1 Reyes 19:1-21
“A pesar de la lluvia y la tempestad, a pesar de la duda y necesidad.
Si hasta aquí nos trajo Dios, sé que no nos dejará.
Si hasta aquí nos ayudó, hoy su mano nos guiará.
Sé que no nos dejará.
Mi confianza puesta está, en los brazos de mi Padre Celestial”
-Jacobo Ramos
Iglesia Metodista Samuel Culpeper: “Levántate y come, que todavía tienes un largo camino por recorrer”. Si hay algo hermoso de Dios es que cuando nuestras fuerzas se acaban, cuando nuestras energías se agotan y cuando hemos perdido la esperanza, Dios se acerca a nosotros para restaurarnos, levantarnos, alimentarnos y sanarnos, de manera que continuemos con el camino que tenemos delante de nosotros. Ese es el Dios al cual servimos, un Dios sanador, restaurador, que está atento a las necesidades de sus hijos e hijas, y que se acerca a nosotros en nuestros momentos de mayor fragilidad. Ese fue el caso de Elías.
El capítulo 18 de 1 Reyes nos dice que Elías había sido testigo de un gran milagro del poder de Dios. Elías había retado a los profetas de Baal para que clamaran a su dios por un milagro, y su dios no les contestó. Por otro lado, Jehová contestó al clamor de Elías e hizo que un altar prendiera en fuego. Los profetas de Baal habían quedado en vergüenza. Elías aprovecha esta oportunidad y mata a cientos de estos profetas. Cuando Jezabel, esposa del rey Acab, se entera de la matanza que había hecho Elías, decidió matarle. Así es que comienza el capítulo 19, con Elías siendo perseguido por Jezabel.
Lo más que me llama la atención de cómo comienza este capítulo 19 no es que Jezabel esté persiguiendo a Elías, sino la reacción de Elías ante esta persecución: decide irse al desierto y luego de caminar todo un día, se sienta bajo una planta y le dice a Dios: “Señor, ¡ya no puedo más! ¡Quítame la vida, pues no soy mejor que mis antepasados!” En palabras sencillas, cuando Elías se entera de que lo quieren matar, se deprime y se echa a morir. Si…el gran profeta Elías, queriendo morir.
¿Qué pasó con Elías en ese momento? ¿Cómo es que de ser un gran testigo del poder de Dios y un gran profeta en el capítulo 18, ahora Elías huye al desierto y quiere morir? La respuesta es sencilla: Elías era humano, no era Dios, y tuvo un momento de fragilidad y debilidad. Al enfrentar esta crisis, Elías se agota, se desanima y pierde la esperanza. Elías tuvo un momento en donde pensó que había llegado su fin, no vio salida a la situación, quizás pensó que Dios no le iba a ayudar, y en su humanidad perdió la esperanza y la fe.
La historia de Elías es extraordinaria, no porque Elías se haya deprimido, sino por la respuesta de Dios ante el sufrimiento y dolor de Elías. Al ver a Elías triste y deseando la muerte, Dios no se acercó para juzgarle, criticarle o señalarle su error, Dios se acercó para sanarlo, para restaurarlo, para levantarlo y para invitarle a retomar su misión y su llamado profético. Dios se acerca para alimentarlo física, mental y espiritualmente. Dios se acerca, y Elías experimenta sanidad.
A través de un ángel, lo cual es la representación de Dios en muchas de las historias del AT, Dios se acerca a Elías. Mientras él estaba acostado durmiendo, el ángel se acerca y le dice: ¡Levántate, y come! De primera instancia, Elías no entiende lo que el ángel le estaba diciendo. Elías se despierta, y al ver el pan y el agua, Elías se harta y luego se vuelve a acostar. El ángel al ver esto despierta a Elías y le dice nuevamente “Levántate y come, que todavía tienes un largo camino por recorrer”. La intención del ángel no era saciar solamente el hambre física que podía tener Elías, sino que la comida representaba el recibir las nuevas fuerzas para retomar la misión y el llamado que Dios le había hecho como profeta.
El verso 8 nos dice que en efecto “Elías comió y bebió y recuperó sus fuerzas, y con aquella comida pudo caminar durante cuarenta días con sus noches, hasta llegar a Horeb, el monte de Dios”. Dios sanó a Elías, lo levantó y le puso nuevamente sobre el camino, dejando atrás el desierto, el aislamiento y la depresión. En medio de su fragilidad, Dios le hizo a Elías como le hizo a David en el Salmo 40:1-2: “Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí y oyó mi clamor, 2 y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña y enderezó mis pasos.” Iglesia Metodista Samuel Culpeper: Estamos en un tiempo de sanidad. Dios se está acercando a nosotros en medio de nuestra fragilidad para decirnos: “Levántate y come, que todavía tienes un largo camino por recorrer.” Dios no ha terminado con nosotros. Es tiempo de sanar para continuar con el llamado que Dios nos ha hecho.
