Proverbios 22:1-6, Lucas 2:41-52
Llegó el día más esperado para los niños, niñas y todos los estudiantes: ¡el primer día de clases! Ya llegó nuevamente el tiempo de ir a la escuela. Los padres se llenan de regocijo porque tienen que levantar a sus hijos o nietos temprano. Los niños se regocijan porque ya no pueden acostarse tarde. ¡Sean bienvenidos nuevamente los tapones a las 7:30 am y a las 3:00 pm! Necesitamos aceptarlo: se acabó el verano. Pero no se preocupen, el año que viene habrá otro verano.
Al comenzar un nuevo año escolar, lleno de grandes retos y grandes sacrificios, pero también de grandes satisfacciones, la iglesia celebra su culto de “Back to School”. Hoy, al comenzar un nuevo año escolar, queremos presentar ante Dios la vida de todos los estudiantes que comienzan su jornada escolar. Queremos consagrar, dedicar a Dios las vidas de estos estudiantes; queremos dedicar a Dios este nuevo año escolar. En esta consagración no solo van a participar los estudiantes, sino todo el equipo de trabajo de estos estudiantes: sus padres, abuelos, amistades, y todo aquel que de una manera u otra colabora para que cada estudiante pueda triunfar este año escolar.
Durante esta semana hubo varias personas que me ayudaron en la tarea de llamar a los padres (porque todavía no tengo los números de celular de la niñez de la iglesia), para invitarles a que vinieran al culto de hoy. Esto tuvo un propósito: que los padres trajeran a sus niños y niñas a la iglesia. La niñez no guía y no tiene carro (hasta el momento), y por lo tanto, son los familiares los responsables de traer a sus niños o niñas a la iglesia. Los padres y familiares son una pieza muy importante en la formación de la vida espiritual de la niñez. Se supone, que las prioridades, la agenda semanal, y el programa de vida de la niñez sean establecidas por los padres y familiares, hasta que la niñez tenga la capacidad de tomar sus decisiones y establecer sus prioridades de vida. Son los padres y familiares los responsables de organizar la vida de la niñez, de manera que estos reciban una formación y una crianza saludable. Son los padres y familiares los responsables de que la niñez sea expuesta a una serie de experiencias que formen su carácter, de manera que cuando crezcan tengan las herramientas necesarias para tomar decisiones que les lleven a una vida plena. Sobre todas las cosas, son los padres y familiares los responsables de exponer a la niñez a una serie de experiencias que formen su vida espiritual, para que cuando tengan la capacidad, se decidan por Cristo. Muchos de nosotros al día de hoy damos gracias por nuestros padres, familiares o amistades que se tomaron el tiempo para exponernos a estas experiencias de formación cristiana, que nos llevaron a entregarle nuestra vida a Cristo cuando tuvimos la capacidad de hacerlo.
Los padres de Jesús entendieron muy bien lo que acabo de explicar. Los padres de Jesús, José y María, dedicaron tiempo para formar la vida espiritual de Jesús durante su niñez. Aunque no tenemos mucha información sobre esta etapa de la vida de Jesús, podemos ver en Lucas 2 cómo María y José educaron a Jesús en la fe judía. En los versos 21 al 40 de este capítulo, se nos narra la historia de cuando María y José fueron al templo a presentar a Jesús. Su tradición judía les invitaba a hacer tres cosas al momento de un niño nacer: circuncidarlo a los ocho días de nacido (como señal del pacto) y ponerle su nombre, presentarlo en el templo como acto de consagración o dedicación, y la purificación de la madre. Todo esto sucede en estos versos, y mientras sucede, dos personas le echan la bendición a Jesús: Simeón y Ana. Los versos 41 al 52, nos presentan luego algo muy hermoso: la decisión de Jesús de estar en los negocios de su Padre. Los padres de Jesús, fieles a su tradición judía, visitan a Jerusalén durante los días de la Pascua. La Pascua era un tiempo para recordar la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto. Todos los años, los judíos visitaban a Jerusalén durante las fiestas de la Pascua. Es durante ese viaje que Jesús afirma su identidad como Salvador y afirma su decisión de estar en los negocios de su Padre. Al regreso del viaje a Jerusalén, luego de un día de viaje, María y José se percatan de que Jesús no estaba con ellos y regresan a Jerusalén. Luego de tres días de búsqueda encuentran a Jesús en el templo. Jesús estaba dialogando con los religiosos del templo y todos se maravillaban de la sabiduría de Jesús.
Llenos de ansiedad, María y José le preguntan a Jesús por qué les había hecho esto, y le dicen sobre su búsqueda los pasados días. La respuesta de Jesús parecería un poco retante, porque básicamente le responde con otras preguntas: ¿Por qué me buscan? ¿No saben que yo debo estar en los negocios de mi Padre? María y José no entendieron esta respuesta de Jesús. Ellos sabían que Jesús tenía un llamado especial, que iba a ser el Salvador de Israel, pero como padres se preocuparon por la vida de su hijo. El último verso del pasaje (v.52) nos dice que “Jesús siguió creciendo en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y con los hombres.”
¿Cómo podemos interpretar este momento de la vida de Jesús, y de sus padres? ¿Qué tiene que decirnos este pasaje a nosotros el día de hoy, día en que celebramos nuestro regreso a clases? Tomando como punto de partida la introducción a este mensaje, los padres de Jesús habían hecho su trabajo de encaminar a Jesús en la tradición judía. Lo habían presentado ante Dios, lo habían circuncidado y lo habían guiado en el camino de la fe judía. Ahora bien, es importante notar que Lucas nos dice que este momento en que esta familia hace el viaje hacia Jerusalén, Jesús tenía doce años. Para la tradición judía los doce años marcaban la transición de la niñez a la adultez. Los judíos todavía realizan lo que se llama el “Bar Mitzvah” que es el ritual judío para simbolizar esta transición. No dudemos que Lucas lo que está queriendo decir con este detalle de que Jesús tenía doce años, es que Jesús estaba en un momento de su vida de transición hacia la vida adulta, y en ese contexto de transición es que se da esta declaración de Jesús, de que tenía que estar en los negocios de su Padre.
