones. Por tanto, necesitamos guiar nuestra mente hacia pensamientos de bien, pensamientos saludables, que traigan vida y esperanza.
Existen muchas formas para lograr una mente sana y unas emociones sanas. La psicología y la sabiduría de la vida nos ha provisto de muchas alternativas y posibilidades para esto. Sin embargo, necesito reconocer la mejor herramienta que existe para una mente sana y unas emociones sanas: La Palabra de Dios. La mejor terapia que podemos recibir para lograr y mantener una mente sana, es permitiendo que la Palabra de Dios se haga real en nuestra vida. La Palabra de Dios salva, restaura, da vida y trae sanidad a nuestra mente, espíritu, cuerpo y relaciones. La Palabra de Dios guía nuestro camino y nos da las herramientas para enfrentar la vida con la mente de Dios. La Palabra de Dios es la lámpara que guía nuestros pasos, y nos lleva a sustituir los pensamientos de desesperanza, con pensamientos de vida. La Palabra de Dios es vida para nuestro cuerpo, mente, espíritu y relaciones; y lo menos que podemos hacer es leerla, estudiarla e integrarla a nuestra vida. No hay otra opción. Ante el bombardeo de pensamientos que tenemos diariamente, necesitamos llenar nuestra mente con la Palabra de Dios. Necesitamos anclar (cimentar) nuestras vidas en la Palabra de Dios. Eso fue lo que Jesús mismo hizo al comenzar su ministerio, según Lucas 4.
El evangelio de Lucas es extraordinario, porque su autor se tomó la libertad de acomodar ciertas historias de una manera particular. Lucas, a diferencia de Mateo y Marcos, ubica la historia de Jesús en la sinagoga leyendo la Escritura al comienzo de su libro, mientras que Mateo la ubica en su capítulo 13 y Marcos en su capítulo 6. Para Lucas era muy importante destacar que dos cosas ocurrieron al comenzar el ministerio de Jesús. En primer lugar, Lucas nos presenta en el verso 14 que el Espíritu de Dios estaba sobre Jesús y le guio al comenzar su ministerio; se nos presenta a Jesús “impulsado por el Espíritu”. En segundo lugar, Lucas nos presenta en los versos 18-19 a un Jesús que se ancló en la Palabra de Dios para establecer su identidad como profeta e hijo de Dios, cuando abriendo la Escritura en la sinagoga lee Isaías 61 “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová”. ¿Qué significó este evento en la sinagoga? Que Jesús afirmó su identidad como profeta y como hijo de Dios leyendo la Palabra de Dios. Jesús estableció su norte, su identidad y el carácter de su ministerio tomando el pasaje de Isaías 61. ¿Cuántos de nosotros hemos anclado (cimentado, fundado) nuestra vida en la Palabra de Dios? ¿Cuántos hemos encontrado en la Palabra de Dios nuestra identidad como hijos e hijas de Dios? ¿Cuántos hemos tomado la Palabra de Dios como el centro de nuestras vidas?
Anclar (cimentar, fundar) nuestras vidas en la Palabra de Dios significa dos cosas principalmente: 1) leer diariamente la Palabra de Dios, y 2) leer espiritualmente la misma. Anclar nuestras vidas en la Palabra de Dios es tomar la decisión de leer la Palabra de Dios. No hay forma en que podamos experimentar la gracia y el poder de Dios a través de la Palabra de Dios, sino la leemos. La Biblia contiene la Palabra de Dios, pero para ser guiados, sanados, salvados y transformados por esa Palabra de Dios, necesitamos escuchar o leer el contenido de esa Biblia. Dios quiere hablarnos, sanarnos, transformarnos y salvarnos a través de su Palabra, pero no por arte de magia, sino a través de la lectura, estudio e integración de su Palabra en nuestra vida. La Biblia no es un amuleto que se abre en nuestros hogares para darnos alguna protección o para guardarnos del mal. La Biblia en sí misma no tiene poder, es un libro como cualquier otro. Lo que tiene poder es su contenido, que se convierte en Palabra de Dios para nosotros cuando la leemos y la estudiamos. ¿Cómo ser transformados por las Escrituras si no hemos estado expuestos a la Palabra de Dios contenida en estas Escrituras? ¿Cómo contrarrestar todos esos pensamientos que llegan a nuestra mente para desanimarnos, si no escuchamos la voz de Dios a través de su Palabra? Anclar, fundar y cimentar nuestras vidas en la Palabra de Dios es tomar la decisión de leer y estudiar diariamente la Palabra de Dios. Yo leo Facebook y el periódico diariamente, es posible que usted también. ¿No podremos leer también la Biblia diariamente? Josué 1:8 dice: “Procura que nunca se aparte de tus labios este libro de la ley. Medita en él de día y de noche, para que actúes de acuerdo con todo lo que está escrito en él. Así harás que prospere tu camino, y todo te saldrá bien.”