La historia de Elías es extraordinaria porque la sanidad que Dios trae a la vida de Elías le permitió tener nuevos encuentros con Dios. Dios no había terminado con Elías. Dios quería hacer cosas hermosas en él y a través de él. Luego de este milagro de sanidad, Dios se le aparece a Elías en el Monte Horeb. Allí en una cueva, Elías tiene un momento de intimidad con Dios y le expresa sus ansiedades. 1 Pedro 5:7 dice: “Descarguen en él todas sus angustias, porque él tiene cuidado de ustedes.” Allí, en una cueva, Elías descarga todas sus ansiedades ante Dios. En esa cueva Elías le dice a Dios que los judíos se habían apartado del camino y que el único que le servía era él. ¿Cuál fue la respuesta de Dios ante el clamor de Elías? Jehová le dice: “Sal de tu cueva y espérame en el monte, delante de mí…Elías pudo sentir que el Señor estaba pasando, porque se desató un viento poderoso que a su paso desgajaba los montes y partía las rocas. Pero el Señor no estaba en el huracán. Tras el viento vino un terremoto. Pero el Señor no estaba en el terremoto. 12 Tras el terremoto vino un fuego. Pero el Señor tampoco estaba en el fuego. Luego vino un silvo apacible y delicado, 13 y cuando Elías lo percibió, se cubrió el rostro con su manto y se quedó a la entrada de la cueva.”
Que interesante que luego de traer sanidad a su vida, ante el clamor y la ansiedad de Elías, Dios le contesta con una brisa suave llena de paz. Dios no estaba en el huracán, en el terremoto, ni en el fuego. Iglesia Metodista Samuel Culpeper: Este es un tiempo de paz. Se acabó el tiempo de huracán, el tiempo de terremoto, y el tiempo del fuego. Ante todas las circunstancias que nos puedan traer ansiedad, vamos a llevar nuestras angustias ante Dios en oración para que Dios se encuentre con nosotros a través de un silbido apacible lleno de paz. Ya el tiempo de huracán, de terremoto y de fuego pasó. Es un tiempo de paz. Dios quiere moverse en medio de esta iglesia a través de una brisa suave llena de paz. Juan 14:27 nos dice: “La paz les dejo, mi paz les doy; yo no la doy como el mundo la da. No dejen que su corazón se turbe y tenga miedo.” ¿Cuántos pueden recibir esa paz?
Dios sanó a Elías y le llenó de paz para que retomara su llamado profético, y al final de la historia podemos apreciar que en efecto Elías retomó su misión. En el verso 15 Dios le dice “Regresa por donde viniste”, y asimismo Elías hizo. Pero hay un detalle muy hermoso que quiero señalar al momento en que Elías retoma su llamado: Decidió retomar su llamado de la mano de Eliseo. Luego de su sanidad, Elías decide servir a Dios junto con Eliseo. El verso 19 dice que “Cuando Elías salió de la cueva para dirigirse a Damasco, en el camino se encontró con Eliseo hijo de Safat, que estaba arando el campo con doce yuntas; él llevaba la última. Cuando Elías pasó cerca de él, echó sobre él su manto”. Luego de su sanidad, Elías decidió trabajar en equipo. Ya no se trataba de Elías, sino de Elías y Eliseo.
La misión que Dios le ha dado a esta iglesia de hacer discípulos de Cristo para transformar al mundo no se puede lograr trabajando en soledad, en aislamiento, necesitamos trabajar en equipo, en unidad. Somos una sola iglesia, un solo cuerpo, y Cristo es la cabeza. Todos somos importantes, todos tenemos un rol, y todos somos parte del gran equipo de Cristo. Nadie es mejor que nadie, todos somos los hijos amados y las hijas amadas de Dios. No es tiempo de juzgarnos, criticarnos o de señalarnos nuestros errores. Es muy difícil trabajar con alguien que solo te recuerda tus debilidades y tus errores. Sin embargo, es muy llevadero trabajar con alguien que cree en nosotros, resalta nuestras capacidades y nos anima a continuar a pesar de nuestros errores. Es tiempo de trabajo en equipo, es tiempo de unidad. En vez de juzgar, señalar errores y criticar, ama de la misma forma en que Dios te ama: incondicionalmente. En vez de aislarte, perdona y restaura tus relaciones con los demás. Dios quiere sanarnos y llenarnos de paz para continuar trabajando en unidad. Somos un equipo.
“El Señor no desfallece, ni se fatiga con cansancio; ¡no hay quien alcance a comprender su entendimiento! 29 El Señor da fuerzas al cansado, y aumenta el vigor del que desfallece. 30 Los jóvenes se fatigan y se cansan; los más fuertes flaquean y caen; 31 pero los que confían en el Señor recobran las fuerzas y levantan el vuelo, como las águilas; corren, y no se cansan; caminan, y no se fatigan.” Isaías 40:28-31.
Iglesia Metodista Samuel Culpeper: En el día de hoy Dios se acerca a nosotros para sanarnos, llenarnos de paz y nos invita a continuar con nuestra misión trabajando en unidad. “Levántate y come, que todavía tienes un largo camino por recorrer”.