En la Biblia existen otras historias muy parecidas a estas, en donde los padres dedican sus hijos a Dios, y en un momento dado son los hijos los que toman la iniciativa y la decisión de servir a Dios. No hay duda de que Lucas utiliza 1 Samuel 2 para escribir esta historia sobre la vida de Jesús. 1 Samuel nos presenta la vida del niño Samuel mientras crecía en el templo sirviendo a Dios. El verso 2:52 de Lucas, “y Jesús siguió creciendo en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y con los hombres” es casi idéntico al verso 1 Samuel 2:26, “Y el joven Samuel iba creciendo, y era acepto delante de Dios y delante de los hombres.” Lucas lo que quiere resaltar es que Jesús, al igual que Samuel, fueron niños dedicados a Dios por sus padres, pero que en un momento de su vida decidieron asumir responsabilidad por su llamado y su misión. Lucas nos quiere presentar a un Jesús, en medio de una transición hacia la vida adulta, que luego de recibir toda la formación espiritual por parte de sus padres, decide de manera intencional asumir responsabilidad por su vida, su ministerio, su misión, su llamado. Con tan solo doce años Lucas nos quiere presentar a un Jesús que tuvo la capacidad de enfocarse y centrarse en lo que verdaderamente era importante: los negocios de mi Padre, el reino de Dios. Lucas nos presenta a un Jesús que estaba madurando, que estaba creciendo, que estaba tomando decisiones, que estaba escogiendo lo verdaderamente importante. Aunque es Jesús quién toma esta decisión de estar en los negocios del Padre, no podemos ignorar que esta decisión de Jesús fue influenciada y guiada por sus padres. No hay duda de que la formación en la fe judía que le brindaron sus padres fue clave para que Jesús tomara la decisión de estar en los negocios del Padre. Antes de la decisión extraordinaria de Jesús de estar en el templo en los negocios del Padre, hubo un gran esfuerzo por parte de María y José de encaminar a Jesús. Los padres de Jesús asumieron la responsabilidad de formar la vida espiritual de Jesús.
Si hoy usted está aquí con sus hijos e hijas, yo le felicito y le invito a continuar trayendo a su hijo e hija a la iglesia, y a enseñarle la fe cristiana. Sin embargo, yo me pregunto cuántos de los familiares y padres se toman el tiempo para formar la vida espiritual de sus hijos e hijas. Me pregunto cuántos padres y familiares están tomando el tiempo para guiar y encaminar a sus hijos e hijas hacia la fe cristiana. Yo apoyo los deportes, las artes y cualquier otra experiencia de formación que puedan tener los niños y niñas que les permitan desarrollarse y ser personas de bien en nuestra sociedad. Me asombra la facilidad con la que algunos padres y familiares acompañan a sus hijos a una serie de actividades deportivas, artísticas y sociales durante la semana y el fin de semana, pero no se esfuerzan por traer a sus hijos e hijas a la iglesia y enseñarle la Palabra de Dios en sus hogares. Si hay algo que aprender de José y María, es que formar la vida espiritual de nuestra niñez es importante. ¿Por qué es importante?
Proverbios 22:6 nos dice: “Dirige a tus hijos por el camino correcto, y cuando sean mayores, no lo abandonarán.” Jesús es el vivo ejemplo de este proverbio. Luego de Jesús haber sido presentado en el templo cuando era niño, y luego de haber sido formado en la fe judía, Jesús decidió estar en los negocios de su Padre. ¿Habrá algo más hermoso que esto, que un hijo o una hija se decida por la fe cristiana? En la transición de la niñez a la adultez de su vida, a la edad de doce años según Lucas, Jesús se decidió por el Padre celestial. Padres: la formación espiritual de sus hijos e hijas es importante porque en algún momento dado (aunque muchos no lo quieran) llegará el momento de la decisión. Una buena formación espiritual llevará a sus hijos e hijas a la buena decisión de servir a Cristo.
En un futuro nuestros niños y niñas van a tener que decidirse: por las amistades que tendrán, en qué van a invertir su tiempo y sus energías, en cuáles van a ser sus prioridades, por la carrera académica que seguirán, por cómo van a enfrentar la vida (con fe o con ansiedad), en cuales van a ser sus pasatiempos, sus creencias, su visión del mundo, su visión de Dios, entre otras cosas. La formación académica, deportiva, social o artística que cada niño o niña pueda recibir en su vida es importante, pero jamás puede sustituir la formación espiritual que ellos deben recibir en primer lugar en sus hogares y luego en una comunidad cristiana, como esta iglesia. Ni la formación académica, deportiva, social o artística les enseñará a depender de Dios y a poner a Dios en el centro de sus vidas.
Padres, familiares y amistades: necesitamos formar la vida espiritual de nuestra niñez. Hoy, tendremos un momento en donde presentaremos cada niño y niña, y todo estudiante, delante de Dios. Ese será un momento oportuno para afirmar nuestro compromiso de formar la vida espiritual de nuestra niñez. Si como padres y familiares hacemos nuestra tarea educadora y formadora, serán luego los niños y niñas quienes nos dirán, tal y como le dijo Jesús a sus padres: papi, mami… ¡vamos pá la iglesia!