Cuando leemos la Palabra de Dios, no lo hacemos de la misma forma en que leemos Facebook o el periódico. La Palabra de Dios se lee espiritualmente. No leemos la Palabra de Dios buscando información, sino transformación. Henri Nouwen dijo en una ocasión: “Leer muchas veces significa recopilar información, adquirir nuevas perspectivas o conocimiento, o dominar algún tema. Nos puede llevar a títulos, diplomas, grados o certificados. La lectura espiritual, es diferente. Significa no solo leer acerca de cosas espirituales, sino leer sobre cosas espirituales en una forma espiritual. Eso requiere la voluntad de no solo leer sino de ser leído por el texto, no solo dominar el texto sino que el texto te domine a ti mismo. Mientras leemos la Biblia o cualquier libro espiritual simplemente para obtener conocimiento, nuestra lectura no nos ayuda en nuestra vida espiritual. Podemos saber mucho sobre temas espirituales, sin necesariamente ser personas verdaderamente espirituales. Cuando leemos espiritualmente sobre cosas espirituales, le abrimos nuestros corazones a la voz de Dios. A veces tenemos que dejar a un lado el libro que estamos leyendo para solo escuchar la voz de Dios hablándonos a través de sus palabras.” Juan Calvino dijo: «El Evangelio no es doctrina de meras palabras, sino de vida, y no se aprende únicamente con el entendimiento y la memoria, como las otras ciencias, sino que debe poseerse con el alma, y asentarse en lo profundo del corazón».
Leer espiritualmente es esperar que algo ocurra cuando leemos y estudiamos la Palabra de Dios; es tener la fe de que la gracia de Dios nos va a transformar cuando la leemos. Leer espiritualmente es permitir que la voz de Dios contenida en su Palabra transforme nuestros pensamientos y nuestra forma de ver la vida, y reemplace nuestros pensamientos con sus pensamientos, nuestra mente con su mente. Leer espiritualmente es permitirle al Espíritu Santo hacer real en nosotros esa palabra de 2 Timoteo 3:16-17: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.”
Si decide leer un libro cristiano, recuerde que la calidad de un libro no está en que su autor es famoso o que es el último libro que ha llegado al mercado, sino que sea un libro fundamentado en la Palabra de Dios. La fuente de todo libro cristiano es la Palabra de Dios. Si le gusta leer libros cristianos, no sustituya la lectura de la Biblia por la lectura de un libro cristiano. Nada puede sustituir la Palabra de Dios.
¿Cómo leemos la Biblia diariamente? En primer lugar, necesitamos separar un tiempo para hacerlo; un espacio de silencio, paz y tranquilidad. El fin no es leer la Biblia y cumplir con un requisito, es ser transformados por ella. Es mejor leer poco y ser transformados, que leer mucho, y quedarnos igual. Les presento un formato sencillo para leer y meditar en la Palabra de Dios: LEER.
Lea el texto en dos o tres ocasiones, y en más de una versión (de ser posible), de manera pausada.
Escudriñe y medite en la Palabra: deje que la Palabra le hable. Hágase preguntas sobre la Palabra: ¿Cómo me habla a mí hoy? ¿Qué significa para mí?
Escriba en su diario las respuestas a sus preguntas y sus pensamientos.
Responda en oración: ore en respuesta a lo que Dios le habló, dé gracias a Dios por su Palabra, descanse en Dios.
Juan Wesley dijo: “Si deseas estudiar las Escrituras, aparta un tiempo, cada mañana y cada tarde para ese propósito; en cada oportunidad lee un poco del Antiguo Testamento y un poco sobre el Nuevo Testamento, sino lee un capítulo o algún pasaje; lee para conocer la voluntad de Dios; lee para conocer la conexión que existe en la Biblia; ora constantemente antes de leer las Escrituras, estas solo pueden entenderse por el mismo Espíritu que las dio; nuestra lectura debe integrarse con oración para que lo que leemos sea escrito en nuestros corazones; mientras lees, haz pausas para examinarte; lo que has recibido debe ser usado inmediatamente, no tardes, lo que puedas ejecutar, hazlo. Esta palabra es el poder de Dios en el presente y en la salvación eterna.”
“2 Dios bendice
a quienes aman su palabra
y alegres la estudian día y noche.
3 Son como árboles sembrados
junto a los arroyos:
llegado el momento,
dan mucho fruto
y no se marchitan sus hojas.
¡Todo lo que hacen les sale bien!”
Salmo 1:1-3
¿Queremos echar raíces? ¿Queremos ser esos árboles sembrados junto a los arroyos? ¿Queremos guiar nuestra mente hacia pensamientos que traigan vida y esperanza? ¿Queremos enfrentar la vida con la mente de Dios? ¿Queremos ser transformados por la gracia de Dios? Es tiempo de anclarnos en la Palabra de Dios.
Me encantan las herramientas que nos das para anclarnos en la Palabra de Dios. Magistral este mensaje.
Gracias Pastor por este mensaje! Aunque no estuve en el culto lo pude leer y me ha enseñado mucho. Verdaderamente necesitamos leer y escudriñar la palabra de Dios. Dios le bendiga!